La portada de mañana
Acceder
El ataque limitado de Israel a Irán rebaja el temor a una guerra total en Oriente Medio
El voto en Euskadi, municipio a municipio, desde 1980
Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Combatiendo el fuego desde las alturas: hablan los pilotos que han sofocado los incendios en Navarra

Los incendios -y todo lo que traen consigo- han sido protagonistas estos últimos días en Navarra tras haber dejado ya más de 10.000 hectáreas quemadas, pueblos desalojados y catastróficas imágenes. Junto a los Bomberos que han combatido el fuego desde primera línea, además de la UME y ciudadanos voluntarios, ha emergido la labor de los pilotos de helicóptero que han “bombardeado” los fuegos desde la altura. Según las cifras ofrecidas por el Gobierno de Navarra, han participado mas de 1.000 personas en el operativo. Iñigo Beorlegui, James Vukojevic y Francisco Javier Arilla son tres de ese contingente, pilotos que desde el cielo de Navarra han ayudado a sofocar los incendios en toda la comunidad foral.

Las alarmas se encendieron la semana pasada con las primeras llamas, y desde aquel momento tuvieron que reforzar la plantilla para tener operativas todas las máquinas. Beorlegui, piloto del helicóptero 135, declara que “ha sido una locura”. En el parque de los bomberos forestales de Navarra, a las afueras de Pamplona, se vive ahora una tensa calma. Los nervios aún están presentes y el temor a que un fuego se reavive también. Los últimos días han sido muy duros, afirma Beorlegui. “Hemos empezado a volar muy pronto a la mañana y durante tres o cuatro días hemos estado acabando al ocaso”, añade.

Ha habido incendios en la mayor parte de la superficie navarra -la superficie quemada equivale a toda Barcelona, a la suma de Bilbao y Donostia o a cuatro veces Pamplona- y esto ha complicado mucho la organización y el trabajo de extinción. “Sobre todo porque, como han sido seis o siete incendios simultáneos en diferentes zonas y diferentes características del terreno, ha sido una actuación muy cambiante”, cuenta el piloto. Como advierte Beorlegui, cada incendio tiene sus características, y al haber tantos simultáneos, el trabajo se dificulta aún más. “Al llegar de un incendio a otro es difícil encontrar la manera de poder ser eficaz con las descargas”, añade Arilla. Una vez la situación ha mejorado, Beorlegui no duda en afirmar: “Ha sido, la verdad, de los últimos años la peor situación que hemos vivido en mucho tiempo”.

“Unas temperaturas muy elevadas, un bajo índice de humedad y mucho viento, sobre todo viento sur, han sido los causantes”, relata Beorlegui. “En principio, los focos primeros parecen haber sido originados por tormentas secas, impactos de rayos y lluvia que generan un punto de calor”, añade. Beorlegui define como “óptima” la respuesta ciudadana. “En los pueblos sí que hay una cultura de colaboración de los tractores. Enseguida, la gente del campo se moviliza para intentar proteger, aparte de sus bienes, el entorno. Por ese lado, muy bien”, recalca. Cree que la sociedad navarra se ha quedado contenta con los medios, “no como en otras ocasiones”, apostilla.

Al ser preguntado por si la respuesta del Gobierno ha llegado tarde, señala que “situaciones así son muy difíciles de prever”. De todas formas, aclara que, “una vez que se generó la situación de caos, tanto por parte del Gobierno central como de los Gobiernos autonómicos colindantes la respuesta ha sido buena”. La coordinación con otros cuerpos ha sido “costosa” por las diferentes maneras de funcionar, aunque indica que han quedado contentos con el trabajo hecho.

“Ahora estamos en labores de vigilancia para evitar que pueda prenderse. La situación está controlada”, según los tres pilotos. [Sin embargo, al acabar la charla, suena el teléfono de Arilla: “A Gallipienzo, que se ha reactivado el fuego”. Ponen el dispositivo en marcha y el helicóptero despega para la zona con Vukojevic al mando. Sin hacer saltar de nuevo las alarmas, Vukojevic afirma que “gracias a la humedad la situación está estabilizada”. “Es normal que se reactive”, dice Arilla].

Se dice que el trabajo de un piloto a secas no es nada fácil. Y el de un piloto de helicóptero que apaga incendios mucho menos. “Lo que pasa es que hay un momento en el que las dimensiones del fuego son grandes. Tiras los mil litros de agua y, si no son muy puntuales en la defensa de una casa o lo que sea, en el fondo uno se queda con la sensación de que no puede hacer mucho más”, se resigna. En algunos mensajes de Twitter los Bomberos llegaban a definirse a sí mismos como hormigas luchando contra un elefante. Arilla apunta que “el verdadero problema es cuando no hay puntos de agua” para recogerla. Beorlegui defiende el material que poseen: “A este respecto, las máquinas que tenemos en Navarra nos permiten entrar en puntos de agua a los que, por ejemplo, máquinas como las que habréis visto estos días de otros lugares, no pueden entrar”. A este respecto, comentan entre risas el video que se hizo viral de Vukojevic hace unos años. Aparece cogiendo agua de una piscina en Orcoyen. Lo explica: “Había que tomar una decisión. Es muy complicado, porque hay muchos factores a tener en cuenta. Pero, claro, hay que tomar una decisión en 15 segundos”.

Un trabajo duro

La ley permite volar a estos pilotos durante un máximo de ocho horas diarias, y hacerlo durante tantos días seguidos “es agotador”, indica Beorlegui. “Cuando en las últimas horas del día el cansancio se acumula, las cosas que a primera hora son peligros que detectas muy fácilmente se van escondiendo”, entiende.

Así es el trabajo en un día de incendio: “Se destina a un medio aéreo a ejercer la coordinación en el fuego, es decir, como si fuera una torre de control en vuelo. Entonces ese medio aéreo se coloca a cuatro o cinco pies de altura por encima del fuego y los medios que van llegando van indicando a ese medio de coordinación que llegan cargados, que van a entrar en descarga. Esa coordinación lo que hace es regular los tráficos, dando prioridad a los que peor maniobrabilidad tienen”. A la hora de coger agua, los pilotos tienen que introducir el denominado Bambi en el agua, por lo que, según Beorlegui, sobrevuelan el agua a unos cuatro o cinco metros. Estos días se ha pedido a bañistas y otros usuarios de algunos pantanos que dejaran maniobrar a las naves.

Arilla, en vista de lo ocurrido, reflexiona que “esto tiene que servir de experiencia para tomar medidas”. Medidas “desde el que va a hacerse una barbacoa con toda su buena intención al agricultor”, aunque también luego han colaborado. Antes de acabar y salir volando, literalmente, Beorlegui cuenta una anécdota: “El domingo estaba de libre y me llamaron para venir a reforzar porque hacía falta. En lo que venía por la autopista, el señor que iba delante de mí llevaba el cigarro afuera y, después, lo tiró. Estaba media Navarra ardiendo y tuvo la poca vergüenza de tirar el cigarro por la ventanilla del coche”.