Por qué la banca siempre gana
El año 2022, que por fin hemos logrado dejar atrás, ha sido especialmente duro para la gran mayoría de personas y empresas de este país. Justo cuando parecía que podíamos empezar a respirar tras los estragos de la pandemia, la invasión rusa de Ucrania puso la economía mundial de nuevo patas arriba y desató una hiperinflación nunca vista en cuatro décadas.
Son legión los que han ido con la lengua fuera solo para llegar a fin de mes y devolver los créditos contraídos en el pozo pandémico: no hay tregua para las clases populares.
En este entorno general de pesadilla, unos pocos han vivido, en cambio, un año de ensueño: según las estimaciones de los expertos, los grandes bancos españoles han pulverizado todos sus récords históricos de beneficios. Digo bien: superiores incluso a las estratosféricas ganancias de los años locos de la burbuja de 2006 y 2007, cuando era el grueso de la sociedad la que estaba viviendo la vida loca.
Según el consenso del panel de expertos de Bloomberg, cuatro de los cinco principales bancos españoles lograron en 2022 los mayores beneficios de toda su historia. Todos, salvo el Banco Sabadell, que se queda muy cerca de lograrlo. Entre los cinco (Santander, BBVA, Caixabank, Sabadell y Bankinter) suman nada menos que 20.000 millones de beneficios en 2022, el mismo año en que para la gran mayoría de ciudadanos y pymes de este país llegar a fin de mes se ha convertido en una auténtica odisea.
Los dos gigantes, el Banco Santander y el BBVA, suman ellos solos casi 16.000 millones: 9.346 el primero y 6.380 el segundo: ¡que corra el champán!
Estas cifras son evidentemente fabulosas, pero todavía se agrandan más cuando se comparan con algunas de las partidas públicas dirigidas a afrontar los grandes retos que tenemos como sociedad. Los presupuestos del Estado para 2023 consignan apenas 4.675 millones para Medio Ambiente -¡en un año clave para tratar de revertir el cambio climático!-, 3.472 millones para políticas de vivienda, cuya dificultad de acceso es el principal propulsor de pobreza, y 1.800 millones de euros para Cultura y Deportes. Y todo ello tras conseguirse recursos adicionales, publicitados también como “históricos”, gracias al mecanismo europeo de recuperación y resiliencia creado para hacer frente a los estragos de la covid.
Parece claro que hay formas distintas de “hacer historia”: los beneficios históricos del Banco Santander equivalen casi a todo el presupuesto histórico del Estado para Medio Ambiente, Vivienda, Cultura y Deportes juntos.
“Cueste lo que cueste”
El establishment económico y político suele justificar los estratosféricos beneficios de la banca con el famoso mantra de “¡Es el mercado, amigo!” o bien ensalzando a los banqueros como si fuesen todos directivos de gran talento, capaces de hacer auténticos milagros en beneficio de sus accionistas.
Pero se trata de fábulas: ni es el mercado ni existe este talento sobrenatural. Como explica la prestigiosa economista Mariana Mazzucato en el espléndido El valor de las cosas. Quién produce y quién gana en la economía global (Debate, 2019), en las últimas décadas los gobernantes han sobreprotegido a los grandes bancos siguiendo el dogma neoliberal de que los gigantes financieros son buenos para el conjunto del sistema cuando, en cambio, se acumulan las evidencias de que en realidad es todo lo contrario.
Esta sobreprotección en nombre del interés general, que ha impulsado la concentración -especialmente aguda en España- en detrimento de la competencia, ha generado un terreno de juego en el que, como en el casino, la gran banca siempre gana. Cuando pintan bastos, los poderes públicos salen al rescate “cueste lo que cueste”. Y cuando el viento va de cara, se les impulsa para que alcancen todavía una mayor potencia siguiendo el dogma de que ello es bueno para el conjunto de la sociedad a pesar de que, como subraya Mazzucato, el sector hace ya décadas que no genera valor, sino que se limita a extraerlo, ahí sí que con gran pericia.
Los extraordinarios beneficios de la banca española en 2022 hay que analizarlos con este paradigma de sobreprotección, y no según la fábula del mercado o del talento inigualable de sus directivos, a pesar de que estos perciban sus cuantiosos bonus como si el mérito fuera suyo.
Respirador permanente
Cuando los excesos de la banca global condujeron a la Gran Recesión mundial a partir de 2008, los poderes públicos rescataron a los “bancos demasiado grandes para caer” con ingentes cantidades de dinero.
El rescate en España, pilotado por uno de los suyos -Luis de Guindos, exbanquero de Lehman Brothers y hoy consejero del Banco Central Europeo (BCE)- fue el más caro de toda la Unión Europea: sumamos ya una factura de 74.000 millones de euros. Pero no se trata solo del rescate en sí mismo, sino que, además, durante toda la década siguiente el sector financiero vivió enchufado al crédito ilimitado concedido por el BCE en condiciones extremadamente beneficiosas: un auténtico respirador para toda la banca sobreprotegida.
No hay que atesorar ningún talento especial para coger dinero prestado del BCE en condiciones excepcionales y prestarlo con un interés. Este esquema de apoyo público incondicional, y no supuestas cualidades excepcionales de los banqueros, es lo que salvó a los bancos y condenó a las cajas de ahorro: a los primeros se les permitió acceder a este fabuloso respirador, que en cambio se negó a las desventuradas cajas.
El respirador se ha ido adaptando desde entonces a cada nueva crisis. Cuando se entró en el ignoto terreno de la deflación, con tipos de interés negativos que hacían trizas la posibilidad misma de negocio bancario, el Banco Central siguió prestándoles abundantes sumas de dinero, también a tipo negativo, con lo que los beneficios se lograban ya directamente con este préstamo inicial, sin ni siquiera necesidad de buscar luego a clientes para cobrarles un interés.
Es decir: un fabuloso negocio para los bancos sin hacer absolutamente nada más que tomar prestado un dinero y devolver una cantidad menor a su vencimiento.
¿Cuál es el talento que se requiere para ganar dinero así?
Este mecanismo, alentado por el BCE y concretado por los bancos centrales nacionales, supuso en España 2.863 millones de euros de beneficios a la banca en 2021, como ha explicado Ernesto Ekaizer, y, en consecuencia, una merma equivalente para el Banco de España: una generosa ayuda no incluida en el coste de la reestructuración oficial, pero difícilmente atribuible al “mercado” o al talento de genios de las finanzas o de la “generación de valor”. Si acaso, siguiendo la argumentación de Mazzucato, a genios de la “extracción de valor”.
Y, de repente, llegó la hiperinflación: un escenario catastrófico para el ciudadano de a pie, pero de ensueño para la banca, que ya pudo subir los tipos a todo tren y gracias a ello amasar los famosos beneficios históricos. Hasta el 90% de los fabulosos beneficios de 2022 se deben a la subida de tipos, según los expertos de Bloomberg.
La banca ya no necesita el respirador y se prepara para repartir dividendos nunca vistos en el primer trimestre de 2023, totalmente ajena a la crisis social y mientras sus servicios de estudio y jurídicos advierten contra el peligro de que suban los salarios y del modesto impuesto del Gobierno para sus beneficios extraordinarios, que se proponen recurrir.
Y sin necesidad de guardar demasiado para el día de mañana a pesar de los negros nubarrones que acechan a la economía. ¿Para qué, si ya se sabe que cuando se complique volverá el respirador público?
No es el mercado ni el talento; es el casino: la banca siempre gana.
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