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Ginebra y filosofía

Dos copas de Gin Tonic

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La gente se niega a hacerse mayor

George Steiner

Un halo de pánico, como el de 1929, un viento apocalíptico, recorre, según cuentan, nuestra maltrecha sociedad. No hay ginebra de marca. No, es más grave, falta también ron y otros espirituosos. Y botellas para el vino. No nos bastan las pandemias y los volcanes que derraman horror natural a chorro. Es el chorro que suena en las barras el que le corta el hálito a las gentes, sobre todo a las que están interesadas por la ginebra. No estar interesado por los gintonics y las series y las videoconsolas es pecado de lesa viejunez. La ginebra me dio ardor siempre, quiero que conste en acta. Era más de whisky con cola y ahora ni eso. Perdonen que no me levante al grito del desabastecimiento de licores. Tiemblo más por la falta de papel para la empresa editorial y, la verdad, casi tampoco porque si eso sirve para despejar bulto y arrimar claridad no estaría mal. 

Dice el Banco de España que habrá desabastecimiento. Llaman a los medios que lo reproducen para pedir prudencia, no lo creemos con las alertas. Acaparar ginebra. Hay riesgo de que nos frustren el black friday, esa cosa que hace una década no sabíamos que existía. Los Reyes Magos puede que tengan que barajar opciones distintas, más próximas, menos tecnológicas. A lo mejor recuperan así su mágica imprevisibilidad. No es más rico quien más tiene sino quien menos desea. O aquel cuyo deseo sea menos específico, menos catalogado. Hay vino. Siempre nos quedará el vino, pero faltan botellas. Pues la cerveza, demonio, y tirada en caña. 

No llegan los contenedores. Están en lugares donde no hacen falta, faltan donde son necesarios. Oigo en “Julia en la Onda” a un tal señor Espín que dice que “las mercancías sufren”, aún más, “que las mercancías no tienen derechos” y que con tanta burocracia y control de lo que se lleva y se trae, “se las maltrata”. Me pasmo. Suena raro, como las tierras que necesitamos. Fue el primer bloque de la tabla periódica que me aprendí. Sonaba exótico y ahora suena imprescindible. Cadmio, selenio, galio, germanio y el indio para la pantalla táctil de tu dispositivo. Las demandamos a paladas pero son raras, hermano, no abundan en la naturaleza y hemos usado ya las que estaban más fáciles de extraer. Dependemos de otros, mala cosa. Estudian reabrir minas y las gentes no quieren actividades tan sucias cerca y se van a protestar al móvil, hecho con ellas. ¿Qué hacemos? No podemos contar con la ginebra premium, recuerden. 

Pedalear, pedalear, pedalear que ahora se llama consumir, consumir, consumir. Consumid, malditos o todo se hundirá, mas si consumes, agotas y desabasteces y los problemas crecen sin que ningún economista haya sido capaz de prever este concreto problema cuando nos deleitaban con su abecedario de recuperación traspandémica: en V, en L, e W. Ya ven, va a ser en eme porque se nos ha atragantado la puesta en marcha. 

Nos falta energía para reconocerlo, el problema es un sistema que no admite sino la huida hacia adelante. La ministra acaba de sacarle a Argelia su reafirmada voluntad de mantener el nivel de suministro de gas durante el invierno a través del ramal del gaseoducto que llega directamente desde su territorio a Almería, ahora que no puede llegar a través de la vía marroquí. Hay un juez cuestionando si el Gobierno podía atender una petición humanitaria argelina para el líder del Polisario. Viven en otro mundo. Quieren privar a un gobierno de hacer lo que debe a cambio de que nos muramos de frío en invierno. No se sabe si será suficiente ni cuántos barcos necesitaremos para traer el resto del suministro. Los metaneros no son interminables, y se los quedan los orientales. ¡Es el mercado amigo! Siempre es el mercado pero nosotros también somos el mercado. 

Es aquí donde coge la pelota Austria y la dispara a puerta. No hay que preguntarse cuándo Europa se verá inmersa en un gran apagón, total y largo, sino cuándo será. El ejército austríaco, que acertó en sus predicciones de riesgo estratégico cuando previo una pandemia o atentados en Viena, ahora tiene clarísimo que su población tiene que estar preparada para el desastre derivado de la falta de suministro eléctrico. Si se acojonaron con la pandemia, piensen bien lo que sería esto. Los que temían el holocausto nuclear o el apocalipsis zombi ya tendrán suficiente arroz, miel, pasta y legumbres -no caducan nunca- y linternas, pilas, mantas y radios de las de antes para poder recibir las instrucciones de las autoridades. El papel higiénico lo tienen guardado aún, no lo nieguen. Todo eso y sin ginebra ni para desinfectarnos las heridas. 

Mientras, en el zaragozano pueblo de Artieda han contratado un filósofo municipal y siendo todo y todos contingentes, seguro que han hecho lo necesario. No son los únicos. Es el último berrido en las empresas de Silicon Valley y en las multinacionales locas. Filósofos para darle sentido a todo esto. Tal vez no sean psicólogos lo que nos faltan ni psiquiatras. No tengo muy claro que el problema sea la salud mental y no sea la falta de sentido de la vida. ¿Quiénes somos? ¿qué hacemos? ¿para qué hacemos lo que hacemos? ¿para qué compramos? ¿dónde vamos ahora que hemos matado a dios y que los contenedores no nos llegan a tiempo? Y no hay ginebra que ahogue tanta vaciedad y tanta falta de sentido. Lo que no tiene sentido no tiene valor. 

Paso de ginebra. 

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