Feijóo, la televisión pública y la silla vacía
Los debates electorales son el acontecimiento más importante de las campañas. En ocasiones, hasta pueden resultar el momento más decisivo de las mismas. Y no sólo para los candidatos, sino para la inmensa mayoría de los electores, que ni asisten a los mítines, ni leen los programas electorales, ni siguen las tertulias, ni leen el último minuto de la actualidad política. El formato aporta más información de la que puedan sospechar los gurús de la comunicación que asesoran a los políticos. En televisión el cuerpo, como la mirada, el estilismo o el más insignificante de los gestos, también habla.
Y que a estas alturas sigamos debatiendo sobre los debates es un sinsentido, además de una anomalía democrática. Los partidos aún no han entendido que se trata de un derecho ciudadano que no debieran esquivar nunca. Pero pasa. Y suele ser el que encabeza los sondeos quien se resiste siempre a arriesgar en un plató de televisión. Esta vez ha sido Feijóo, pero antes han sido otros. Ahora, ante el 23J, el líder del PP sólo ha aceptado un cara a cara con el presidente del Gobierno. Y ha elegido él mismo el campo de juego, que para eso es el favorito.
Pedro Sánchez no sólo ha aceptado, sino que ha redoblado la apuesta. A dos, a cuatro, a siete y cuantos debates hagan falta. El presidente del Gobierno le ha cogido el gusto a los platós de televisión, pero resulta que a Feijóo le molestan los debates porque no domina el registro y porque prefiere no arriesgar, mucho menos que los espectadores le visualicen al lado de su ya socio de gobierno, Santiago Abascal. Por eso ha rechazado el debate a cuatro propuesto por RTVE, que ya han aceptado por su parte el presidente del Gobierno, Yolanda Díaz y el líder de Vox, aunque este último tiene reservas. Al del grupo Prisa también han dado el OK tanto Sánchez como la vicepresidenta, sin bien Abascal mantiene aún alguna reserva.
Feijóo se arriesga a que los organizadores dejen su silla vacía. Y va a pasar. Pasó ya en 2012 con Javier Arenas en Canal Sur. ¿Recuerdan? El sevillano también partía como favorito en aquellas elecciones andaluzas, en las que competía con José Antonio Griñán (PSOE) y Diego Valderas (IU). Pero allí, con la cámara enfocando su silla vacía en el estudio de televisión, sepultó su última posibilidad de llegar a ser presidente de la Junta. Después, para sacudirse la responsabilidad de aquel plantón que acabó también con su carrera política, dijo: “Alguien se equivocó y no fui yo”.
Haya sido Feijóo o sus avispados asesores quienes han tomado la decisión de no acudir a los debates a cuatro, tras argüir en el caso de RTVE falta de neutralidad o “burda utilización”, no sólo es un insulto a los miles de profesionales de la cadena pública, sino que demuestra, sin ambages, el modelo de televisión pública que anhelan y ponen en práctica allá donde gobiernan: una cadena al servicios de los intereses de sus siglas, donde no cabe una voz crítica y a sus profesionales se les premia o castiga no precisamente por su desempeño profesional, sino por afinidad ideológica y su servilismo a una causa política. Lo hicieron con Aznar, lo hicieron con Rajoy y lo volverán a hacer con Feijóo.
El gallego, de hecho, viene con mochila propia en lo que respecta a la televisión pública autonómica, cuya dirección acaba de ser imputada por un presunto delito de acoso moral y de otro contra los derechos de los trabajadores.
Precisamente, el juzgado de lo Social número 1 de Santiago ha celebrado esta semana tres vistas orales como consecuencia de otras tantas demandas de periodistas por vulneración de derechos fundamentales en la Corporación de Radio Televisión de Galicia y porque acusan a la empresa que dirige Alfonso Sánchez Izquierdo de haber frenado su carrera profesional y haberlas cambiado de puesto de trabajo en represalia por criticar en sus redes sociales al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. También por negarse a alterar noticias en beneficio de la Xunta o por su apoyo al movimiento Defende Galega, que promueve protestas contra la manipulación informativa de la cadena.
Y respecto a su negativa a asistir a los debates, alguien debería explicarle que cuando lo que se pretende es no arriesgar para no perder, a veces se naufraga. La imagen de la silla vacía acabará siendo la protagonista de una noche que le perseguirá el resto de sus días. En campaña, no está acreditado aún que se gane sólo por la inercia de un supuesto cambio de ciclo. Y menos cuando en los últimos 15 días, como consecuencia de las alianzas PP-Vox, se percibe un cambio en el clima y un frenazo en la euforia arrolladora con la que la derecha amilanó a la izquierda las semanas posteriores al 28M.
59