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Cómplices de la impunidad de Israel

Netanyahu mantiene una llamada telefónica con Biden tras el ataque iraní

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La muerte de la empatía humana es uno de los primeros y más reveladores signos de una cultura a punto de caer en la barbarie

Hannah Arendt

Habíamos comprobado que el valor en el mercado de la vida humana sigue en radical desproporción. Siete trabajadores humanitarios muertos en Gaza han tenido mucho mayor impacto que los 340 sanitarios y miembros de ONG asesinados por Israel en el mismo contexto durante seis meses. Eran de una organización norteamericana dirigida por el cocinero estrella de la Casa Blanca, José Andrés. Ahora es el ataque de Irán a Israel –muy efectista y sin víctimas mortales– el que cruje a toda la hipocresía occidental en sus más altas cumbres. Fue este sábado, en respuesta al bombardeo del complejo diplomático iraní en Damasco el 1 de abril, que invadió la legación consular matando a 13 personas, entre ellas un general y seis miembros más de la Guardia Revolucionaria. La reacción internacional fue por completo distinta: “EEUU, Francia y Reino Unido evitaron con su veto una condena a Israel en el Consejo de Seguridad ONU”, como informaba aquí Olga Rodríguez.

Son hechos escandalosos y de enorme trascendencia. Nos demuestran que la sociedad está ya inmersa en la barbarie: la pérdida de la empatía, de la humanidad, de las proporciones. Lo analizó Hanna Arendt, judía alemana que trató de indagar en las causas que conducen a personas aparentemente normales a aceptar auténticas aberraciones y destrozos de los Derechos Humanos.

Está volviendo a ocurrir lo que pasó en la Alemania Nazi, precisamente con los judíos como víctimas. Se diría que han aprendido a operar en niveles similares de crueldad. Y de irracionalidad. Analicemos esto primero, antes de enredarnos entre la furia y el llanto por lo que perpetra un Israel dirigido por el corrupto Netanyahu y apoyado por los dirigentes de numerosos países civilizados, entre ellos el nuestro –en diferentes grados y matices– y la Unión Europea a la que pertenecemos. De facto, es así.

Las vidas de los iraníes muertos son tan valiosas como todas las demás. Para los suyos, insustituibles. Israel en ese ataque truncó las normas elementales de la diplomacia, pero al parecer puede hacerlo sin que le acarree responsabilidades. Es un genocida, pero es “nuestro” genocida, el de ese mundo que dirige tan en precario ya Estados Unidos.

Hay países que apoyan a Irán, como los hay y es bien evidente al lado de Israel. Unos respetan los derechos humanos y otros no, hay en los bloques desde genocidas claros a descuartizadores de periodistas. Por escrúpulos morales parece que los altos mandatarios no se mueven.

Fue tremendo el susto que dieron a los habitantes de Israel con drones y misiles por el aire durante unas horas: acabaron con el papel higiénico de los supermercados. Los palestinos atacados carecen ya hasta de anestesia para las operaciones que precisan heridos por los bombardeos israelíes. Por supuesto, la población civil no debería sufrir ni en una sola persona los delirios de sus dirigentes, pero para eso se organizan así las guerras: para dañar a la población y buscar beneficios al margen. Como siempre, bien es verdad. Pero la desigualdad de trato es ya inabarcable. También la hay entre los posibles afectados. Cuando Irán disparó misiles contra Israel, Netanyahu estaba a salvo en el búnker de un magnate, según informa Haaretz.com

Los amantes mediáticos del “éste dice, el otro dice” nos están dando cumplida cuenta de lo que “dice” Israel y “dicen” sus socios -desde EEUU a la UE y países intermedios-. Tremendo, Alemania, con un gobierno “progresista” volviendo a situarse en el lado oscuro de la Historia.  Irán ha contado que avisaron del ataque, avisaron de que no iban a por víctimas civiles, que era un acto de legítima defensa amparado por el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas, medido, sin provocar una escalada. Ha asegurado que pudieron pararlo al conocer el plan y no quisieron, que si Israel ataca su respuesta será más seria y que han logrado algunos objetivos que buscaban. Han destacado la base área de Nevatim, en el sur de Israel, y, por lo que se filtra de fuentes informadas, también habrían impactado en una base secreta de Inteligencia israelí en “Los Altos del Golán”, esencial en su defensa.

Se cita poco (o nada) que Netanyahu conocía desde un año antes los planes de Hamás y no lo impidió, la versión de que “lo desestimó” no cuela, visto lo visto. Algunos familiares de los muertos o rehenes lo saben. Tiene una gran contestación interna pero también apoyos en la población tan cerril como él. Su destino si pierde el poder es la cárcel con gran probabilidad por sus problemas judiciales pendientes.

 Diría que son datos a tener en cuenta antes de lanzar esas condenas unidireccionales que sonrojan. Si quieren resultados, trabajen por el alto el fuego definitivo pero el primer ministro israelí quiere el todo o nada, trata de involucrar a otros países, a EEUU, en su guerra particular. Es un secreto a voces.

Como en la II Guerra Mundial, los gobiernos pujantes primero dejaron hacer a Israel. Entonces, también algunos suscribieron pactos con el infractor, con Hitler. La Comunidad Internacional pide ahora que se moderen tanto Israel como Irán, pero es Israel el motor de la crispación entre ambos e Irán quien suscita agrias condenas. En los años 30 llegó un momento en el que ya fue demasiado tarde. Un balance terrible siguió. Israel hoy es el germen de la inhumanidad que se extiende: puro fascismo y lo comparten muchos otros cómplices.

Lo decía Olga Rodríguez y lo dicen numerosos periodistas e intelectuales internacionales. Lo grita la gente común. Esto es un genocidio e Israel goza de total impunidad. Las hipócritas y desequilibradas condenas de estos días, contra Irán y no contra el Israel de Netanyahu, no hacen sino afianzarla. Al punto que el líder mesiánico estudia cómo responder a Irán. Hay división de opiniones, presiones internacionales... que no levantan la mano del apoyo. Entre tanto sigue matando en Gaza. O donde le place, por ejemplo el complejo diplomático de Irán en Damasco. Grandes temores se extienden a un conflicto mayor en Oriente Medio. Irán no quiere esa extensión pero sí anuncia mano dura si es atacado.

Ahora bien, la sociedad que engulle esos casi 34.000 seres humanos asesinados por Israel, los sanitarios, los periodistas, y deja lavarse las manos a sus gobernantes, ¿Cómo es capaz de cerrar los ojos a lo que ocurre?

La embajadora de Israel en España responde a Silvia Intxaurrondo en TVE que no son asesinatos y que ellos son escrupulosos en el respeto. No se puede escucharla más, después de eso, es demasiado insulto a la dignidad.

La barbarie nos invade ya. En cada niño de los casi 14.000 masacrados por Israel y sus cómplices internacionales en Gaza. En los que sobreviven amputados, rotos para siempre por fuera y por dentro. En los que caminan solos, desvalidos, protestando por el espanto que les ha tocado vivir. ¿Cómo tienen valor de callar los falsos diplomáticos, los dirigentes comprensivos tan duros para cualquier oponente, qué diablos de condenas radicales a quien responde de una forma medida al menos?

Es cierto que vivimos un momento en extremo peligroso. Aunque, siendo muy preocupante el peligro de guerra generalizada -que procurarán frenar para no matar a la gallina de los huevos de oro del negocio-, lo terrible es el triunfo de la deshumanización, de la desigualdad evidente con las que se contemplan las vidas de las personas según su origen. Puro fascismo. Y está plagado de culpables. Y no solo en guerras. Salvando las distancias, en España, en Madrid, sin ir más lejos hay víctimas de la codicia y de la misma inhumanidad y se acepta. Eso es lo peor, si cabe: la tendencia.

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