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Vamos a contar mentiras

24 de noviembre de 2025 22:04 h

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No lo llamen bulos. Son mentiras. En un mundo en el que todos opinamos de todo, las redes sociales amplifican cada patraña y el sectarismo ciega, se multiplican los engaños. En la política, en las redes y en el periodismo. Sí, también en ese ruidoso y cada vez más tóxico universo que no busca la verdad ni cumple los mínimos exigibles en este oficio. 

Porque todo periodista que se precie sabe perfectamente distinguir entre lo que es verdad y lo que es un infundio. Lo que es un hecho verificable y lo que es el testimonio de una única fuente al que jamás debe darse categoría de verdad absoluta. Y aun así, claro, la mentira para algunos es mucho más atractiva cuando es susceptible de convertirse en munición para combate político o en material para esas tertulias donde el menú que se pone sobre la mesa incluye falsedades como la catedral de Burgos.

El ciclo de lo que ahora llaman bulo y es mentira es bien conocido: un medio construye el titular, el partido de turno lo difunde a bombo y platillo y, después, las televisiones lo replican. Luego, ya dan igual los desmentidos rotundos porque el daño está causado y el embuste difundido. El “miente que algo queda” funciona mejor que nunca, y no solo por culpa de tuiteros desalmados o indocumentados. 

Ejemplo práctico: “Sánchez y Cerdán se reunieron en secreto con Otegi para pactar la moción de censura en un caserío al que les llevó Koldo”. Titular a toda página. Lo publicó El Español el pasado domingo. Y aderezó la supuesta exclusiva con todo lujo de detalles: que si los dirigentes del PSOE volaron desde Madrid a Bilbao, donde les esperaba Koldo García con un Toyota Rav4 propiedad del PSOE; que si ambos se sentaron en los asientos traseros del vehículo; que si siguiendo indicaciones del empresario Antxon Alonso, organizador de la reunión, se dirigieron a un caserío a media hora de distancia del aeropuerto; que si la cita duró tres horas…

¡Boom! Munición para el PP. Feijóo se hizo eco enseguida de la invención y lo subió a su cuenta personal de X con comentario incluido: “Dijo Sánchez que lo suyo con Koldo era una relación anecdótica. Claro, el típico conocido al que le pides que te conduzca hasta los brazos de un terrorista como Otegi”. Y con él, Tellado, Ester Muñoz, Ayuso y toda la artillería mediática sincronizada que acompaña habitualmente a la derecha. Para cuando La Moncloa desmintió los hechos, la oposición ya se había recreado en la mentira, realizado varias declaraciones al respecto y anunciado una querella contra el presidente del Gobierno, como hizo Vox. 

De nada sirvió tampoco que el propio Otegi dijera que la cita fabulada fuera rotundamente falsa y añadiera aún más: “Nunca he hablado con Pedro Sánchez. Aquí lo que se trata es de mentir descaradamente. En el 11-M hubo gente que mintió para ganar unas elecciones, y hoy los mismos vuelven a mentir para intentar tumbar el Gobierno de Sánchez. Algunos entonces dijimos la verdad y hoy también la decimos. Es una invención del bloque reaccionario de PP y Vox que quiere llegar al poder mediante mentiras. Yo le pido a la gente que haga memoria de quién ha mentido durante el tiempo. Y nosotros siempre decimos la verdad. Koldo García miente y El Español miente. Yo no tuve ninguna participación directa en la negociación de la moción de censura. Y si la hubiera tenido, no tendría ningún problema en decirlo. Si alguien demuestra que esa reunión se produjo me comprometo ante el pueblo vasco a presentar mi dimisión. Espero que desde la otra parte también haya consecuencias políticas y judiciales para quienes están mintiendo».

Puede uno preguntarse si el autor de la presunta exclusiva hizo o no las comprobaciones pertinentes. Si trató de confirmar los hechos. Si se puso en contacto con el gabinete del presidente. Si preguntó a alguien de la izquierda abertzale, al propio Sánchez o al mismísimo Otegi. Nada de eso. Simplemente, se hizo eco de lo que le contó una fuente, que en este caso era muy evidente quién era aunque no la identificara. Porque la pregunta que trasladó a la Secretaría de Estado de Comunicación antes de publicar el embuste no buscaba la verdad, sino reafirmarse en la patraña. ¿Intervino directamente Pedro Sánchez en reuniones con Bildu y PNV para negociar la moción de censura en 2018?, preguntaron. “No vamos a hacer comentarios”, respondieron fuentes oficiales de Moncloa.

Es discutible si la respuesta “no vamos a hacer comentarios” fue la adecuada, pero lo que en ningún caso es opinable es que el digital en cuestión no preguntó en ningún momento si el presidente del Gobierno se reunió con Otegi en Bilbao, que era en definitiva la supuesta noticia, por si acaso le estropeaban una ¿gran exclusiva?

Si la honestidad y el rigor son los principios éticos que deben guiar el periodismo, algo falla en esta profesión cuando la mentira y la desinformación van ganando la partida y los periodistas ya no se molestan en redoblar esfuerzos para contrastar las noticias. 

Como la falsa reunión entre Otegi y Sánchez, hemos leído en los últimos tiempos falsedades como que Óscar López se reunió con Villarejo para pedirle información contra Pedro Sánchez, que el Gobierno ocultaba el importe de una subvención a nombre de Begoña Gómez, que la esposa del presidente del Gobierno tenía una casa de vacaciones en Marruecos en la que ocultaba millones de euros, que tenía cuentas opacas en el extranjero y hasta que estaba tramitando la nacionalidad dominicana.  Y todas jaleadas ellas elevadas a categoría de noticia y convertidas por la oposición en verdades absolutas utilizadas para la refriega partidista.

Poco nos pasa si banalizamos el embuste y sus consecuencias para el periodismo y para la democracia. No todo vale.