Dios los da y ellos se juntan
El paso de la Transición a las décadas democráticas se celebró con un banquete para el que se sacrificó al carnero que pretendía guiar el rebaño disputándole el lugar al pastor. La restauración se levantó sobre la fosa de ese fantasma, Adolfo Suárez. Entonces se dirimió la tentación de una democracia presidencialista con una monarquía simbólica y quedó establecido el poder tutelar efectivo que tendría el rey. A continuación se definió la arquitectura representativa que tendría la democracia española en la tradición borbónica española: el bipartidismo.
Desvanecida la UCD con su confusión y su aventurerismo político, la derecha dió un paso atrás y se reorganizó en torno de los que no habían renunciado al franquismo. Eso dió lugar a la excepción española respecto de las democracias europeas, había un único partido que agrupaba a toda la derecha. Es el caso del PP, que vino agrupando a toda la derecha manteniendo dentro y, por lo tanto, atado al franquismo político. Y al otro lado nació y creció el PSOE ocupando tranquilamente el lugar de casi toda la izquierda, el Partido Comunista fue entrando en el desván de la historia.
Nadie conoce el futuro pero por ahora el PP es el partido fundado por un ministro de Franco y sus dos sucesores, Aznar y Rajoy, formaron en partidos franquistas que combatían esta constitución que ahora sacralizan. Toda la alquimia que practican la casi totalidad de los medios de comunicación y la mayor parte de los comentaristas políticos se basa en ocultar esto: mirar hacia atrás, o sea, conocer nuestra realidad, es tabú. Cosa que les resulta fácil, pues vivimos bajo la maldición de la mujer de Lot. Ese consenso tan ansiosamente invocado estas décadas realmente lo que nos decía era “no remover el pasado, no dejar de jugar este juego”. La política española se basa en la irrealidad y es entonces literatura.
Todos los estados afectados por esta crisis económica viven también una crisis política y España no va a ser la excepción. Eso quiere decir que el sistema de una monarquía con bipartidismo llegó a su final y sus protagonistas lo saben mejor que nadie, es por eso por lo que de nuevo vuelven a sonar llamadas al consenso político. La sociedad necesita estabilidad consensos internos para vivir cada día y para hacer planes a medio y largo plazo pero también necesita cambios para no ahogarse en un molde y eso es lo que está ocurriendo, todas las encuestas dicen que la mayoría de la sociedad española critica a la monarquía y a los dos grandes partidos estatales en que se basaba el sistema político. La sociedad no es revolucionaria y no desea rupturas pero toda la política que llevan adelante y que unos y otros pretenden consensuar nos rompe el espinazo a cada uno. ¿Quieren abrazarse en un pacto porque es bueno para el conjunto del país? ¿Para apoyarse mutuamente y conservar el statu quo? ¿Las dos cosas?
En nombre de la gobernabilidad, la responsabilidad y el sentido común, se espera que la mayoría de la población aceptemos este castigo, la destrucción de las vidas que habíamos levantado. La sociedad es sensata y responsable pero no tiene por qué ser idiota, no tenemos por qué firmar nuestra ruina.
Esas personas a quien la banca les robó su dinero con alevosía y a plena luz del día con el Estado levantando acta de los hechos, los afectados por las preferentes, ilustran de un modo claro lo que nos hicieron y nos siguen haciendo a todos cada día de un modo más retorcido: nos roban lo que habíamos ahorrado, los salarios. Nos roban las vidas que habíamos ido construyendo o que pensábamos construir, nos roban el pasado y también el futuro. Y lo que nos roban no se desvanece en el aire, va a parar directamente a los bolsillos de la burguesía financiera, el gran robo que fue, principalmente, Caja Madrid se tapó y se tapa con nuestros ahorros para que sigan acumulando dinero los mismos que nos robaron. Esos que no están presos.
No, no se puede pactar esa política. Al contrario, necesitamos que los partidos que ahora están en la oposición digan que si gobiernan harán otra cosa, que volverán a poner la educación pública en su sitio, que devolverán al Estado la sanidad que ahora están privatizando estos. Si no es así, si firman esta política, para qué los queremos.
Este Gobierno gobernó sin consenso alguno, llevó adelante una política radical antisocial, no hay nada que consensuar. Cuando Rubalcaba pidió la dimisión del presidente del Gobierno tenía razones sobradas para hacerlo, no sería muy hábil desde el punto de vista de las tácticas parlamentarias pero era lo que correspondía so pena de sustituir la racionalidad por la superchería politiquera. Es ahora cuando no tiene razones para pactar una política inaceptable.
Invocar el bien común para unirse en torno de políticas antisociales es pretender envolvernos en la misma mentira en que se cimentaban estas décadas que hemos vivido.