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Este blog pretende ser la primera ventana a la publicación de los futuros periodistas que ahora se están formando en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la UPV/EHU. Son las historias que los propios estudiantes de periodismo proponen a nuestros lectores.

Cine vasco: ayer, hoy y siempre

Fotograma de "Loreak". Acontracorrientefilms.

Paula Gatón Gómez de Segura

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‘Loreak’, ‘Ocho apellidos vascos’ y ‘La comunidad’ son tres películas, aparentemente, sin nada en común, pero que confluyen en un punto: hay algo vasco en ellas. ‘Loreak’ rodada en euskera, en Euskadi, por directores vascos y producida también en esta comunidad. ‘Ocho apellidos vascos’ trata sobre vascos, ha sido rodada en esta región y sus guionistas son guipuzcoanos. Por último, ‘La Comunidad’ ha sido dirigida por un director bilbaíno, Alex de la Iglesia. En mayor o menor medida, todas ellas podrían ser ubicadas, en un momento dado, dentro de lo que se denomina cine vasco. Sin embargo, ¿Qué es en realidad el cine vasco?

A la hora de definir el cine vasco hay diferentes corrientes que han llevado a un debate largo e incluso acalorado en torno a ello. El director donostiarra Jon Garaño explica que dentro de los diferentes puntos de vista el “más extremista” es el que defendía Antxon Eceiza, que profesaba que “el cine vasco es sólo el que se hace en euskera”. En contraposición, Garaño expone la “versión más abierta”, la defendida por la Filmoteca Vasca, en la que es aquel que “se produce en Euskadi, en euskera o en castellano, lo dirigen directores vascos o que tratan sobre temas vascos”. Y para este director es “el que se produce en Euskadi, da igual que el director sea checo, rumano o escocés”, y pone como ejemplo ‘Picadero’ “es una película cien por cien euskaldun, en euskera y en parte con dinero de aquí, está dirigida por un director escocés, Ben Sharrock, y para mí, por mucho que sea escocés, es una película vasca y me da igual que sea en euskera, en castellano, en francés o en inglés”, explica.

Sin embargo, que exista un cine vasco no quiere decir que exista una industria necesariamente. El director Juanma Bajo lo tiene claro: “Por supuesto que no existe una industria de cine vasco, sólo un cine vasco hecho por vascos”. A su juicio, la posibilidad de una industria “real y libre ha sido permanentemente dinamitada desde el poder”.

El director y profesor de la Universidad del País Vasco, Kepa Sojo, coincide: “No hay una industria como tal, existe una dependencia de Madrid que hace que el cine vasco esté dentro del cine español”, matiza.

En el lado opuesto se ubican los defensores de la pequeña industria de cine vasco. Garaño afirma que “existe una minindustria porque estamos unos pocos que nos dedicamos a esto, parece que cuando hablas de industria te tienes que referir a algo muy grande para darle credibilidad, y yo creo que no es así, aunque seamos pocos y sea pequeña, sí que existe”. El doctor Ander Iturriotz, profesor de Sociología en la UPV/EHU, también defiende esta postura, aunque es consciente de que no es “una industria muy poderosa”.

Identidad

Ese cine concebido en su concepto más amplio, y en especial, el que trata sobre temas ubicados en el País Vasco y protagonizados por sus vecinos, ¿refleja fielmente la idiosincrasia de este territorio?

Para Iturriotz se podría dividir en dos, aquel que tiene una perspectiva sociológica y una visión desde “dentro” que refleja la identidad de este pueblo mediante su cultura, su idioma y sus costumbres. Ejemplos de este serían películas como ‘Loreak’ o ‘Amama’, que siguen una “óptica oteiziana” que constituye la esencia de la cultura vasca. Por otra parte, para el sociólogo, se encuentra el que emplea el “recurso identitario” de los tópicos. Este trata una visión desde “fuera” y una “perspectiva mercantilista”. Sobre esta segunda modalidad, representada en largometrajes como ‘Ocho apellidos vascos’, apunta que “interesa en círculos políticos determinados, no autóctonos, dar una perspectiva más banal de la identidad”.

Según Garaño en esos estereotipos “siempre hay algo de verdad”. Para este director las películas no reflejan la sociedad en su totalidad, sino una parte. “Nos inspiramos en la gente de nuestro entorno para contar historias y esas personas son de Euskadi; por tanto, algo de eso habrá, pero eso no quiere decir que nuestras películas sean el retrato de Euskadi, son el retrato de parte”. Algo que corrobora el crítico de cine Oskar Belategui: “El cine vasco refleja la forma de ser vasca porque los directores o cineastas tienden a hablar de lo que conocen”. Para él, un gran ejemplo es ‘Loreak’, “es una película muy vasca porque refleja la manera de ser de la zona; ‘Loreak’ con andaluces, por ejemplo, no tendría sentido”. El director de este film explica que les decían que era “un retrato de las mujeres vascas”, algo que a veces lo sentían como un halago, pero “también piensas que habrá más mujeres vascas que las que retrata la película, que no se sientan reflejadas en esos personajes”.

Otro pilar básico en la construcción de una identidad es el idioma. Que la película se ruede en euskera muchas veces es un factor determinante a la hora de obtener una mayor cuantía en subvenciones de las instituciones autonómicas, ya que desde estas entidades se persigue el objetivo de fomentar la supervivencia y uso de esta lengua. La ley de las televisiones también ha contribuido a ello, pues obliga a estos entes a invertir en cine. EiTB, en concreto, apoya los largometrajes de su entorno destinando una partida a películas en castellano “y otra bastante importante a las que se hacen en euskera, debido a la dificultad que conlleva su distribución”. Asimismo, nuevamente, el uso de esta lengua es un elemento descriptivo más de esa identidad, aunque en ocasiones “con el hecho de hablar en euskera parece que hay un posicionamiento, cuando muchas veces es un reflejo de lo que está en nuestro entorno”, afirma Garaño.

Generaciones

Un cine que ha vivido distintas etapas en su vida. Desde su tímida aparición de la mano de películas como ‘Edurne, modista bilbaína’ (1924) o ‘El mayorazgo de Basterretxe’ (1928), pasando por el árido páramo que dejó el franquismo en cuanto a producción cinematográfica vasca y haciendo una parada en el hito que marcó ‘Ama lur’, que ya se ha convertido en icono y punto de partida del actual cine de esta comunidad. “Se trata del primer gran hito de la llamada época moderna del cine vasco. Para lo bueno y para lo malo. Para lo bueno, por lo que tiene de intento de trazar las señas de identidad de un pueblo escamoteadas por el franquismo; para lo malo, porque sitúa esa identidad en una especie de Arcadia feliz, de ”prístino estado de la naturaleza“. ‘Ama Lur’ abonará de tal manera el imaginario de una sociedad que toda posterior representación de lo vasco tendrá en sus imágenes un referente primordial”, aseguró Juan Miguel Gutiérrez en su artículo ‘Euskal Zinema, Cine Vasco’ para la Revista Internacional Estudios Vascos (RIEV) en 1994.

A continuación, durante el postfranquismo, se produjo un amago de nacimiento de un cine vasco de producción propia y estable. Este despertar llegó de la mano de directores como Uribe, Armendáriz u Olea, entre otros. Estos contaban con el apoyo del Gobierno Vasco, que subvencionaba sus producciones hasta con un 25%. Así surgió la generación de “los clásicos”, como la clasifica Joxean Fernández, director de la filmoteca vasca.

A este grupo le siguieron los creadores del “nuevo cine vasco”, Bajo Ulloa, Medem, De la Iglesia… Una generación que en su mayoría tuvo que irse a Madrid para poder desarrollar su trabajo, pero que dejó grandes films como ‘La muerte de Mikel’, ‘La madre muerta’ o ‘El día de la bestia’.

Por último, se encuentran los directores del momento, la generación “Kimuak”. Denominada así por el programa de difusión y promoción de cortos vascos que lleva ese nombre. Un salto que según Belategui no es tan grande como el que hubo entre las dos anteriores, “el gran quiebro se dio con los que irrumpieron en los 90”.

Los directores que conforman este tercer grupo, Garaño, Arregi, Urkijo, Cobeaga, Vigalondo, Goenaga… ahora se encuentran en pleno apogeo. Tienen en común que vienen del cortometraje y han sido muy respaldados por la ya mencionada convocatoria Kimuak. Proyectos que han participado en numerosos festivales del mundo, recibido premios e incluso dos nominaciones a los Oscar para ‘7:35 am’ de Vigalondo y ‘Eramos pocos’, de Cobeaga. Esta generación que, en su mayoría, produce en Euskadi sus películas, también tiene otro punto en común, su formación, bien podría llamarse generación UPV/EHU, ya que muchos de ellos se han formado en dicha universidad.

Democratización en el cine

“El mundo ha cambiado, ahora es más fácil rodar una película, el equipamiento es menos pesado, se pueden alquilar las cámaras aquí, todo es digital, no hay que pasar por un laboratorio… se ha simplificado todo mucho y eso ha facilitado que se haga cine en Euskadi”, aclara Garaño. Sojo, por su parte, coincide con el director donostiarra: “En los 80 o 90 era más complicado hacer cine, ahora puedes hacerlo con un móvil o una cámara de fotos”. Esta democratización a la hora de hacer cine tiene para este cineasta tiene una parte positiva y otra negativa: “Buena porque todo el mundo tiene derecho a hacer lo que le dé la gana, y mala porque sin talento no hay nada que hacer”. En definitiva, el también profesor de la Universidad del País Vasco defiende que técnicamente las generaciones de ahora son “mucho mejores”, el también profesor de la Universidad del País Vasco defiende que técnicamente las generaciones de ahora son “mucho mejores”, pero quizás en creatividad no tanto: “Si tienes el dominio de la técnica y tienes creatividad, lo tienes todo, pero si tienes la técnica y no la creatividad, no tienes nada”, concluye.

Por su parte Bajo Ulloa, como director de la segunda generación, hace otra diferenciación: “Hace unos años, algunos creadores se defendían, con su mensaje o la independencia de sus obras, ante un sistema represor y censor; hoy, básicamente, los creadores desean caer bien a ese sistema. El cine, en general, se ha convertido en algo accesible y popular que casi cualquiera puede hacer, lo cual crea una falsa imagen de libertad, pues hoy en día la censura la traen de fábrica los creadores”.

Industria o no, propio o no, en Euskadi hay cine. Una producción que refleja la fisonomía, costumbres, cultura, personas y por supuesto identidad de su territorio. “Nuestras películas son lugares de memoria y ofrecen otra forma de conocer nuestra cultura e identidad”, señaló el lehendakari Iñigo Urkullu el pasado 28 de marzo, en la presentación del primer gran archivo unificado de la Filmoteca Vasca. En definitiva, identidad y cultura siempre han estado ligadas. “El cine vasco es un referente en la proyección de nuestra cultura en el exterior”, insistió Urkullu. Asimismo, ha existido una relación de codependencia entre ellos porque, en palabras de Iturriotz, “sin cultura no hay identidad nacional”, pero quizás en creatividad no tanto: “Si tienes el dominio de la técnica y tienes creatividad, lo tienes todo, pero si tienes la técnica y no la creatividad, no tienes nada”, concluye.

Por su parte Bajo Ulloa, como director de la segunda generación, hace otra diferenciación: “Hace unos años, algunos creadores se defendían, con su mensaje o la independencia de sus obras, ante un sistema represor y censor; hoy, básicamente, los creadores desean caer bien a ese sistema. El cine, en general, se ha convertido en algo accesible y popular que casi cualquiera puede hacer, lo cual crea una falsa imagen de libertad, pues hoy en día la censura la traen de fábrica los creadores”.

Industria o no, propio o no, en Euskadi hay cine. Una producción que refleja la fisonomía, costumbres, cultura, personas y por supuesto identidad de su territorio. “Nuestras películas son lugares de memoria y ofrecen otra forma de conocer nuestra cultura e identidad”, señaló el lehendakari Iñigo Urkullu el pasado 28 de marzo, en la presentación del primer gran archivo unificado de la Filmoteca Vasca. En definitiva, identidad y cultura siempre han estado ligadas. “El cine vasco es un referente en la proyección de nuestra cultura en el exterior”, insistió Urkullu. Asimismo, ha existido una relación de codependencia entre ellos porque, en palabras de Iturriotz, “sin cultura no hay identidad nacional.

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