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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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¿Es Trump una anomalía?

Donald Trump y Joe Biden en el segundo debate presidencial

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Finalmente ha ganado Biden y respiramos con alivio. En sus cuatro años de legislatura, Trump, con su política de tierra quemada, deja un país arrasado, como no podía ser de otro modo. En este momento hay en EEUU un choque cultural en el que Trump encarna la ruptura de los consensos básicos. Ha puesto en duda la convivencia pacífica en su país, reclamando un retorno al autoritarismo suprecimacista blanco, armado y machista. Ha puesto en duda, avergonzando a sus propios asesores en salud, la existencia de una pandemia que ha paralizado la vida en todo el planeta y de la que también él ha sido víctima. Ha puesto en duda la división de poderes, una de las bases de la democracia, asegurándose de forma torticera el predominio conservador en el Tribunal Supremo tras la muerte de Ruth Bader Ginsburg, tribunal al que es posible que acuda para revertir su derrota. Finalmente, en una rabieta de niño malcriado que daría risa si no diera miedo, ha puesto en duda el propio sistema democrático de su país con acusaciones de fraude electoral antes incluso de que las elecciones se llevaran a cabo. Ha jugado a un juego, el de la democracia, en el que no cree pero que es el que le ha dado el poder. Y ha utilizado ese poder para dividir y polarizar la nación hasta extremos inauditos. Ese será su legado.

Pero Trump desgraciadamente no es una anomalía. Si lo fuera no le habrían votado prácticamente la mitad de los votantes. En todo caso la anomalía es la mitad de la población americana que, como el propio presidente, parece no creer en la democracia. Trump es un antisistema emanado del sistema y Biden es el sistema. Biden es el mal menor, cierto, pero ¿de verdad no tenía el partido demócrata otro candidato menos quemado por el propio sistema?

Este presidente nefasto ha encarnado a la América profunda, volcada hacia sí misma, ciega y sorda, insolidaria y armada, profundamente machista, racista y agresiva. Ha sabido recoger bien, quizás mejor que ningún otro presidente de la era moderna, una parte del carácter americano, un carácter egocéntrico y reaccionario, capaz de disparar a un negro desarmado o de ponerle la rodilla en el cuello hasta asfixiarlo, cuya imagen más poderosa sea quizás la de ciudadanos armados entrando en el parlamento de Michigan a protestar contra el confinamiento.

Trump a su modo retorcido, ha ganado. Ha ganado puesto que después de una legislatura cargada de agresividad, infantilismo, testosterona y decisiones disparatadas ha mantenido el apoyo de casi la mitad del electorado. Sus votantes quieren acabar con un sistema que creen que no les favorece o no les representa, quemando todo a su paso, pues tal es la propuesta de Trump. Durante la carrera electoral le hemos visto lanzando consignas en las que cargaba contra esos burócratas de Washington. Si no tuviéramos su imagen grabada en la retina hubiéramos imaginado a un negro del Bronx con la gorra hacia atrás. En su rabia fingida contra el stablishment, al que él mejor que nadie representa, recoge los votos de los más pobres, de los más desfavorecidos, de los que sufren más que nadie el abandono del sistema y que, incapaces de un análisis mínimamente racional, creen estar representados por esa rabia y esa agresividad. Su propuesta política se llama populismo, una propuesta que triunfa en tiempos de crisis.

Este sujeto nefasto ha llegado a reclamar que se dejen de contar votos en pleno escrutinio electoral, cómo calificar esto si no es de fascismo. En el resto del planeta no deberíamos estar sorprendidos por este giro de guión al que tan acostumbrados nos tiene Trump y que ha sido parte de su éxito. Hemos observado  los acontecimientos conteniendo la respiración, conscientes como somos de la debacle planetaria que hubiera supuesto una segunda legislatura de este energúmeno tiránico, enfrentado también contra toda política medioambientalista. Pero quienes más le hubieran sufrido de haber vuelto a ganar, ya le han dado su voto, que aunque no le ha servido para mantenerse en el poder, servirá desgraciadamente para dejar sembrada una herida en el país que tardará mucho tiempo en restañarse.

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