Vuelve el cole, vuelven a arder los grupos de Whatsapp de madres y padres
- Hola, ¿sabéis si hay deberes para mañana?
- Hola, que yo sepa no
- No, no hay
- No
- Siiiiii, a mí mi hija acaba de decirme que sí
- ¿Y cuáles?
- Ufff… a estas horas nos enteramos
- Es que el profe debía avisar con más tiempo
- ¿Cuáles son? ¿Alguien los tiene?
Es una conversación cualquiera en un grupo de Whatsapp cualquiera de padres y madres que tengan hijos en edad escolar. Este tipo de intercambio de mensajes se producen a diario en todo tipo de colegios, independientemente de la edad de los niños y niñas y del tipo de centro al que asisten. Hoy en día, casi todas las aulas, con contadas excepciones, cuentan con su propio grupo de Whatsapp. Están formados generalmente por más de una veintena de padres y madres –más madres que padres, pero este es otro tema– que solamente tienen en común el hecho de que sus hijos vayan a la misma clase.
Lo que en principio debería ser una herramienta de comunicación útil, para compartir información relevante sobre temas que afectan a la comunidad educativa, se convierte a veces en un espacio hostil. Memes, chistes o vídeos circulan sin control por este tipo de grupos, aunque no tengan nada que ver con el objetivo para el que se crearon. O bien se generan cientos de mensajes innecesarios, dando lugar a conversaciones llenas de ruido que no todo el mundo puede (o quiere) seguir. En ocasiones se utilizan como agenda para los niños y niñas, impidiendo que ellos puedan responsabilizarse de sus propias tareas. Y, en los casos más desagradables, acaban volcándose críticas sobre el profesorado, reproches entre padres y madres y hasta enfrentamientos abiertos con cualquier excusa.
Sylvia Pérez es profesora asociada de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Para ella, este tipo de grupos podrían ser muy útiles, siempre y cuando se utilicen bien. “La herramienta en sí, el Whatsapp o cualquier otra que utilicemos –Telegram, Facebook, lo que sea–, no es el problema, sino su gestión. Tiene cosas muy positivas desde el punto de vista pedagógico, ya que ayuda a los padres a crear grupo, a poder comunicarse más allá de la puerta del cole. Negar esto es negar la manera que tenemos de comunicarnos a día de hoy, ya que es la forma en que nos comunicamos en el trabajo, en la familia, etc… A priori no debería ser negativo pero mal utilizado sí se acaba convirtiendo en un problema, y lamentablemente suele ocurrir así”, explica la experta.
Para ella, la clave para utilizarlos bien es hacer “un ejercicio de responsabilidad entre todos los padres”. “La dinámica que se establece en el grupo la debe ir preservando y cuidando el propio grupo, porque es lo que va a definir las relaciones entre padres”, explica, y señala algunas prácticas a evitar. “El grupo no puede ser la agenda del niño, ni su GPS para encontrar las cosas, eso es responsabilidad suya. Ocurre muchas veces que alguien pregunta: ‘No encuentro la sudadera de mi hijo’ y entonces entran 70 mensajes contestando que ellos no la tienen. Y si surgen conflictos, estos deben canalizarse a través de los canales oficiales del centro, no se resuelven en un grupo de Whatsapp”, afirma la profesora de la UOC.
Muchos de los conflictos recurrentes tienen que ver con utilizar este tipo de canales para criticar a los profesores o para enfrentarse entre padres. Fue lo que le pasó a Laura, que decidió salirse del grupo del aula de su hijo mayor poco después de que se creara: “El primer año de mi hijo en Educación Infantil, cuando entró al cole con tres años, se creó un grupo nada más empezar el curso, cuando apenas nos conocíamos. Al principio me molestaba sobre todo el ruido: cada vez que entraba había más de cien mensajes, desde chaquetas olvidadas hasta el menú del comedor. Pero poco después empezaron a criticar al centro y a las profesoras por cosas que ocurrían a diario en el aula, y ahí ya decidí salirme. No me aportaba nada y solo me generaba angustia tener a mi hijo pequeño en el colegio y un millón de mensajes por minuto quejándose de lo mal que estaban”, explica.
En algunos casos surgen enfrentamientos entre padres y madres. Cuenta Alicia, madre de un niño de primaria, que en su aula se generó un conflicto a cuenta de una excursión: “El año pasado, un grupo de padres se ofrecieron voluntarios para acompañar a la clase en una salida a un parque. Fueron dos o tres y se pegaron una paliza. Cuando enviaron fotos de los niños al grupo de Whatsapp, hubo quien se quejó porque no salía su hijo; en concreto una madre protestó y otra salió a apoyarla. Flipamos mucho, básicamente porque eran fotos hechas por papás voluntarios, que las habían hecho como podían mientras los niños y niñas corrían por el parque”, cuenta. Las elecciones al consejo escolar sirvieron de excusa también como enfrentamiento en el grupo del cole de Martín, padre de una niña de educación infantil: “Llegó el momento de las votaciones y los padres y madres que se presentaban empezaron a enviar sus candidaturas. Hasta ahí todo más o menos normal. La sorpresa llegó cuando empezaron a cruzarse reproches y el tono fue subiendo hasta casi el insulto. Parecía una campaña electoral”, recuerda este padre.
Criticar a la profesora
Entre el profesorado hay quienes quieren estar presentes en el grupo de Whatsapp del aula para enterarse del intercambio de información, y quienes prefieren quedarse al margen. En esta segunda postura se encuentra Ana Martín, profesora de primaria en un centro público. Ella ha rechazado siempre estar en los grupos de padres y madres, aunque sabe que hay docentes que sí lo hacen. “Nunca estuve en ningún grupo y nunca voy a estar, me niego porque siempre son fuente de problemas. Cuando empecé a trabajar, uno de mis primeros años, a principio de curso los padres hicieron un grupo sin apenas conocerse, y dio lugar a un montón de conflictos. Estábamos en el periodo de adaptación y el grupo se convirtió rápidamente en un horror. Los padres comentaban minuto a minuto lo que hacíamos en el aula, me criticaban porque consideraba que hacía algunas cosas mal y había una presión brutal. Incluso entre ellos empezó una guerra terrible por el tema de las comidas. Lo supe porque me lo contó una madre, y por eso yo no estuve ni estaré nunca en este tipo de grupos, porque no se suelen usar bien”, explica la docente.
Debido a esta situación, han empezado a surgir iniciativas para garantizar un buen uso de este tipo de herramientas. Desde el sindicato de profesores ANPE realizan desde hace años campañas de concienciación sobre este tema. Incluso han elaborado un “Decálogo del buen uso del grupo de whatsapp de padres y madres”, donde dan recomendaciones como esta: no utilizar el grupo para criticar, insultar, o difamar a los docentes, a otros padres y madres o al alumnado, y cortar ese tipo de actitudes si otra gente lo hace; no agregar a nadie sin consultarle, por si no quiere estar; utilizar los canales de comunicación oficiales con el centro, no el Whatsapp; usar el grupo solo para cuestiones que afecten a todos los alumnos y alumnas, mandando solo información relevante; no utilizar el grupo como si fuese una agenda de deberes de los niños e interactuar siempre con respeto hacia los demás.
Teresa Hernández Jiménez es la coordinadora del defensor del profesor de ANPE, un servicio que ofrece este sindicato para atender a docentes con problemas de convivencia en el aula. Ella también ve el lado positivo de este tipo de grupos, siempre que se utilicen bien: “En la pandemia, por ejemplo, fueron muy útiles, porque los docentes se coordinaban con los padres para atender a los alumnos. Pero conviene no olvidar para qué se han creado, a nosotros nos gusta hablar del concepto del tablón de anuncios: para publicar solamente aquellos mensajes que contengan información relevante sobre el aula. Nos preocupa que se utilice para criticar a los docentes o como agenda escolar. En el primer caso es inconcebible, hay que evitarlo e incluso cortar esas actitudes si otros las tienen; y en el segundo tenemos que facilitar que nuestros hijos sean responsable y que se hagan cargo de sus errores si por ejemplo han olvidado los deberes del día”, concluye Hernández.
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