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Puerta del desierto, camino hacia Europa

La ciudad nigerina de Agadez, también conocida como 'la puerta del desierto' por su posición estratégica.

Josep Borrell

Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación en funciones —

Níger ocupa un vasto territorio (1.200.000 km2, 2,4 veces España) del que el 80% es desértico o semidesértico. La ciudad de Agadez, que ya era el punto estratégico de las caravanas de oro y sal del s. XV, es la última etapa entre el África Subsahariana y el Sáhara. Y, precisamente de allí salen las ahora caravanas de emigrantes que pretenden llegar al Mediterráneo y a Europa.

Por esta puerta del desierto pasan el 80% de los subsaharianos que se juegan la vida en un aventurado viaje. Pocos días después de visitar ese país, las noticias recogían el rescate de 400 de ellos perdidos en ese mar de arena, abandonados por los organizadores del viaje. Son los llamamos traficantes de seres humanos aunque para los nativos de Agadez organizar el paso por el desierto ha sido una actividad ancestral asociada a su forma de vida. Pero ahora Níger es paso ineludible en la ruta del Mediterráneo Central al conectar África Subsahariana con Libia. Y miles de jóvenes (334.000 en el 2016) procedentes de Gambia, Camerún, Benín, Costa de Marfil o Mali se aventuran cada año rumbo al Norte en busca del sueño europeo. No sabemos cuántos perecen en el camino, pero para la Organización Internacional de las Migraciones, los que se pierden en el desierto pueden ser tantos como los que se ahogan en el mar.

Organizar ese flujo constituye la materia prima de una lucrativa actividad que irriga toda la sociedad. Lo que antes era algo considerado habitual y de pequeñas dimensiones ahora constituye una actividad ilegal contra la cual el Gobierno nigerino acaba de promulgar una Ley que, en ese ámbito territorial y social, puede ser revolucionaria. Es la primera Ley de este tipo, con el objetivo de reforzar los controles para luchar contra la corrupción policial.

A esta medida se oponían el principio de libre circulación vigente en la Comunidad de Estados de África Occidental, y también las tribus tuaregs que veían peligrar el negocio del traslado de migrantes a Libia después de que el turismo desapareciese virtualmente tras los ataques terroristas de 2011.

Para hacer frente a la ingente tarea de controlar una frontera tan extensa como porosa, España colabora con un equipo conjunto de investigación de la Policía Nacional, gendarmes franceses y policías nigerinos, que ha creado una unidad especializada en la lucha contra las redes de tráfico. Entre 2016 y 2109, gracias a nuestra Policía Nacional y Guardia Civil, 300 vehículos fueron incautados y 500 traficantes detenidos. Es un modelo de éxito que quiere implementarse en otros países subsaharianos, pero harían falta muchos más efectivos para controlar ese inmenso espacio.

Y Níger es un país pobre, sin los recursos para poder hacerlo por sí mismo, y que no ve en ello una prioridad. El gasto en seguridad se ha multiplicado por 15 en el último lustro, y ya supone más del 10% del presupuesto estatal. Obviamente, esto hipoteca las posibilidades de desarrollo del país.

Si una imagen vale más que mil palabras, basta con adentrarse en la capital, Niamey para experimentar en vivo y en directo la sensación de estar en uno de los países con el peor índice de Desarrollo Humano del mundo. En efecto, Níger ocupa el puesto 187 de países en el ranking de Naciones Unidas. La maternidad de Niamey, construida hace años por la Cooperación Española, cuando dedicábamos a la ayuda al desarrollo muchos más recursos que ahora, es un buen ejemplo de las agudas carencias en materia de atención sanitaria. Las cunetas y arcenes de calles de tierra y carreteras sin asfaltar están ocupadas por los puestos de comida y vendedores de todo tipo, multitudes que transitan hablando por el móvil en un país donde las personas que consiguen acceder a una conexión eléctrica o ver como mana agua de un grifo son unos auténticos privilegiados.

Esos móviles son las ventanas a través de las que se asoman los nigerinos a un mundo en el que descubren que hay otras vidas posibles. Vidas muy diferentes a las que ellos viven en el corazón de la pobreza del continente más pobre. Pero los nigerinos no son especialmente emigrantes. Parecen anclados a su tierra, muy reticentes a abandonarla, mientras ven pasar a sus vecinos camino de Europa. Y esos emigrantes proceden de países que no son precisamente cómodos vecinos. El Mali y Burkina Fasso por el Oeste, donde rebeldes tuaregs y yihadistas campan a sus anchas, al Norte, Argelia y Libia, con quien Níger comparte gran parte del Sáhara en el que se esconden grupos radicales, al este, Chad; y al Sur, la frontera con Nigeria, donde su ubica la base de operaciones de Boko Haram.

En Níger, el 60% de sus 19 millones de habitantes viven con menos de un dólar al día, y el 82 % con menos de dos. Tienen una esperanza de vida de 60 años y la tasa de natalidad más alta del mundo con un promedio de hijos por mujer de 7,14, algo que produce una población compuesta en su mayoría por personas menores de 14 años. Níger sufre, también, la maldición de los recursos minerales, ya que los nigerinos se asientan sobre una de las mayores reservas de uranio. Son el cuarto productor mundial y primero de África. Alimentan, sobre todo, a las centrales nucleares francesas: el 75% de la electricidad gala procede de ese mismo uranio. Mientras que, paradójicamente el 90% de los hogares nigerinos no cuentan con electricidad.

Desde 2005 las ONGD internacionales están establecidas en el país, y han contribuido a salvar vidas, pero la pobreza persiste. La dependencia de la agricultura y la climatología sumen a Níger en una situación crisis alimentaria estructural con cerca de 4,3 millones de personas – de 19 que componen su población- en una situación de vulnerabilidad; una malnutrición crónica del 42,5% de la población.

Pero no es sólo el cambio climático es el causante de esta realidad. La falta de formación y de medios incrementan las dificultades de producción y suministro de alimentos. A combatir esas carencias contribuye la Cooperación Española a través de proyectos de capacitación agraria y agropecuaria que crean centros de reproducción y cuidado del ganado. Actividades extremadamente meritorias y útiles pero que requerirían un esfuerzo a escala europea de mucha mayor dimensión.

Este difícil contexto es de destacar la Iniciativa 3N (“les Nigerians Nourrisent les Nigerians”) promovida por el actual gobierno y a cuyo frente se encuentra un Alto Comisionado que me impresionó por su grado de preparación técnica, y su compromiso con su misión. Se trata de un programa con apoyo firme de la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (AECID), con el objetivo de promover la producción alimentaria local con la creación de empleos agrícolas para jóvenes y la construcción de una red de regadío en un país sediento pero por donde circula el caudal del río Níger. Un objetivo políticamente movilizador que el Alto Comisionado sintetizaba diciendo que “la VI República devolvió la Paz y la Iniciativa 3N trata de devolver la dignidad a los nigerinos”.

El futuro de Níger pasa también por la gestión de los miles de kilómetros de sus fronteras porosas sometidas a la presión migratoria de sus vecinos. Sin controlar su espacio físico, el país difícilmente podrá estabilizarse.

A ello también contribuimos con la creación, entrenamiento y equipos de los Grupos de Acción Rápida a los que pude también visitar. Están dirigidos a los países del G5 Sahel +Senegal, y los lidera la Guardia Civil, junto con Francia, Italia y Portugal. El proyecto busca reforzar las capacidades de vigilancia y lucha contra el crimen en áreas rurales haciendo operacionales a un batallón por cada país. Otra actividad de enorme importancia pero que necesitaría ser desarrollada a mucha mayor escala. Y para nuestro propio beneficio tanto o más que para el de los nigerinos.

El control de la demografía es la gran asignatura de todos los países del Sahel. En 1960 El promedio de hijos por mujer era de 7,5. Hoy sigue siendo más o menos el mismo, el 7,2. La población se duplicará sumando otros 18 millones en 20 años si este dato no se revierte. Lo cual significaría que más de 36 millones de personas vivirían en un país que ocupa, como hemos dicho, los últimos lugares en el índice de desarrollo humano, porque esa misma dinámica demográfica le impedirá desarrollarse.

Europa debe mirar a África sin tener una actitud paterno-colonialista sino con una política de desarrollo compartido. La contribución de este gobierno, durante la pasada legislatura, ha sido la elaboración del III Plan África, que tiene cuatro pilares básicos: paz y seguridad, crecimiento económico generador de empleo, fortalecimiento institucional y movilidad regular y ordenada.

Pero Europa, y con ella España, tiene que invertir e interesarse mucho más por África, aunque haya que precisar de que África hablamos porque hay varias y el Sahel es sólo una de ellas, aunque sea la que más debe preocuparnos. Sólo si somos capaces de entender que nuestro futuro va ligado al de países como Níger seremos capaces de hacer frente a nuestros retos comunes, entre ellos los de la paz y seguridad.

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