Ya está bien de que se congele el salario mínimo
El elemento clave en la economía de un país es la distribución de su riqueza. Esa distribución se aprecia en el PIB. En la medida en que exista una mayor participación de la remuneración de los asalariados y de los impuestos sobre la producción, se podrá hablar de sociedades más avanzadas y con mayor nivel de integración.
En Europa, la participación de los salarios en la distribución de la riqueza ha aumentado en todos los países en los que creció su riqueza. Incluso en Italia, donde se ha producido un retroceso del PIB del 0,7%, se mantiene el aumento de la participación de los salarios, y es el excedente empresarial el que asume el ajuste. Por el contrario, los países del sur con mayor o menor grado de intervención (Portugal, Grecia y España) están asumiendo unas recetas de distribución de la renta que están agudizando su crítica situación.
En los países donde ha habido una perdida de riqueza, solamente España aumenta el excedente empresarial asumiendo la retribución de los asalariados no sólo la totalidad de esa pérdida de riqueza, sino incluso cediendo otra parte al propio excedente empresarial.
Pues bien, la congelación del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) en 2014 va en la dirección de asestar un duro golpe a los trabajadores y las trabajadoras, lo que unido a las pérdidas de poder adquisitivo de salarios y pensiones y al aumento de los precios, especialmente de los servicios y suministros esenciales de los hogares (electricidad, agua, gas), agudiza el empobrecimiento de los sectores más desfavorecidos.
Una nueva caída real del SMI que contribuye a empujar, de manera consciente, a que cientos de miles de trabajadores y trabajadoras atraviesen el umbral de la pobreza, además de a penalizar la capacidad de compra, lo que limita de manera real las posibilidades de recuperación del consumo y, como consecuencia, de la demanda interna.
Es conveniente subrayar, además, que el salario mínimo español es uno de los más bajos de los países de la UE-15 que lo tienen establecido en su ordenamiento jurídico con cobertura general. Tanto medido en unidades monetarias (euros) como en paridad de poder de compra (descontando los diferenciales de precios entre países), sólo se sitúa por encima de Portugal y Grecia. Este hecho no se justifica por diferencias en los niveles de productividad por hora, sino por una remuneración más baja de la hora trabajada.
En sus niveles actuales, el SMI bordea el umbral de la pobreza en hogares con un solo miembro y se sitúa claramente por debajo de dicho umbral en hogares compuestos por al menos dos personas.
El descenso de la participación de las rentas del trabajo en la economía, unido al avance de las condiciones de pobreza y desigualdad, nos conduce a insistir en la necesidad de definir, en un escenario de cinco años, la recuperación progresiva y modulada del poder de compra del SMI, impidiendo que su capacidad adquisitiva real prosiga con la caída experimentada desde 2009 y facilitando su aproximación al objetivo establecido por la Carta Social Europea.
Pero además hay que insistir también en que las bases mínimas de cotización a la Seguridad Social se actualizan con el SMI, por lo que el aumento del Salario Mínimo Interprofesional implicaría, pues, una mejora para aquellos trabajadores que perciben menores salarios, un aumento de los ingresos actuales de la Seguridad Social y una mayor cuantía de las pensiones de jubilación futuras.
Ya está bien de que el SMI se congele y que la luz se dispare, ya está bien de que se ataque el poder adquisitivo de las pensiones, ya está bien de que la sanidad, la educación, las políticas sociales... se sometan al dictado de los poderes fácticos; el Gobierno de Rajoy está utilizando la crisis para asestar un durísimo golpe a los derechos sociales y económicos, a la democracia y a la inmensa mayoría de la sociedad.