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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Feijóo engrasa nuestro asalto al Capitolio

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Las democracias en Europa no se terminan de un día para otro, sino que van sometiéndose a un lento desgaste que erosiona su estabilidad hasta hacerlas caer. Es como un acantilado que con el paso del tiempo acaba viendo mermada su presencia por el embate de las olas hasta que cae sobre el mar. Los casos de fraude electoral en España son puntuales, se han dado siempre y la mayoría se identifican, se persiguen y no pasan de ser un problema legal menor. No hay año de elecciones municipales que no se dé esta circunstancia, que hay que perseguir, y que no suele pasar de una nota al pie en las campañas electorales porque como suele afectar a los grandes partidos en mayor medida no se solía tener la desfachatez de usarlo como argumento electoral.

El motivo por el que los dos o tres casos más graves que se dan en cada proceso electoral han pasado a ser el foco de la campaña electoral tiene una explicación que viene de largo tras la llegada a las instituciones de la extrema derecha. También de la importación del modo de actuación de las líneas generales utilizadas por Donald Trump, que beben de todos los procesos históricos de desangre democrático previos a la instauración de Estados totalitarios y antidemocráticos. Las democracias tienen que ser deslegitimadas para dar paso a sistemas totalitarios. El núcleo fundamental de legitimidad de una democracia es la limpieza del proceso electoral, si se consigue instaurar la duda sobre el proceso esta pierde valor ante la ciudadanía y ya es posible atentar contra sus fundamentos y no respetar las reglas del juego. El principio fundamental de este compromiso es la aceptación de la derrota, si un partido se presenta a unas elecciones y pierde, reconoce al ganador. Pero no se acepta al ganador si se le considera ilegítimo y basado en una elección fraudulenta.

Los procesos de deslegitimación son múltiples y variados y la extrema derecha los ha tocado todos. Desde considerar al gobierno ilegítimo a considerar el proceso electoral amañado. La derecha siempre acaba viéndose arrastrada por el desacomplejamiento ultra y se mueve hasta sus marcos, que acaban empapando a cotas de representación que en otras circunstancias se habrían quedado en redes marginales. La reunión de los fiscales con Núñez Feijóo donde el exmagistrado del Tribunal Supremo expresó su preocupación por el amaño de las elecciones a través de la empresa Indra da una buena muestra de cómo funciona este proceso paulatino de deslegitimación democrática que comienza en foros de grupos ultras en internet y termina en las más altas instituciones del Estado con ideología reaccionaria.

La creación de bulos y noticias falsas acaba creando un estado de opinión que obliga a los conservadores a reaccionar a ese estado de demanda de su propio electorado y comienzan a deslizarse hacia esas posiciones. Es lo que le ocurrió a Esteban González Pons poniendo en cuestión todo el sistema hablando de una trama organizada en toda España para la compra de votos. El cinismo del PP en la campaña siempre acaba en Fraga. La memoria nos llevó al dinosaurio gallego con la presencia de terroristas de ETA en las listas y la polémica sobre la presencia de quién era responsable de delitos de sangre haciendo política cuando tiene como presidente de honor a quien ejecutaba comunistas, la memoria también obliga a recurrir a Fraga con la polémica sobre el fraude electoral y la compra de votos.

Manuel Fraga acudía cada campaña electoral a Buenos Aires para acarrear votos de los gallegos en Argentina. El carretaxe siempre le fue fructífero al PP de Galicia y para que fuera efectivo el presidente de honor del PP iba a la metrópoli bonaerense con 400 kilos de pulpo para reunirse con las asociaciones de emigrados. El sistema era sencillo para convencerlos, pulpo y 50 dólares, un bono que había que recoger para depositar el voto por correo. Feijóo no abandonó esa estrategia electoral de cuidar bien a los votantes exteriores y 20 días antes de las elecciones a la Xunta de octubre de 2012 hizo campaña por Argentina en el avión privado de un empresario gallego afincado en Argentina. Ni de cuidar a los emigrados, ni de justificar el carretaxe del PP de Galicia llevando a ancianos a votar el día de las elecciones para asegurarse que votaran bien.

Se chegamos á conclusión de que unha persoa que non pode andar non pode ir votar, alá vostedes e o seu comportamento ético”, dijo Alberto Núñez Feijóo para excusar a los miembros del PP de Galicia que habían llevado a ancianos a votar en las elecciones de 2014. La Audiencia Provincial declaró acreditado que José Luis Iravedra, presidente del PP de Lugo, había llevado a ancianos afectados por casos de demencia y alzheimer desde el asilo Hermanitas de los Ancianos Desamparados al colegio electoral para votar. La sentencia finalmente declaró que aunque fueran hechos reprobables éticamente no constituían un delito porque no quedaba probado que los ancianos del asilo dedicado a atender a personas con enfermedades mentales y degenerativas tuvieran afectadas sus facultades. El mismo Feijóo que justificaba estas actuaciones ha hecho campaña con casos menos flagrantes para cuestionar nuestra democracia cuando no son los suyos los que acarrean votos. Cómo se pierde un país es el título del libro de la periodista turca Ece Temelkuran y tras haberlo leído es constante la sensación de estar viviendo poco a poco el mismo proceso en España a través del comportamiento de la derecha del “moderado” Feijóo.