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La lucha por Catalunya, según el corresponsal en España de The New York Times

Raphael Minder, corresponsal de The New York Times, en la redacción de eldiario.es.

Gumersindo Lafuente

Se llama Raphael Minder, nació en Suiza, estudió periodismo en la Universidad de Columbia en Nueva York, lleva viviendo en España desde 2010 y, como corresponsal de The New York Times, es el encargado de contarle a la nación más poderosa de la Tierra lo que está pasando en Catalunya.

“Estuve en el 98 en España, en plena luna de miel entre los conservadores de Madrid [el PP] y los nacionalistas catalanes. Apenas diez años después, en 2010, cuando volví como corresponsal, me sorprendieron sobre todo dos cosas. Antes el tema separatista era el vasco y la ETA y el catalán era, más bien, un asunto de tensiones, pero bastante parecido a lo que sucede en Suiza, mi país. Empezaron los recortes del Gobierno de Zapatero, el Constitucional rechazó el Estatut, se declaró la tregua de ETA… Fue como una tormenta perfecta en la que de pronto el foco de la tensión cambió”.

Minder ha dedicado muchas horas a viajar por Catalunya, a hablar con gente y de ahí ha nacido un libro, editado de momento solo en inglés, que lleva por título “La lucha por Catalunya”: “Es una lucha de identidad, de intentar convencer a los catalanes de a quién les conviene dar su voto, pero también su apoyo emocional, cultural y al final económico. Quizá el titular es un poco más fuerte de lo que el libro pretende contar. No estoy diciendo que haya realmente una necesidad de lucha en Catalunya, pero sí que se ha fomentado un contexto de lucha”.

A un suizo no le son ajenas las tensiones nacionalistas, su país es pequeño, pero diverso, aunque con problemas muy diferentes a los de España: “Suiza se ha construido de otra manera, como un país pequeño rodeado de naciones muy poderosas. Su fuerza viene de unificarse y no de fragmentar lo que ya es una entidad muy pequeña. Las diferencias siempre se han entendido como importantes, reales, pero nunca como suficientes para romper la unidad. El caso de España es otro. Ha sido imperio y en cierto modo no se ha asumido del todo la pérdida. Los catalanes tienen el concepto de la pérdida de 1714, en el resto de España es el desastre de 1898, pero tengo la sensación de que a España le ha costado mucho adaptarse a su realidad. Suiza era un país de pobres, de mercenarios, una tierra en la que no crece nada, son puras montañas y rocas. Un país que se ha hecho rico a través de una construcción política, industrial y financiera. España es un país que también tiene mal asumido su pasado de Guerra Civil, de larga dictadura, basada en el nacionalismo y en el catolicismo, es muy difícil fomentar en España el amor a la bandera con el pasado reciente que tiene”.

Le pregunto por lo que aquí durante años hemos llamado el problema catalán: “El problema catalán hoy es que ya no estamos hablando del contenido, hemos llegado a un punto en el que hablamos sin hablar. Si hay una ley, se tiene que respetar, es lo correcto en una sociedad moderna. Pero también hay que explicar el porqué de la ley. Hay que convencer a la gente de que eso sirve para algo. Hay una lectura, la actual del Gobierno de Rajoy, la de Ortega, que ve a Catalunya como un problema y hay que convivir con él. Pero no sé si es el momento de seguir tratando la situación de esa manera. La política se hace con los actores que hay en cada momento. El actor principal que hay en Madrid es Rajoy, el gran superviviente de la política española y que siempre ha sobrevivido dejando pasar las tormentas. Es su lectura y hay que reconocer que le ha salido bien en otras ocasiones. Pero un gran político no es solo una persona que aguanta, es una persona que toma decisiones con una visión que va más allá de su próximo mandato”.

Ada Colau, Junqueras o su sucesor en ERC, son para Minder los personajes fundamentales del futuro de Catalunya. No ve que Puigdemont vaya a tener gran recorrido, por la debilidad de su propio partido y por su propia visión de lo que tiene que ser su papel. Y puestos a buscar responsabilidades, lo tiene claro: “El PP tiene la suya, pero es una responsabilidad compartida. Si uno acusa, tiene que ofrecer alternativas, y no he visto una alternativa fundamentada ni clara. Escuchar a Pedro Sánchez explicar que hay tres naciones pero a lo mejor más, es abrir la puerta a un debate sin fin. Las supuestas alternativas, no tienen una fuerza real. El concepto federalista no parece nada muy distinto a lo que ya tiene España. Creo que el PP, por estar en el poder, en la cancha y no en el banquillo, tiene la obligación de liderar negociaciones con los separatistas catalanes, pero los que están en el banquillo no han demostrado poder hacerlo mejor”.

Entre los lectores de un corresponsal de The New York Times deben estar sin duda las élites de Estados Unidos. Minder nos cuenta cómo ven desde allí los líos en los que andamos metidos en Europa, el catalán incluido: “Hay mucha distancia. Ven historias de Europa y la más fundamental es si Europa va hacia más unión o hacia más fragmentación. El tema que interesa en Estados Unidos no es lo que pasa en Grecia, en Irlanda, en Portugal o en España, es si eso al final va a acabar con la destrucción de la unidad monetaria europea. Esa es la visión. Parece que la idea de superar las naciones no funciona. Luego hemos llegado al tema separatista. En Reino Unido con Escocia, el Brexit, Catalunya. Vemos que hay unos votantes con voluntad de cambio, de arriesgarse a un cambio radical, sin saber el resultado, qué tipo de país van a tener. Esos votantes existen, son reales. En California, con la llegada de Trump al poder, hubo la misma reacción que en Catalunya, esos no nos representan, no hemos votado jamás al señor Trump y no nos interesa saber qué política quiere seguir”.

“No tengo una bola de cristal —me dice Raphael Minder cuando le pregunto qué piensa que va a ocurrir el 1-O—, pero hemos llegado a un punto en el que hay que salvar las apariencias. No me puedo imaginar que vayan a dar marcha atrás del todo ni en Barcelona ni en Madrid. Pero un referéndum en estas circunstancias no puede tener la credibilidad suficiente para ser lo que se supone que es un referéndum, es decir, una fotografía que sirve para cambiar o mantener las leyes. No estamos en esa situación”.

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