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¿La Comedia é finita?

Leo Bassi

En cualquier país normal es difícil imaginar que un cómico, incluso popular como Beppe Grillo, podría llegar a las elecciones sin partido político, sin programa electoral, sin apoyo del mundo empresarial y aún así conquistar el 25,5% de los votos. Este fenómeno social inaudito que llevó al líder de la SPD alemana, Peer Steinbrück, a decir que los italianos habían elegido esta vez a dos payasos, Berlusconi y Grillo, es un hecho político importante que trasciende las fronteras de Italia y afecta al futuro de Europa en su conjunto.

Antes de abordar el fondo del problema, creo útil hacer un pequeño repaso sobre quién es Beppe Grillo y cómo nace su Movimiento 5 Estrellas.

Hace más de 30 años que conozco profesionalmente a Beppe –personalmente le he visto solo en dos ocasiones– y os puedo asegurar que es un gran comunicador, una mezcla entre el Gran Wyoming, Jordi Évole y Los Morancos. Sus espectáculos-mítines, donde puede reunir hasta 20.000 personas él solo, son acontecimientos muy viscerales. Se le puede ver entre el público robando un móvil para llamar al presidente de la República (una vez le contestó en directo) o, un instante después, sacar de una carpeta informaciones reservadas sobre un magnate poderoso y, entre carcajadas, dar nombre y apellido de los políticos sobornados por él.

Sus guerras personales contra Berlusconi, al que llama “el Psico-Enano”, le procuraron años de ostracismo en televisión y una censura mediática, pero frente a sus colegas televisivos más supinos, su valentía política despertó admiración y le ayudó a llenar los teatros.

Así, Grillo se transformó en el artista icono de la resistencia cultural en los años oscuros del triunfo del berlusconismo, poniendo en evidencia las miserias del régimen y de su Corte, pero también la falta de combatividad de una oposición de izquierda dormida.

Pero el salto definitivo a la política se produce a raíz de dos hechos muy puntuales:

Por un lado, el éxito de su espectáculo sobre el escándalo financiero de la empresa Parmalat (tan acertado fue el guión que la Policía le buscó para pedirle sus fuentes), hecho que transformó la imagen de Grillo en algo más que un cómico, y no por casualidad su primera victoria fue ahí en Parma, con la elección del primer alcalde 5 Estrellas.

El otro momento que determinó el cambio radical en su carrera fue su encuentro con Gianroberto Casaleggio. Corre el año 2004 y este publicista milanés, gurú de Internet, contacta con Grillo para proponerle trasladar su comicidad militante a la red. Nace así el blog de Beppe Grillo, una de las webs más visitadas del mundo. Su partido político no es otro que el conjunto de los seguidores online de su blog. Hasta hoy no hay organización central o sede nacional del Movimiento 5 Estrellas. Quizás a nivel estratégico, el verdadero ideólogo del partido es él, Casaleggio, siendo Grillo la parte visible y mediática.

Con más tiempo sería interesantísimo analizar quién es este señor, una empresa seguramente exitosa en su mundo de la comunicación pero con relaciones algo opacas con el poder económico. Para los que les interese existe esta página.

Hay un detalle que tiene su importancia; Casaleggio habla mucho del futuro y ama la ciencia-ficción. Hay una dimensión mesiánica en su visión de la Revolución de las redes, algo que he podido encontrar también en España en ciertos ambientes hacktivistas.

Es evidente que, por muy atrevido e inteligente que pueda ser el tándem Grillo-Casaleggio, esta victoria fenomenal nace en un contexto muy particular: la cultura popular italiana.

Es bastante significativo que uno de los héroes imaginarios más tradicionales y representativos del pueblo italiano sea el Arlequín de la Commedia dell'Arte (o Pulcinella en su versión napolitana).

Este personaje, muy amado por el público, es estafador por vocación, hedonista por carácter y mujeriego por instinto... ¿Os recuerda a alguien? Pasa su tiempo engañando a las autoridades, a los comerciantes, a los banqueros e incluso al clero, sin ningún miedo frente al poder del Vaticano. Es fundamentalmente anarquista. En algunas de las historias más surrealistas se le ve hasta burlarse de la muerte en persona, en una muestra de profunda valentía, con matices ateos e irreverentes.

Con la Policía su trato es de perfecto rebelde, apaleando sistemáticamente a todos los pobres carabinieri que acuden ingenuamente a detenerle por sus fechorías.

Es digno de ver cómo la gente de la calle se mea de risa ante las acciones de este monstruo simpático: el pueblo italiano se siente reflejado en el carácter de Arlequín.

El italiano desconfía visceralmente de su Gobierno. No ama y no respeta a su aristocracia. Acepta la Iglesia más por miedo y superstición que por fe y convicciones. Las razones de esta falta de civismo y de amor a la patria son múltiples pero tienen siempre que ver con la humillación sufrida a lo largo de la historia por la decadencia del Estado italiano sometido a la dominación extranjera. Los que gobiernan son siempre unos siervos vendidos a otros poderes que merecen solo desprecio. El cinismo popular es profundísimo pero tienen un lado positivo: genera un sentido democrático primario que nace de la deslegitimación de todo poder.

De vez en cuando surge alguien del pueblo: auténtico, sencillo y listo como la gente común. Es capaz de hablar su lenguaje, y durante una temporada la gente se entrega en cuerpo y alma. Y es que por debajo del cinismo latino hay siempre hambre de entusiasmo.

Puede llamarse Garibaldi o Mussolini o Berlusconi o quizás Grillo, no importa mucho porque el molde es igual. Desde el momento que no presuma de nada, que se demuestre libre de las influencias extranjeras, que sepa mandar a la mierda el respeto a la burguesía hipócrita y consiga mantener un espirito lúdico haciéndolo, está destinado a triunfar.

Si además sabe follar porque no es uno de esos inútiles que se pasa la vida estudiando y escribiendo libros, arrasa.

La derrota electoral de Mario Monti era previsible: tenía aire de pijo vendido a los alemanes, y con la polla floja. Fatal.

Sé que el cuadro dibujado de mis propios conciudadanos no es muy edificante y que esta descripción del carácter picaresco sin envergadura es divertida pero anecdótica y no justifica lo que al principio comentaba sobre el impacto que Italia pueda tener en el resto de Europa.

Que el lector se tranquilice, no lo había olvidado.

Abordamos ahora, la tercera y última parte: la relevancia del proceso que ha empezado con los resultados de estas últimas elecciones.

Con nada menos que un golpe de Estado encubierto al imponer a Monti como jefe de un Gobierno técnico, la gente seria e importante, estos de Bruselas y de Berlín habían conseguido alejar a Berlusconi del poder sin elecciones.

Es cierto que el personaje había demostrado ser un impresentable incluso para los italianos, pero este diktat de los Mercados y de la Merkel ha tocado el orgullo latino, recordando otros dictados históricos del Sacro Imperio Romano Germánico.

La oposición lógica al Arlequín televisivo derrotado era Bersani pero el jefe del PD (Partido Democrático) no ha convencido a nadie por una razón fundamental: su partido de izquierda descafeinada gustaba a la gente seria, a la élite, a la Merkel...

No estoy diciendo que esta actitud sea racismo o xenofobia, porque la partida se juega a otro nivel. Entre recortes, liberalización de los mercados y globalización, el sistema capitalista está rompiendo el mundo de Arlequín, el mundo de los pequeños artesanos orgullosos de su independencia: “La Comedia é finita”, como dice el personaje Canio al final de la ópera “Pagliacci” (Payasos).

Frente a la cadena Pizza Hut, con sus pizzas liofilizadas y homogeneizadas, los pizzaioli intentan competir pero no consiguen abaratar sus márgenes.

Durante 20 años, Berlusconi había mantenido la ilusión que la picaresca latina era bastante lista como para engañar a la maquina apisonadora, fría y calculadora, venida del norte.

Al igual que Benigni en “La vida es bella”, él también se burlaba de los malos sin que, aparentemente, estos últimos se dieran cuenta, desdramatizando con sus payasadas las grandes reuniones donde se decidía el futuro del planeta.

Sus televisiones trabajaban 24 horas al día para amparar esta visión optimista de una Italia vencedora: “Mira, somos los mejores porque el Milán ha derrotado al Munich por 3 a 0”.

Pero el juego se acabó con la crisis económica. Ahora la troika nos dice: “Italianos, para salvar el país, hay que cerrar la pizzería y trabajar en una franquicia por una miseria y si el dueño, que vive en Berlín o en Seattle, es multimillonario, no pasa nada porque así funciona el sistema”.

En el guión clásico de la Comedia del Arte, cuando Arlequín llega a una situación análoga, su reacción normal es sacar un enorme palo y acabar a hostias con el miserable que promulga tales insensateces.

Esta vez, el nuevo Arlequín se llama Beppe Grillo.

Ha cambiado su teatrino por una presencia online pero su misión es la misma: hacernos creer que somos más listos. Lo que ha cambiado es que el problema ya no es italiano: Grecia, Portugal y España viven la misma realidad.

Y por qué limitarse a Europa. El mundo árabe con su “primavera”, el continente africano y Suramérica con sus experiencias de democracias populares se enfrentan a la misma situación: no consiguen seguir el modelo económico impuesto por un pequeño grupo de países ricos.

Con estas elecciones en Italia, la novedad es que esta brecha se ha abierta en el corazón de Europa. Podemos estar ante el principio de una Europa dividida en dos, con ciudadanos de primera clase y otros de segunda.

Sin embargo, hay una otra opción posible: quizás hasta los países más ricos no van a poder seguir la lógica del neoliberalismo porque el sistema está comiéndose a sí mismo destrozando lo que queda de su clase

media.

Entonces la reacción visceral del Arlequín herido en su orgullo con “i coglioni rotto” podría ser la vanguardia de una revolución mundial alentada por la vieja sabiduría instintiva. Una revolución humanista y sensual que frene al planeta abocado en esta terrible lógica enloquecida y destructora.

¿Estamos a la altura de este desafío?

Mola probar.

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