Hubo un tiempo en que en el 'prime time' de la televisión en España se escuchaba hablar a Vargas Llosa o a Solzhenitsyn, en el que se entrevistaba a actores y actrices como Alain Delon o Rita Hayworth, o en el que actuaban primeras figuras internacionales del mundo de la música y el espectáculo como Diana Ross o Tina Turner. El secreto de aquellos programas radicaba en su excelente producción, una precisa realización, documentados guiones y la agilidad y reflejos de su presentador.
'Estudio Abierto' comenzó a emitirse en 1970, entre semana, en directo, por La 2 de TVE - entonces UHF o Segunda Cadena- con el respaldo argumental de plumas como las de Manu Leguineche, Jesús Picatoste, Julián García Candau o Jesús Torbado. La presentación corría a cargo de un locutor de radio que había viajado a Londres, colaborando en la BBC, y de donde regresó con un inglés fluido más que aceptable: se llamaba José María Íñigo.
Aquel programa derivó en 1975 en 'Directísimo', que se emitía los sábados por la noche, ya en la Primera Cadena y con nuevos guionistas como Victorino del Pozo, Jesús Mari de la Calle y Alejandro Heras Lobato, entre otros. Cuando en nuestro país solo existía TVE, las apuestas en la parrilla solían ser bastante seguras, sobre todo en la Primera Cadena, con audiencias millonarias. Sin embargo, estos programas en concreto batían todos los registros. Se trataba de entrevistas y actuaciones musicales, fundamentalmente, para formar, informar y entretener a los españoles que iniciaban el incierto camino de la Transición. 'Esta noche... Fiesta' fue el sucedáneo de aquel programa, también en la Primera, pero los martes y desde la sala Florida Park. La noche del 15 de junio de 1977 se realizó un especial para aguardar a los resultados de las primeras elecciones generales tras el franquismo, con la presencia de Julio Iglesias, Isabel Pantoja o Manolo Escobar.
Esta semana pasada, La 2 ha comenzado a emitir un programa, 'Tesoros de la tele', que recuerda todo aquello. En su primera entrega, el pasado jueves, dedicado a Íñigo. El arranque no pudo ser más emotivo: la primera entrevista al payaso Fofó tras serle extirpado un tumor cerebral. Ante las cámaras, Alfonso Aragón, en blanco y negro, con poco pelo, sin su nariz postiza ni su camisón rojo y hablando completamente en serio. “Ahora es cuando voy a vivir”, reconoció al entrevistador con mirada acuosa. Brutal testimonio para los críos de mi generación que tanto lo admiramos. Moriría meses después por un problema derivado de la transfusión de sangre durante la operación.
Otra visión fugaz de aquel nuestro más glorioso pasado fue volver a contemplar a Nadiuska en todo su esplendor, uno de los seres más excepcionales que apareció por las pantallas de entonces. Para muchos de nosotros, esos ojos rasgados de tigresa nos resultaban tan eléctricos como cualquier torre de alta tensión. El dramaturgo Juan José Alonso Millán aseguró que decir que era hermosa era una bobada, que era de otro mundo en el que la belleza, comparada con Nadiuska, era una anécdota de rango inferior.
Cuando hoy la denominada telebasura parece que ha venido para quedarse y esos nuevos formatos anestesian y domestican a la audiencia con grandes hermanos, supervivientes o islas de las tentaciones, volver a ver esto es como arribar a un oasis en el desierto catódico. Porque, con sus defectos y virtudes, aquella televisión donde el ingenio y la inventiva solían suplir la carencia de medios, era fuente inagotable de conocimiento tanto para el ingeniero, la comadrona, el arquitecto, la maestra, el oficinista, la secretaria, el barrendero o el campesino. Quién nos iba a decir, pasadas más de cuatro décadas, que hoy la echaríamos tanto de menos.
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