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Algo extraordinario

Una científica trabajando durante el ensayo de vacuna de Moderna

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La semana pasada pasó algo extraordinario. Por primera vez, y después de apenas diez meses de investigación, supimos que una vacuna había conseguido prevenir el coronavirus que ha paralizado a un mundo atenazado por la muerte y el sufrimiento. Unos días después, otra vacuna muy parecida confirmó lo mismo. No sólo eso: por primera vez, los científicos pudieron comprobar que la tecnología prometedora para hacer vacunas más eficaces más rápido funciona. Eso puede suponer tener una vacuna contra el zika, una vacuna mejor contra la gripe o incluso nuevas formas de luchar contra el cáncer. 

Los periodistas científicos del New York Times, el Washington Post, The Atlantic o la publicación especializada Stat News apenas disimulaban su euforia igual que científicos expertos en vacunas y en enfermedades infecciosas que no formaban parte del equipo de los ensayos de las empresas Pfizer y Moderna. Son los mismos periodistas que alertaron de que el coronavirus se estaba convirtiendo en una pandemia grave en febrero, los mismos que criticaron a sus gobiernos nacionales y locales por no hacer suficiente con la profundidad de los detalles y los mismos que han señalado la falta de transparencia de las farmacéuticas en el proceso cada vez que han tenido un revés o han informado con escepticismo sobre las disputas entre científicos por el dinero

Esto decía la periodista que antes alertó de la pandemia que se estaba preparando y que ha sido muy crítica con anuncios prematuros. 

En cada crónica (igual que en las nuestras) se señala que los resultados sobre el porcentaje de la eficacia de la vacuna son provisionales porque la fase 3 de los ensayos continúa aunque las farmacéuticas pidan una autorización de uso de emergencia para empezar a vacunar a la población. La emergencia es que mueren al menos 10.000 personas cada día por coronavirus y muchas más por enfermedades que no se tratan a tiempo o por las consecuencias del aislamiento, la pobreza y la pérdida de empleos. El paper -el estudio detallado que aparecerá en publicaciones científicas como The Lancet- llegará cuando termine la fase 3. Es decir, más bien hacia el verano de 2021, como nos explicaba hace unos meses el científico español Carlos Estévez, que participa en el ensayo de la vacuna de la Universidad de Oxford. 

Y sí, puede que entonces se ajuste a la baja el porcentaje de eficacia. Las vacunas más eficaces (una minoría) suelen rondar el 90%; la de la gripe, en cambio, tiene una eficacia entre el 10 y el 60% dependiendo del año, según Anthony Fauci, el director del  Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas de EEUU. Los resultados “intermedios” que acabamos de conocer están basados en la revisión de paneles independientes y son los que presentarán las farmacéuticas a las autoridades sanitarias para la aprobación. Pero van a mandar una nota de prensa, sino datos con más detalles, que lógicamente periodistas científicos y otros expertos quieren ver aunque no sea el análisis completo.

Todavía hay que pasar un durísimo invierno (ese que nuestros cuidadosos reporteros Marta Borraz y Raúl Sánchez ya están retratando aquí) y quedan meses para que una parte sustancial de la población esté inmunizada, pero hay muchos datos esperanzadores para aguantar lo que queda. 

Mientras llegaban las noticias de las vacunas tan esperadas, en España periodistas e incluso científicos se apresuraban, a menudo sin haber leído una línea de la información y sobre todo en redes, a levantar sospechas sobre los números, las intenciones oscuras de las farmacéuticas o incluso la utilidad de la vacuna. Igual que las alarmas saltaban a principios de año entre los más expertos en EEUU mientras en España andábamos despistados quitándole importancia a la amenaza de pandemia y mientras los medios éramos criticados por “sensacionalistas” por informar “demasiado” sobre el coronavirus.

Lo más descorazonador de todo en España ha sido escuchar a científicos prestigiosos difundir datos falsos sobre las vacunas, como que sólo sirven para curar síntomas o que sólo evitarán casos leves. Esto último no se sabe. Es una de las importantes incógnitas por resolver: los datos preliminares en el caso de Moderna muestran que sí previenen los casos más graves, pero no se puede afirmar con rotundidad hasta que más personas hayan sido vacunadas. Como mucho, se puede decir que es pronto para saberlo y es un dato crucial, pero no se puede afirmar lo contrario con contundencia. Este científico español explica bien lo que sabemos hasta ahora sobre el proceso. 

“A mí me sorprende que, el otro día con la noticia de Pfizer, la atención de los medios, y de cierta comunidad científica, pasó rápido de los aspectos más positivos a los más negativos”, decía también César Hernández, negociador de la UE para la compra de vacunas, en esta excelente entrevista que le hizo Belén Remacha. 

Las ideas preconcebidas sobre la realidad son algo casi inevitable para cualquier persona. Dependen de nuestra experiencia, como un compás general sobre el bien y el mal que se nos va quedando, y de la cultura en la que crecemos. El reto es no dejar que nos impidan ver la realidad, sobre todo cuando nuestra misión es contarla. 

El pesimismo y el escepticismo son dos rasgos que caracterizan al legado europeo. Los prejuicios contra las farmacéuticas y los abusos del capitalismo, también. Y a menudo están justificados. Sin duda, se puede criticar ahora mucho de lo que han hecho las farmacéuticas en esta crisis, como que no estén cumpliendo con el compromiso de hacer un reparto equitativo de las vacunas para que los países más pobres no se queden atrás, algo que es malo para todos como explicaba en este artículo Icíar Gutiérrez (Pfizer ni siquiera está en el programa Covax para evitar esto). O que mantengan las habituales ventas de acciones de sus ejecutivos con el riesgo de erosionar la confianza en la vacuna. O que no publiquen todos los datos que tengan aunque sean provisionales. 

No vamos a imbuirnos de la noche a la mañana del optimismo inquebrantable de los americanos y nuestros científicos o nuestros expertos no van a salir como Anthony Fauci anunciando que llega “la caballería” a salvarnos. 

Pero alegrémonos un poco más de los prometedores anuncios de los científicos y guardemos más dosis de escepticismo para los que más nos han fallado y nos siguen fallando en esta pandemia: nuestros políticos.

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