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¡Alcalde, todos somos contingentes!

El alcalde de Vigo, Abel Caballero, en su despacho de alcaldía

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Cuando el domingo 28 de mayo a la noche algún partido eche cuentas y se proclame ganador de las elecciones municipales, ni caso. Es verdad que, al celebrarse en toda España -a diferencia de las autonómicas-, permiten el resultadismo, y el partido más votado en toda España se proclamará ganador, y lo mismo el que consiga más ayuntamientos o más capitales de provincia. Ya digo, ni caso. El 28M no se celebran “las elecciones municipales”, no existe tal cosa: lo que se celebran son 8.131 elecciones, tantas como municipios, y cada una tiene su interpretación, que solo conocen de verdad los vecinos de cada pueblo o ciudad, y poca relación suele tener con la política nacional.

Lo pienso estos días, cuando viajo por España y en cada lugar pregunto sobre la política municipal. Mis anfitriones me cuentan de alcaldes, alcaldables y alcaldadas, partidos locales, alianzas, cambios de sillón y de chaqueta, parentescos y rivalidades, cotilleos y un jugoso anecdotario. Y yo no entiendo nada, como buen forastero. Lo mismo que cuando desde fuera vemos la reelección de tal o cual alcalde y no nos la explicamos: alcaldes que llevan décadas en el poder -algunos desde las primeras municipales, y aun antes-; alcaldes que han cambiado de partido sin dejar el sillón, o que han creado su propio partido; alcaldes que son hijos de alcaldes -en la provincia de Ourense hay tradición de heredar el bastón-; alcaldes imputados por corrupción, incluso condenados, y que siguen ganando elecciones -en los años del pelotazo urbanístico era un clásico-; alcaldes bajo sospecha que continúan una larga saga -el caso de Orihuela, donde ya han perdido la cuenta de alcaldes en el banquillo, incluido el actual candidato; o el más escandaloso de Marbella, que no levanta cabeza desde Gil-; alcaldes de claro perfil caciquil, alcaldes empresarios, alcaldes ex famosos -a menudo de fama solo local-; alcaldes pintorescos, chuscos, campechanos pero de verdad… Sigan ustedes la lista de perfiles de alcalde, que seguro que me dejo fuera al de su pueblo.

Esos son los que nos llaman la atención y no comprendemos, claro. También está la mayoría que no tienen nada que ver con todo lo anterior, que son buenos gestores, que no sobresaltan a sus vecinos, que han resuelto una necesidad histórica de su municipio, hacen que todo funcione razonablemente o han traído la decencia después de años de corrupción. Y aquellos alcaldes que llegan a contracorriente, al margen de partidos, salidos de agrupaciones de vecinos hartos de sus anteriores gobernantes, que el bipartidismo se acabó en muchos municipios bastante antes de que llegase la nueva política. Unos y otros, son alcaldes de su pueblo o ciudad antes que de un partido, aunque se presenten bajo unas siglas que normalmente se empequeñecen en el cartel frente al nombre del candidato con su foto.

Solo hay que ver la distorsión que se produce en tantos municipios entre los votos de las municipales y los de las generales. Ciudades que votan mayoritariamente a la derecha pero eligen un alcalde de izquierda, y al revés. O alcaldes como el de Vigo, que doblan en municipales los votos de su partido en generales. Y solo hay que ver lo poco que los líderes nacionales, y a menudo también regionales, pintan en la campaña, mera estrella invitada cuando acuden a un mitin.

En fin, que eso es lo que se vota el 28M, no lo perdamos de vista. Y recordemos en la noche electoral que, en muchos casos, la interpretación política tiene poco que ver con el gobierno de coalición, Feijóo, ETA o la inflación, y más con asuntos estrictamente locales, y con esa figura central que es el alcalde, al que, como en la memorable escena de Amanece que no es poco, muchos vecinos siguen viendo necesarios, y todos lo demás somos contingentes. Incluidos Sánchez o Feijóo.

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