La casta está desnuda
Implacables. Rápidos. Expeditivos. Así se están queriendo mostrar los partidos parlamentarios que han visto a algunos de sus miembros implicados en el escándalo de las tarjetas opacas de Caja Madrid. Algunos hasta llegar a ser acusados de vulnerar las mínimas garantías por no individualizar las conductas ni admitir casi defensa.
Está bien. Preferimos que se pasen por exceso que por defecto. Barriendo con escoba de cerda dura. Sin esperar al lento proceso judicial. Asumiendo que existe una suerte de ignominia que es insoportable para el ciudadano y para el sistema y que nada tiene que ver con si las conductas son finalmente delito o no. Es para estar contentos. A nadie se le ha ocurrido distraernos diciendo que hay que esperar a ver que dice la Justicia y que si la presunción de blablabla. Perfecto. Ya nos dirán si un comportamiento vergonzoso e inasumible es además delictivo pero mientras... puerta.
Claro que esta diligencia exhibida ahora nos lleva a plantearnos muchas preguntas. ¿No es igualmente inaceptable que la actual ministra de Sanidad viajara y diera fiestas a costa de una trama corrupta? Oiga, sea o no sea delito, haya o no prescrito, ¿no es una guarrada? ¿Y que el presidente del Gobierno diera ánimos a un tipo al que nombró y al que debía supervisar y que ahora está encarcelado? ¿que mintiera en el Parlamento diciendo que no existía una caja B en su partido que ahora el juez da por cierta y con la que se pagó hasta una reforma? Sea o no sea delito, llegue o no llegue la Justicia hasta ese escalón ¿no es algo éticamente insoportable? ¿No lo es que la hija del jefe del Estado decorara su casa y diera clases de baile a cargo de fondos públicos, algunos procedentes de instituciones supuestamente dedicadas a discapacitados? Sea o no sea responsable penal, la libren o no la libren ¿no es moralmente repugnante? Haya delito o no lo haya ¿no es asqueroso que los fondos destinados a la formación de los parados fueran desviados o utilizados de forma nepotista? No sigo con la lista. Todos vivimos en este país. Un país que discute cuando deben de abandonar las listas y los cargos los políticos implicados en procedimientos judiciales...Cuándo, en qué momento del procedimiento... como si sus comportamiento, en la mayor parte de los casos, no produjera un gran vómito social, sean o no sean delito. Consigamos probarlos o no.
La gran diligencia en el escándalo in black. Pero black is black, queridos políticos, y la cara negra nos la han mostrado en demasiadas otras cuestiones. Pero el temor al pueblo se acrecienta. Es la reacción de la gente ante una casta desnuda la que temen. Nunca hemos podido asomar la nariz a la intimidad de la casta. No era evidente cómo han vivido y viven. No mientras nos decían que teníamos que empobrecernos. No mientras bajaban nuestros salarios. Ahora avanzan desnudos ante una opinión pública que fue acuchillada por haberse comprado un plasma o pagado un “todo incluido” al Caribe en vuelo low cost. Vemos sus puros, sus vinos, sus viajes, sus cenas, sus joyas, sus bolsos. Vemos sus juergas, sus vidas licenciosas y nocturnas, sus gastos black para la parienta. Y vemos que lo hacían con una codicia y un dispendio que nos dan asco y que además hemos tenido que pagar nosotros.
Esa misma náusea nos da todo lo demás. Incluso una arcada más porque en muchos casos es la propia esencia de los partidos y su financiación la que está implicada y porque ese dinero en sobresueldos y mamandurrias también salía de nuestros bolsillos. Sea o no sea delito, señores de la partitocracia. Hasta que no entiendan esto no entenderán el profundo hartazgo que nos abate a todos. Sea o no sea delito. Y si lo es, que además de borrarlos de la faz de la vida pública acaben con sus huesos en la cárcel, pero no se ahorren la limpieza o serán barridos todos.