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1-O, con O

Agentes de la policía nacional forcejean con una mujer que intenta votar en el colegio Ramon Llull de Barcelona.

Barbijaputa

Se están escribiendo (y se escribirán estos días) muchos artículos sobre el 1-O. No faltarán críticas desde todos los ángulos, colores y perspectivas. Cuando pasen unas semanas habrá un total X de opiniones y la mayoría, ya les adelanto, que serán de autoría masculina. También en la tele nos lo contaron ayer una mayoría de hombres, y en las mesas de los platós abundaban ellos también. Hoy y mañana, y pasado, esta tónica se repetirá.

También son ellos los encargados de liderar los partidos políticos que han sido incapaces de entablar un diálogo -unos por supuesto más que otros, todo hay que decirlo- y que ha derivado en lo que llevamos oliendo semanas y terminamos de comernos de ayer. No entraremos aquí en quién dijo qué, quién hizo qué, seguro que tienen a sus periodistas ya elegidos para ese seguimiento.

Aquí sólo voy a poner de relieve qué genero hace y dice qué. Resaltar qué papel tienen y han tenido ellos y ellas. Porque no sé si se han fijado, pero son ellos los que ocupan cargos directivos de las asociaciones que impulsan manifestaciones como la que vimos en Cibeles hace unos días, con saludos fascistas en la vía pública. También son ellos los que ocupaban y conducían las patrullas que salían hacia Cataluña como si fueran a la guerra, y también fueron ellos los que chocaron las manos de los guardia civiles bajo el grito de “a por ellos”. Hay ellas asistiendo a ese lamentable espectáculo, sí, pero se las ve sonriendo o limitándose a hacer fotos, como meras espectadoras (no es secreto tampoco que el machismo se sustenta también gracias a la colaboración de mujeres, si no ¿de qué íbamos a estar donde estamos?) El “A por ellos”, de todas formas, es difícil imaginarlo saliendo primero de la boca de una mujer: es un grito acuñado por ellos y usado en espacios masculinos como guerras o campos de fútbol. Precisamente como si de una guerra o campo de fútbol se tratase han actuado las fuerzas de “seguridad”, por supuesto también hombres, que mientras con una mano apaleaban a la ciudadanía, con la otra manoseaban los cuerpos de las mujeres, según denunció Ada Colau.

El género que dictó las órdenes de cargar contra la población también es masculino, el mismo que ejecutó las órdenes. Las palizas las dieron ellos: la represión violenta fue, como siempre, masculina. MUY masculina:

Se comenta solo el tuit...

Hace poco, Dani Mateo dijo en Tuiter lo siguiente:

Alguien puede pensar entonces qué pasa con Inés Arrimadas o Andrea Levy, por ejemplo, que también son políticas que han contribuido al 1-O con sus aportaciones libres de testosterona. La diferencia entre las alcaldesas y las políticas de partidos como Ciudadanos y PP, es que ni Carmena ni Colau tienen que seguir la línea fija y estricta que marcan desde arriba los dueños del tinglao de turno. A eso se le une que mientras un partido no sea feminista, las mujeres que lo conformen ni podrán ni querrán feminizarlo, porque no tienen conciencia de género para ello, y de alcanzarla, tendrían que abandonar su militancia o sus poltronas: por coherencia, más que nada.

Los partidos de derechas, además, disfrutan de poca democracia interna y menos aún libertad para opinar en contra de lo marcado. Sólo hay que ver la representación femenina que tienen para entender que las mujeres son algo accesorio, que se pueden tener o no tener, y que de haberlas, están bastante conformes con el no salirse del camino que diseñaron otros hombres. Como dijo Simone de Beauvoir: “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”.

Pero Carmena y Colau sí dejan claro el papel dialogante que pudo marcar este 1-O, porque son mujeres con poder, sí, pero sobre todo son mujeres feministas, con conciencia de género, y que no tienen por encima un señor que les marque la línea a seguir. Por eso no se puede comparar a unas y otras.

Es la conciencia feminista la que marca la diferencia, es decir, no sólo ser mujer, sino ser conscientes de lo que eso implica: compartir experiencias de opresión por el hecho de ser mujer. Y para ilustrarlo podemos recordar cómo Inés Arrimadas se quejaba en redes de haber recibido comentarios machistas, pero que espetó un “qué esperaba” cuando le pasó a Anna Gabriel. Ambas compartieron experiencias por ser mujeres, pero sólo Anna Gabriel la apoyó sin fisura. Anna Gabriel no sólo es feminista, sino que pertenece a un partido que también se proclama como tal. Arrimadas no sólo pone peros a su feminismo cuando le preguntan, sino que forma parte de un partido profundamente misógino con proyectos tan dañinos como aquella reforma que planeaban sobre la Ley de Violencia de Género. Una tiene perspectiva feminista, la otra carece de ella. Ésa es la diferencia.

(No hablaremos hoy de otras opresiones que se interseccionan con la de género, pero dejamos este enlace por aquí por si alguien quiere completar la lectura.)

A mí no me cabe duda de que tanto Carmena como Colau podrían haber hecho que este 1-O hubiera sido algo completamente distinto, que hubiera habido más diálogo y, sobre todo, más ganas de entender a la persona que está enfrente. Pero tampoco nos llevemos a error, mujeres como Carmena y Colau siguen siendo insuficientes por dos motivos: primero, porque se pueden equivocar y el sistema permitir que se equivoquen, siendo los grupos oprimidos los únicos que sufran dichos errores; y segundo, porque a pesar de ser mujeres feministas, sus buenas intenciones no dejan de estar limitadas y constreñidas por un sistema que sigue siendo capitalista y patriarcal, y con el que chocan una y otra vez.

Y es este sistema contra el que estamos librando la verdadera batalla.

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