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Apología de la 'vestición'

Luis García Berlanga
28 de diciembre de 2022 22:24 h

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Lo obsceno del porno no consiste en un exceso de sexo, sino en que allí no hay sexo

Byung-Chul Han

Hubo una vez en que conseguí una entrevista a cambio de un paseo. Tenía yo 19 años bien puestos y un miedo cerval a no llevar a la emisora lo que me habían pedido, así que cuando José Luis García Berlanga me propuso trocarme las declaraciones por mi acompañamiento a ver las gónadas del caballo del Espartero –puro Berlanga, ya ven– no me lo pensé. La entrevista quedó bien, pero lo mejor fue la experiencia como cicerone de un personaje así. Ni me extrañó el pedido ni me perturbó. Tampoco lo hizo la conversación con un director erotómano, fetichista y desinhibido; tengan en cuenta que yo era admiradora del “pornographe du phonographe” –¡añorado Brassens!– y que en aquella época el deseo de los hombres ni nos daba miedo ni nos parecía una agresión. Natura amor.

Total que íbamos hacia El Espolón logroñés y, mientras, me contaba el maestro una de sus fantasías eróticas que él llamaba la de la vestición. Agotado el mostrar, le parecía a Berlanga que era especialmente erótica la imagen de la vestición de una mujer desnuda a la que poco a poco fuera revistiendo de delicadas prendas. Algo más tarde descubrí que, además, la palabra vestición tenía un componente algo irreverente ya que es el término utilizado para nombrar la toma de hábitos de un novicio o novicia o el revestimiento del manto de una Virgen. Puro Berlanga, insisto.

¿Por qué me pongo nostálgica? Porque soy una señora madura y porque eso le permite a mi cerebro establecer relaciones a veces inquietantes. Habrán oído hablar de la erótica del poder. Un concepto que se ha quedado antiguo, como casi todo los relativo al Eros que agoniza, si es que no ha muerto ya de mala puñalada. Nos sirven ahora la pornografía del poder, descarnado, abierto en sus grutas y sus flujos, fálico y brutal. El poder humillador o humillado, practicado por jóvenes de cuerpos y mentes pulidos, sin relieve ni arruga, y por viejos desenfrenados y nefandos.

Puede que no hayan cambiado en esencia las tortuosas cavernas por las que se desliza esa parte inmunda que les pone tan cachondos. Lo que sí ha cambiado es su exhibición desinhibida. De todo este episodio de bondage y sumisión de los órganos constitucionales –casi siempre por unos, también a veces por los otros–, de la exhibición del manoseo, de los golpes fálicos en las cara del adversario, de toda esa pornografía, lo que más me ha llamado la atención es que parece que no precisa ya ni de investigación ni de explicación ni de análisis.

Ellos montan la escena y luego nos la muestran y explican a su manera. Son pornstars y guionistas y cámaras a la par que onanistas del relato. Ahora resulta que todo es una jugada del Gobierno, que hizo virar a sus peones a tiempo para aceptar una propuesta de los conservadores y dejarles sorprendidos. Gran jugada. Ahora resulta que todo era una jugada de los conservadores, que crearon una dupla con una candidata mujer, progresista y feminista para que les fuera imposible explicar no votarla. Gran jugada.

O tal vez sacar de la ecuación al vocal cuyo hermano tenía que abstenerse. O tal vez el miedo a que ese vocal, liberado del compromiso de su hermano, votara esa dupla de los conservadores. O a que Europa censurara tanto gore. O quizá la sospecha de que un buen magistrado no se merecía llegar al TC con el estigma de una mayoría rebajada y una imposición gubernamental en solitario.

¡Lo cuentan! No es nuevo y es parte del problema que los propios vocales del CGPJ se prestan a ser soldados de una especie de grupo parlamentario inexistente comandado por uno de ellos, que es el que enlaza directamente con Ferraz o con Génova o con Moncloa, llegado el caso. Esos vocales que son parte de la ignominia y de la vergüenza y lo son de uno y otro lado. Ya no se tapan y van desnudos.

Ha llegado a saberse que Álvaro Cuesta les puso en orden y les dijo que ya no iban a votar a Bandrés, que ya le habían avisado a este que no saldría. Hemos sabido cómo los conservadores han hecho la pinza ordenada por el PP desde que rompieron ignominiosamente el último pacto. ¡Lo hacen con luz y taquígrafos! Yo, que he vivido por dentro tantos nombramientos, me asombro. Desnudos, abiertos, penetrados.

Por eso es preciso hacer apología de la vestición. Un moderno les diría ahora ¡tápense un poco! Y como es improbable que ellos solos decidan volverse a poner lentamente las prendas de la independencia, el prestigio, el sentido crítico, la responsabilidad frente a los pares, lo más probable es que tengamos que imponerles que lo hagan si queremos acabar con esta orgía de oprobio.

Esa es una de las cosas buenas de María Luisa Segoviano y que se ha dicho poco: tiene 72 años y si le sumas los nueve de mandato es harto improbable que vaya a tomar decisiones en función alimenticia de nuevos cargos o destinos. ¿Qué hacen llevando al Constitucional a señores y señoras que cuando salgan necesitarán seguir trabajando? Y en puestos mejores, que nadie quiere ser degradado. Habría no que rebajar sino que endurecer las condiciones para acceder a estos cargos. 15 años de ejercicio jurídico son una broma. En 15 años de ejercicio de cualquier cosa puedes aprender lo justo para no irte dando contra las paredes, pero no para establecer los pilares legales de toda una sociedad. Digamos que con eso le habríamos puesto lencería fina a este desastre.

Luego habría que decirle al pueblo en general, y al cualificado en particular, que castigue la pérdida de compostura. El mantenimiento del prestigio, de la imagen ante los pares; el poder llevar la frente alta, era un freno natural al desenfreno de la ambición. No entiendo que la carrera judicial, y el mundo jurídico en general, no someta a los hielos del ostracismo a los trepas.

La Constitución y la ley no son el problema, es el uso obsceno que se hace ellas. El PP no tiene nada que decir en los nombramientos que debe realizar el CGPJ. El Gobierno ya ha nombrado a los dos magistrados que le concede la Carta Magna y no tiene que decir nada respecto al progresista que nombre el CGPJ. Se la trae al pairo y hasta nos lo cuentan. Exijan que se cumpla el espíritu de la ley. Necesitamos a personas con ideas sobre la vida y la política –¡cómo no, son órganos políticos y no tribunales!– pero no sumisos. Esa sumisión pornográfica destila su ponzoña hasta manchar a todos los jueces, incluso los honestos que lo único que hacen es currar cada día sin medios y sin expectativas de mejorar profesionalmente.

A los amantes de la pornografía, un último consejo: no jadeen demasiado con ninguno de ellos, pueden quedarse corridos cuando cambien inopinadamente de idea. A las pruebas me remito.

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