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Vivir sobre un polvorín

Imagen ganadora del premio World Press Photo 2024 del fotoperiodista palestino Mohammed Salem que muestra a Inas Abu Maamar, de 36 años, y su sobrina Saly, de 5 años que murió junto a su madre y su hermana cuando su casa en Jan Yunis fue alcanzada y destruida por un misil israelí, el 17 de octubre de 2023. EFE/EPA/MOHAMMED SALEM / HANDOUT MANDATORY CREDIT
19 de abril de 2024 22:50 h

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Los polvorines son un riesgo y, cuando lo cumplen, dañan. No es uno siquiera, vivimos aposentados sobre una cadena de polvorines varios en uno de los momentos más tensos en décadas. Quizás su principal punto en común son unos dirigentes nefastos, elegidos por la mayoría amorfa de la sociedad, manipulada por unos medios de masas que han dejado de ser informativos. Dicho a muy grandes rasgos porque todo viene de atrás en círculos viciosos.

Los hechos escuetos nos sitúan ante un líder israelí, Benjamin Netanyahu, y su forma de agravar el viejo conflicto con Palestina al extremo de provocar -si puede- una conflagración de extensión y consecuencias extremadamente graves. Sabiendo con un año de antelación el ataque que preparaba Hamás desde la Palestina asediada en Gaza, les dejó hacer y desató un auténtico genocidio sobre la población civil con escenas insoportables de crueldad. Israel ha asesinado de momento a 34.000 personas, entre ellos 14.000 niños. Ha destruido sus casas, colegios, hospitales, universidades... Ha matado también a decenas de sanitarios y periodistas para obrar con total impunidad. Y le dejan. Y le apoya la sociedad hipócrita mundial.  

Lejos de amainar tras seis meses de violentas matanzas indiscriminadas, Netanyahu se encuentra en un momento profundamente iracundo comprometiendo la paz en un amplio radio, quizás mundial, por la inanidad de su protector -o cómplice- preferente: los Estados Unidos de Joe Biden. Un presidente visiblemente disminuido en sus capacidades mentales por senilidad pero con una clara voluntad de apoyo al sionismo salvaje de Netanyahu. Sus tibias declaraciones son papel mojado al lado de su colaboración incondicional con el genocida. Lo último, vetar que Palestina se convierta en miembro de pleno derecho de la ONU. El voto a favor de 12 miembros no cuenta porque el no de Estados Unidos implica el rechazo total. Estamos ante uno de los primeros territorios poblados de la Historia, eternamente controvertido, continuamente ocupado. Biden ha añadido al drástico veto más dinero y armas para que Israel siga matando a los palestinos.

La ofensiva con el lanzamiento de drones de esta madrugada de viernes a la base de Isfahan, Irán, es casi una anécdota al lado del terrible acuerdo pergeñado por Netanyahu y Biden: EEUU aceptaría la invasión de Ráfah si Israel renuncia a responder al ataque iraní. Según publican medios locales, las tropas israelíes ya están listas en la frontera con el visto bueno de Estados Unidos. No puede ser más terrible que Biden acepte que Netanyahu mate a miles de palestinos en Ráfah porque les perjudicaría la extensión del conflicto con Irán. Lo que teme la hipocresía internacional - EEUU y Europa- es que la reacción de Irán ante las acometidas de Israel sea cerrar el Estrecho de Ormuz y paralizar el paso de petróleo con la repercusión sobre su precio y unos beneficiarios claros: Irán y Rusia.

El pilar que pasaba por ser Estados Unidos se encuentra sumido en una debilidad extrema con Biden y con la amenaza de que, tras las elecciones, le sustituya Donald Trump, el expresidente que instigó el asalto al Capitolio al perder los anteriores comicios, entre otros atropellos. El papel de la sociedad es determinante en este caso. La masa enloquecida que le apoya se niega a creer toda evidencia y sustenta el bulo que el pobre Trump es víctima de una caza de brujas.

Los polvorines los llenan de explosivos los votantes irracionales. No es excusa el no saber o no creer. El derecho a voto lo ostentan personas adultas, personas y adultas. ¿No había otros dirigentes que Netanyahu, Trump o Biden en este caso? Ahí entran múltiples intereses a los que no debe ser ajeno el ciudadano de plena consciencia. Negarse a saber o a querer resolverlo, siquiera mínimamente con ciertas medidas, se convierte en complicidad.

Madrid es otro polvorín, más cercano y, en su ámbito, ciertamente peligroso. Para toda España, porque los tentáculos extienden la degradación a todo el país. Estamos hartos de escribir de ese especie de Ayusato bananero en el que ha convertido la Comunidad la presidenta. Ahijada putativa de Aznar y Aguirre y tutelada por Miguel Ángel Rodríguez, Ayuso se ha desbordado en megalomanía, prepotencia, cinismo y un borrado total de las líneas que demarcan la actuación política. Usa la institución que preside a su favor con los miembros de su partido adscritos a la causa, con los medios a los que subvenciona con nuestro dinero en la mal llamada publicidad institucional. Allí van sus estrellas mediáticas vendiendo producto podrido sin inmutarse.

Telemadrid, a cargo directo de Ayuso, es un espantajo que abochorna la concepción del periodismo. A un médico que prostituyera su profesión de esta manera le quitarían la licencia para ejercer. Habría que ir pensando en sanciones para quienes mienten a sabiendas destrozando el derecho a la información de los ciudadanos. 

Las nuevas mentiras de Ayuso confirman el fraude, pero tratan de trocarlo en una devolución de Hacienda por impuestos cobrados de más y no anulan la denuncia. Que lo comunique la Comunidad de Madrid es bochornoso cuando ella mantiene que es un asunto particular y una caza de brujas, lo mismo que Trump.

Es un sin parar. El PP veta la fiscalización de los contratos con el gigante Quirón, “principal cliente” de la pareja de Ayuso. La Comunidad contrata con Quirón de forma preferente. Ayuso amenaza. Ayuso comparte casa y coches de lujo con el defraudador. ¿Hasta dónde? ¿Hasta cuándo?

Ayuso y sus cómplices múltiples están librando un pulso que compromete valores fundamentales. Ya no hay medias tintas: o gana ella y se va al cuerno todo o se marcha a su casa (o a la cárcel por 7.291 razones y algunas más) y se recupera la cordura.

La misma España tiene un polvorín en el subsuelo con el franquismo que no limpió y vuelve a gobernar desde el PP y con el PP para dar una patada hacia atrás en la democracia. Queriendo borrar la memoria histórica y toda diversidad. Es un trasfondo que influye en cada paso, tizna cualquier discusión política. En las elecciones que las fomentan.

Poco podremos hacer sobre los problemas del concierto mundial si no se actúa sobre las bases de egoísmo y codicia que lo perturban, pero en escenarios cercanos como España sí es el poder ciudadano decisivo. Todos en realidad, si se cortan las fuentes perturbadoras para rescatar a los ignorantes voluntarios y la gente aprende a no darse un tiro en el pie cuando vota. Los polvorines se vacían, lo mismo que se llenan. Con más esfuerzo, desde luego. Sería un principio.

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