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El futuro de las zonas ocupadas en Ucrania

Analista de conflictos, política internacional y procesos de paz
El 28 de abril, el ejército ruso lanzó ataques masivos con misiles contra Ucrania. En la imagen, un desescombro en Kiev

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El escollo principal para empezar una negociación de paz en Ucrania es, sin duda alguna, el futuro estatus de los territorios ocupados por Rusia, que abarcan zonas del este y del sur del país. Sobre la región del Donbás, la situada más al este, no hay que olvidar que en la primera ronda de las elecciones de 2019 venció el candidato prorruso, Yuriy Boyko, y que, junto a Crimea, el ruso es la lengua más común entre su población. Ucrania pone como condición previa para negociar la retirada de las tropas rusas volver a la situación anterior a 2014. Rusia, por su parte, no solo no quiere retirarse, sino que ha oficializado la anexión de estos territorios, que para el Kremlin ya forman parte de Rusia. Esta situación produce un bloqueo total hacia un eventual proceso de paz, y las demandas de respetar la integridad territorial, incluso por parte de China, caen en un saco roto. La situación, además, no tiene muchos precedentes si miramos el contexto global, pero un repaso a otros episodios de ocupaciones de territorios de un país vecino quizás nos pueda ayudar a entender la complejidad de encontrar salidas a esta situación que vive Ucrania.

El repaso a los conflictos por ocupación de territorios vecinos ocurridos desde la Segunda Guerra Mundial (excluyo, por tanto, las intervenciones de terceros países a territorios lejanos, como Irak o Afganistán) muestra que es un tipo de conflicto poco frecuente. Dejando de lado los conflictos fronterizos, un primer repaso nos indica la existencia de, al menos, 12 conflictos de este tipo. Por orden de antigüedad serían los de Tíbet (ocupado por China), Palestina (Israel), Altos del Golán (Israel), Chipre (Turquía), Timor-Leste (Indonesia), Sáhara Occidental (Marruecos), Osetia del Sur (Rusia), Nagorno-Karabaj (Armenia), Kuwait (Irak), Abjasia (Rusia), y Ucrania (Rusia), primero en 2014 y después en 2022.

Hay varios elementos que destacar. El primero de ellos es que la mitad se han producido en Europa, cuatro de los cuales ha tenido a Rusia como protagonista. La segunda cuestión es que en siete de los 12 casos se ha producido una anexión, no solo una ocupación, lo que complica más las cosas. En tercer lugar, en la mayoría de los casos (10), el conflicto no se ha resuelto, lo cual es muy significativo y nos da cuenta de la dificultad de cualquier negociación.

Solo en un caso se ha producido una victoria militar y, en cambio, no se ha producido ningún acuerdo de paz sostenido en el tiempo (excluyo el caso de Timor-Leste, al tratarse de un proceso de descolonización). Y, finalmente, en nueve casos, la mayoría, ha existido algún tipo de mediación, sea por parte de Naciones Unidas (seis casos), la OSCE, la Unión Europea y grupos de contacto (el Grupo de Minsk para Nagorno-Karabaj, y el Cuarteto para el caso de Ucrania en 2014). A esta lista podría añadirse, a título de observación, el conflicto de la minoría serbia que habita en el norte de Kosovo pues la posible resolución de este caso podría dar algunas pistas para el caso ucraniano.

¿Se pueden sacar algunas lecciones de estos ejemplos, más allá de constatar el protagonismo de Europa, el elevado nivel de anexión, la no resolución de dichos conflictos, la ausencia de acuerdos de paz sostenibles y la existencia de mediaciones? Lo cierto es que muy pocas. La ocupación de Ucrania por parte de Rusia en 2022 supuso un auténtico terremoto geopolítico, con unas dimensiones militares, económicas, políticas y humanitarias (la población refugiada) muy pocas veces vistas en los conflictos armados contemporáneos, por lo que esta guerra es singular y ha adquirido unas consecuencias no comparables.

Otro elemento que tener en cuenta es el fracaso de los referéndums de autodeterminación celebrados en 33 territorios desde la Segunda Guerra Mundial, que excluyen los casos de descolonización, donde ninguno ha dado resultado si no ha sido realizado de común acuerdo entre las partes interesadas. Sea cual sea el resultado, cuando se ha hecho de manera unilateral nunca se ha producido un reconocimiento internacional del resultado de la consulta. Lo comento por los defectuosos referéndums promovidos por Rusia en tres territorios ucranianos, una parodia sin ningún tipo de garantías, en medio de la guerra y con gran parte de su población refugiada o desplazada.

Antes de iniciarse la guerra de 2022, había varias posibilidades a explorar en cuanto al futuro de estas regiones rusófilas de Ucrania, pero la dimensión de la guerra y, muy en particular, el ataque indiscriminado a la población y a las infraestructuras civiles, ha desencadenado un odio mutuo que imposibilitará la convivencia y la discusión de fórmulas autonomistas, federalistas o, incluso, de condominio.

A pesar de ello, en una eventual mesa de negociación habrá que buscar una salida a este aspecto, el más decisivo, y no será nada extraño que, incluso, se proponga una partición, por mucho que se rechace en la actualidad. De hecho, y ante la sorpresa de muchos, esta fórmula ya la propuso la ONU a principios de los años noventa para el caso del Sáhara Occidental, entre cuatro opciones.

De una forma u otra, es probable que la fórmula “paz por territorios” acabe siendo la opción más factible en una negociación futura, una vez las dos partes en conflicto constaten que no hay avances militares sustantivos y que la guerra podría perpetuarse largo tiempo. Es injusto, va en contra del derecho internacional y de la Carta de Naciones Unidas, aunque Rusia se ampara en ella aduciendo que se trata de legítima defensa, pero de momento no se vislumbra otra salida.

Además, hay que tener en cuenta que, de los ocho casos mencionados de conflictos por ocupación no resueltos (excluyo los dos casos de Ucrania), la media de su antigüedad es de 46 años, un dato que no invita al optimismo y que muestra cuán difícil es encontrar un final feliz para dichos conflictos. Está claro que no es una buena solución, pero seguramente ya no existe ninguna que lo sea y tenga viabilidad de llevarse a cabo.

Esa dificultad para iniciar negociaciones se ha vuelto todavía más improbable cuando, entre aplausos de los socios, el secretario general de la OTAN aboga y alienta que Ucrania acabe entrando en la OTAN, lo cual indica que no se ha aprendido nada de las causas primeras del surgimiento del conflicto, ya en 2014, puesto que Rusia percibe como una amenaza cualquier intento de ampliar la OTAN hacia su frontera. Parece que nos obstinamos en repetir los errores del pasado, y eso es muy mala noticia, pues alargará la guerra y hará aumentar la destrucción del Este del país y el sufrimiento de las víctimas. La paz se ha vuelto imposible porque no se busca.

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