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El enemigo en casa

Pedro Sánchez, a la izquierda con mascarilla, durante el Consejo Europeo especial

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Al fin, y tras no poco esfuerzo, la Unión Europea ha logrado un acuerdo para afrontar los daños ocasionados por la pandemia de coronavirus. Por primera vez, va a financiar un estímulo económico extraordinario para los países miembros, con 390.000 millones en subvenciones y 360.000 millones en créditos. España logra 140.000 millones de euros. Algo más de la mitad (72.700 millones) vendrán en ayudas directas y, el resto, en préstamos. Es un logro mayor del esperado. Menor de lo deseable también, dado que ni estaba sobre la mesa convertir el BCE en un auténtico Banco Central que no deje a los países en manos de los bancos privados. Y, aunque está por ver su desarrollo, implica una inyección económica 11 veces mayor que los Fondos de Cohesión en su día, como ha destacado el presidente, Pedro Sánchez. Y, de entrada, uno de los temores: que los países tuvieran derecho de veto a la entrega del dinero si no se cumplían las condiciones, no es así. Sobre el papel al menos.

Esta cumbre de la UE ha servido para que muchos españoles descubrieran las divergencias entre los socios del club y que, con la derecha política y mediática, tenemos el enemigo en casa. Los ciudadanos han aprendido que 5 países del norte de Europa pueden poner en jaque a los otros 22. Cómo funciona la vieja Holanda, que cambió su nombre por Países Bajos. Y a qué nivel de degradación puede llegar el PP, o los medios a su servicio. El ABC por ejemplo renació en súbdito neerlandés. En línea con sus colegas de papel, lanzaba portada el domingo alabando “La Europa del rigor contable” que “exige control y reformas”.

La idea, tan descarnadamente falsa, la difundió con profusión Pablo Casado. Tuvo el valor de reiterarla incluso en la recta final de la negociación en Bruselas. Pidió reformas, necesarias “por la mala gestión del gobierno” y reclamó “más solvencia y responsabilidad”. Ésas de las que él carece por completo. Hoy, conocido el acuerdo, se lo ha atribuido sin mayor problema. Todo esa corte de economistas y tertulianos de su cuerda insistió en los infundios, estrangulando los datos. Lo que el PP y su corte deseaban es que las ayudas fueran condicionadas y obligaran a drásticas “reformas” en sueldos, pensiones y Estado del Bienestar. Su programa.

Los ciudadanos que hayan querido enterarse tienen hoy una idea mucho más precisa de cómo funciona la UE. Los países del norte que se autodenominan “frugales” -oficialmente Países Bajos, Suecia, Dinamarca, Finlandia y Austria- dicen creer que los del sur somos unos vagos y dilapidamos el dinero. “Su” dinero, incluso, que no es tal. Excelentes informaciones han venido a demostrar que el líder del grupo, Holanda, recibe más de lo que cotiza –todos cotizamos– y nos cuesta a los demás un dineral por su actividad como paraíso fiscal. Un estudio cifra en  9.200 millones ese agujero que nos ocasionan. Algo que la UE debe abordar sin más demoras. O intentarlo. Porque son muchos y potentes quienes se benefician de esa excepcionalidad fiscal. Nuestro amigo y compatriota ejemplar, Amancio Ortega, con su Inditex y su Zara dentro, sin ir más lejos.

La deuda pública de Holanda es más alta que la española, también la de las empresas y la privada casi duplica la nuestra, como especificaba el profesor Juan Torres López. Quien también aportaba una parte sustancial del fondo del problema: las pensiones de los holandeses, dependientes de nuestros avatares. A Holanda le conviene esta actitud, lo asombroso es que llegue a tener tal peso en la UE, con un 4% de su PIB. Lo hace con la ayuda de otros países del norte -además de los “frugales” titulares-, que también se benefician especialmente de su pertenencia a la UE. Con gobierno liberal, Mutte se enfrenta a la competencia de los euroescépticos y se ve favorecido por la exigencia de unanimidad en la UE, que crea desajustes, sobre todo cuando se confunden “ventajas como virtudes”. Lo explicaba muy bien aquí, Lidia Brun.

Es cierto, como contaba Andrés Gil, que el reducido grupo de los “frugales”, son países ricos y con gobiernos socialdemócratas pero tienen un problema similar. Inventores del Estado del Bienestar, el tiempo fue moderando sus logros, en particular por el potente resurgir de la ultraderecha a la que se abrazan ciudadanos descontentos por cuanto se ha hecho mal y con escaso aprecio por la democracia, bien es verdad. En este caso les pesa en gran medida la inmigración que provoca el capitalismo desbocado. Cuenta también su carácter. Muy interesante este concepto de la Nueva Liga Hanseática, “un club de ocho países, halcones fiscales, algunos de los denominados vikingos o de las tierras del 'mal tiempo', pero no solo”. En su mayoría, y en diferentes grados, son personas “austeras” por no decir tacañas. Los nórdicos en concreto han conseguido sociedades más igualitarias que las nuestras, con un abanico social más reducido. No es casual el éxito del “hágaselo usted mismo” de Ikea.

O sea, nada que ver con el conservador español, amante de prebendas y lujos, que busca “el rigor presupuestario” para los demás y no para su casa.

La campaña a favor de que Holanda triturara a España (y a Italia de paso) ha desempolvado hasta la crisis de 2008 y el rescate a Grecia, en una vuelta de tuerca realmente insidiosa. Toda esta gente pretende sacar fuera de la ecuación una pandemia mundial y los defectos estructurales que en tan en gran medida les competen. A estas alturas nadie informado y honesto duda de cómo influyó en la expansión del mal la saturación de los sistemas sanitarios aquejados de tijera neoliberal. Y, lejos de enmendarlo, parecen pretender seguir afilándola para recortes sociales. 

Las trampas para entrar en la UE de Grecia las fabricó Nueva Democracia, el equivalente al PP, con la ayuda de Goldman Sachs y se las hicieron pagar –en vidas incluso– bajo el gobierno de Syriza como castigo ejemplar que ahuyentara veleidades progresistas. Tsipras terminó plegándose. La UE pidió tímidas disculpas un tiempo después y punto. En la crisis de 2008, crisis del capitalismo podrido de errores y burbujas insostenibles, conminaron a los países del sur de Europa desde la Troika a Obama. Hace falta un deseo intenso de confundir el mezclarlo con el problema actual.

Pero sí deja una profunda enseñanza. Los enemigos los tenemos en casa, buscando su negocio, aunque nos enferme y maten los virus y se paralice el mundo. El dinero, los fondos, se consiguen y se guardan por si vienen mal dadas. Y no han podido venir peores, hay que echar mano de todo para salir de ésta. Es mejor el acuerdo, aunque no alcance el máximo pretendido. Mejor que la trampa y las promesas rotas como en 2008, sin duda. La UE tiene problemas que resolver. A la espera de la letra pequeña, no olvidar que con la UE nunca se sabe cómo discurren sus acuerdos hasta el final: conviene estar vigilantes. Parece que esta vez la mayoría ha entendido a qué se enfrenta.

Y descendiendo a los sótanos, a la red de alcantarillado, adecenten ya esta derecha española, voceros y orfeones, que da vergüenza ajena.

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