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El 'peligro amarillo'

Imagen de archivo del presidente chino, Xi Jinping

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Los países más industrializados del mundo (excluyendo por supuesto a China), han declarado en la reunión del G7 celebrada recientemente en Hiroshima –con la presencia adicional de la Unión Europea–, que tienen la voluntad de contrarrestar de forma coordinada las “prácticas malignas” y “actos de coacción económica” que estaría empleando Beijing para obtener ventajas ilegítimas o influir en las políticas de otros países, si bien no han dado ningún ejemplo concreto de esas prácticas o actos coactivos. 

Ya el Concepto Estratégico de la OTAN, aprobado en Madrid en junio de 2022, declaraba que las ambiciones y las políticas coercitivas de la República Popular China ponen en peligro nuestros intereses, nuestra seguridad y nuestros valores, y que sus operaciones híbridas y cibernéticas y su retórica de enfrentamiento y desinformación van dirigidas contra los Aliados, y son perjudiciales para la seguridad de la Alianza. Es decir, se involucraba a la OTAN en la pugna de Estados Unidos con China, que es tecnológica, comercial y económica, acusándola de subvertir el orden internacional basado en reglas, que es precisamente lo que Beijing –por su propio interés– siempre ha defendido, por ejemplo, en el pasado reciente, ante el proteccionismo de Trump. Lo que temen los dirigentes chinos es que cuando el G7 habla de reglas, las reglas sean las que deciden ellos, que siguen manteniendo el control de la mayoría de las instituciones internacionales.

Es evidente que el régimen chino es dictatorial y antidemocrático. El sometimiento del Tíbet y de Sinkiang, la represión criminal sobre pueblos enteros, como los uigures, o sobre cualquier disidente político, la absoluta falta de seguridad jurídica, así lo demuestran. Concentra lo peor de los dos sistemas que se enfrentaron en el siglo XX. Del llamado socialismo real toma la falta de libertad, la dictadura del partido único que se nutre solo de adeptos por cooptación, a lo que se añade en este caso un control exhaustivo de la población por medios tecnológicos, hasta vulnerar su propia intimidad. Del sistema capitalista toma uno de los modelos más desiguales y deshumanizados del mundo: frente a muchos millonarios y lujosos edificios e instalaciones, hay aún una gran parte de la población muy atrasada que vive en condiciones casi medievales, aunque es cierto que muchos millones han salido de la pobreza en los últimos años. Las prestaciones sociales no cubren las necesidades mínimas de la población y, en algunas zonas rurales, los servicios públicos esenciales, como la sanidad, son muy deficitarios. En estos aspectos políticos internos, las democracias liberales occidentales –aunque imperfectas– pueden darle muchas lecciones al sistema chino, están a años luz en términos de libertades y derechos humanos.

Pero en lo que se refiere a su proyección sobre el resto del planeta, en su actuación internacional, hay pocos países que puedan presumir de un comportamiento -histórico o actual- suficientemente presentable como para dar lecciones a nadie. Beijing ha ejercido hasta ahora el principio de no injerencia y respeto a la soberanía y al régimen político de todos los países, cualesquiera que fueran sus características. Nunca ha intentado exportar su modelo como sí hizo la Unión Soviética, al menos en los tiempos del Komintern. Su creciente expansión es puramente económica y comercial, nunca ha intentado aprovecharlo políticamente en ningún lugar, ni cambiar ningún sistema de gobierno. Defiende un mundo multipolar y pacífico, de mutuo respeto, que es lo que conviene a su política comercial.

Los países del G7 quieren seguir dirigiendo un mundo que es muy diferente del que había cuando se creó el grupo, en los años setenta del siglo pasado. Lanzan acusaciones genéricas, pero claramente hostiles, a China sobre prácticas que al parecer les escandalizan. Claro, como es sabido, la política económica de los países más industrializados no ejerce ninguna coacción económica sobre ningún otro país -si no me creen pregunten en Grecia o en algunos países latinoamericanos-, ni ninguna práctica maligna que podría permitirles, por ejemplo, explotar los recursos de otros países para su propio provecho. Nunca. Es China la que es muy maligna y cuando invierte en otro país quiere aumentar su influencia en él, no como las potencias occidentales que actúan siempre de acuerdo con las reglas y en beneficio del país de que se trate, en una demostración de filantropía, digna de encomio. Y ahora quieren venir los chinos a cambiar todo lo que ha funcionado siempre tan bien.

Vaya usted a saber si cuando Lehman Brothers quebró, en septiembre de 2008, dando lugar a la mayor crisis económica mundial desde el crack de Wall Street en 1929, que afectó sobre todo a los países más débiles y las clases más desfavorecidas, no andaba por ahí escondido Fu Manchú, con esas uñas horrorosas, tramándolo todo. Del sistema liberal capitalista no pudo venir, porque es un sistema benigno. Que el 10% de la población acumule el 76% de la riqueza global, mientras que la mitad más pobre de la población sólo posee el 2%, según el Informe de Desigualdad en el Mundo, de 2022, y que la diferencia entre el 10% más rico y el 50% más pobre prácticamente se haya doblado -ha pasado de ser 8,5 veces superior a 15 veces-, son cosas que pasan. No es que el sistema capitalista lleve a cabo políticas económicas malignas, es que hay mucho vago.

Luego está el tema de la posición de China ante la agresión rusa a Ucrania. Puede que China no esté mandando armas ni municiones a Rusia, hasta ahí podíamos llegar. Pero la posición de Beijing no está suficientemente clara, no se ve una condena firme, no hay bloqueo... Ese plan de paz que ni siquiera contempla la rendición incondicional de Moscú... El G7 quiere que Beijing presione a Putin, es lo mínimo. Como ha dicho el Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad: “Ante un conflicto que afecta a la integridad territorial y la soberanía de un estado independiente, cualquier supuesta neutralidad equivale en realidad a ponerse del lado del agresor”. Es decir, hay que situarse claramente frente a un agresor de la soberanía ajena. En este caso, claro. No es lo mismo que cuando la OTAN bombardeó Belgrado en 1999, causando centenares de víctimas civiles, para facilitar la secesión de Kosovo. Eso fue distinto. Serbia estaba masacrando a los kosovares, con la excusa de su integridad territorial y su soberanía, no como Ucrania que siempre trató amablemente a los secesionistas del Donbás. A ver si los chinos aprenden de una vez a distinguir entre los buenos y los malos.

Por otra parte, China, es decir, la República Popular China, pretende unificarse con la República de China, también conocida como Taiwán, dónde se instaló en 1949 el Kuomintang chino, después de la victoria en el continente del Partido Comunista en la guerra civil. Sin que le frene el hecho de que Taiwán sea el primer productor de microprocesadores del mundo, con diferencia. Qué descaro. ¿A quién se le ocurre tratar de recuperar la integridad territorial del país? Perdón, lo formularé de otra manera: ¿A quién se le ocurre tratar de recuperar la integridad territorial de ESE país? Esto no se puede tolerar. Desde luego, no cabe duda de que Beijing tiene el mismo interés en atenerse a la voluntad de los taiwaneses, que Israel a la de los palestinos, Marruecos a la de los saharauis, o Ucrania a la de los crimeos.

Además, Beijing extiende sus malignos tentáculos por todo el mundo. Cada vez tiene más inversiones y proyectos en África, Latinoamérica, incluso Europa. Desde la llegada de Xi Jinping al poder también ha puesto en marcha una política exterior y de seguridad más ambiciosa. Ha aumentado la inversión militar, aunque su gasto en defensa es todavía poco más de la tercera parte del de EEUU y solo algo superior al agregado de los 27 miembros de la UE, según datos del Instituto de la Paz de Estocolmo (SIPRI). Es verdad que hasta ahora sus únicas acciones militares han sido en torno a Taiwán para dejar claro que no admitirían un cambio de su estatus, y en las zonas marítimas que necesita controlar para acceder al estrecho de Malaca, un punto vital para su comercio. Nunca han agredido a ningún otro país, si descontamos el apoyo a Pyongyang en la guerra de Corea. Pero ¡oh!, cuidado, ya tiene una base militar en el extranjero, nada menos que en Yibuti. ¿Que EEUU tiene 750 bases militares en más de 80 países? Sí, claro, pero es que empezó antes. Esto de China es como los cocodrilos, que si no los matas de pequeñitos...

Al final, lo que nos va a salvar es la OTANMCM, la Organización del Tratado del Atlántico Norte y del Mar de la China Meridional. ¿Que no han oído hablar de esta organización? Bueno, es que estamos en ello, ahora nos encontramos en la fase de concienciar a la opinión pública, ya saben, todo tiene sus pasos. Con la ayuda de los medios de comunicación que siempre dicen la verdad, o sea los nuestros. Se trata de reunir a todos los buenos, es decir, los miembros de la OTAN actual, más los amigos lejanos, Australia, Nueva Zelanda, otros que, aunque son un poco más raros, también pueden ayudar, como Filipinas, y lo estamos intentando con India, esto es importante, es un país muy grande, el único que puede tener nivel para rivalizar con China en la zona. Por eso, lo que antes se llamaba área Asia-Pacífico ahora se llama área Indo-Pacífico, aunque a nosotros la India, en realidad, que quieren que les diga... Pero bueno, en resumen, que cuando lo tengamos organizado todo se van a enterar los chinos. Y ahora con Finlandia, además, que ya se sabe que los chinos y Finlandia nunca han hecho buenas migas.

A lo mejor ustedes piensan, en su ignorancia, que China no representa ninguna amenaza para la seguridad europea, que la pugna comercial y tecnológica con EEUU no es asunto de nuestra incumbencia, incluso que podríamos sacar partido de ella, defendiendo en cada caso nuestros propios intereses, o que a Europa las relaciones comerciales con el gigante asiático -que no tiene en nuestro continente ninguna influencia política- les resultan muy beneficiosas, especialmente para algunos países básicamente exportadores. Pero es porque ustedes no se han dado cuenta de que China es un rival sistémico. ¿Cómo que eso qué es? A ver si estudiamos un poquito.

Creo que, si conseguimos que se unan China y Rusia -muy debilitada eso sí-, tendríamos ahí el bloque de los malos, claramente definido. Así volveríamos al mundo bipolar, donde todo está claro y prístino, no como ahora, que esto es un caos, no se sabe ni quién manda.  Y si me apuran un poco, siguiendo las acertadas y providenciales directrices anglosajonas, no tardaríamos en derrotarlos y volver triunfales al fin de la historia, 1992, cuando solo quedaba un bando. Los buenos tiempos. Es verdad que existen además esos países que ahora llaman el sur global. Pero bueno, solo son algunos miles de millones de personas, y muchos de ellos son negros o indios. Y pobres ¿A quién le importan? Además, en el mundo bipolar que estamos construyendo, ya sabrán ellos lo que les conviene. Y si no, ya tuvimos antes aquel movimiento de países no alineados, ¿recuerdan? Y para lo que sirvió...

En fin, que ya sabíamos que Rusia es Satanás (reiteremos nuestra condena de la invasión de Ucrania para que nadie aproveche ningún resquicio), y ahora sabemos que China es Belcebú. Quieren devorarnos, eso deben tenerlo ustedes claro. Y destruir nuestro mundo, en el que todos somos tan felices. Menos mal que los brillantes ángeles de Wall Street y el Pentágono servirán de luz y guía a los honestos dirigentes del G7 y la OTAN para encontrar el camino verdadero que nos permita defendernos de tan maléficos y agresivos regímenes. Pueden ustedes dormir tranquilos.

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