El concierto de Hakuna en la Puerta del Sol el pasado 22 de diciembre, con Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso bailando en las primeras filas como dos adolescentes embriagados por una fe renovada, es el perfecto ejemplo de lo que Dorothee Sölle llamó “cristofascismo”. Sölle, teóloga luterana, pacifista, feminista y poeta, inventó ese neologismo para describir la alianza entre el fundamentalismo cristiano y el poder político y económico. El “cristofascismo” despolitiza el mensaje cristiano para fomentar la obediencia de las masas, deslegitimar las protestas ciudadanas y marginar a las minorías. Esta maniobra constituye una obscena perversión del ideal igualitario de Jesús de Nazaret, que utilizó la famosa metáfora del camello y el ojo de la aguja para condenar la opresión sufrida por el pueblo trabajador judío bajo el yugo de Roma y su principal colaborador, el Sanedrín.
Aparentemente, Hakuna es un inofensivo grupo de pop cristiano fundado en 2013 por el ex sacerdote del Opus Dei José Pedro Manglano. El origen de este conjunto de música solo puede inspirar desconfianza, pues el Opus Dei, tal como atestiguan infinidad de antiguos numerarios, supernumerarios, agregados o numerarias auxiliares, siempre ha funcionado con el secretismo y la hipocresía una secta. 'El minuto heroico', la fantástica miniserie documental de Mònica Terribas Sala, muestra cómo la “obra” ha explotado, manipulado, maltratado y saqueado a miles de personas, con el pretexto de que solo les ayudaba a transitar por el camino de la santidad. Casi nadie ignora los vínculos de José María Escrivá de Balaguer con la dictadura del general Franco. “San Josemaría” alimentó una concepción tridentina del catolicismo con frases como “Bendito sea el dolor, amado sea el dolor, santificado sea el dolor, glorificado sea el dolor”, unas palabras que solía susurrar a los moribundos, explicándoles que su sufrimiento era un tesoro espiritual, pues los acercaba al martirio de Jesús en la cruz.
El carisma de Hakuna es transmitir “la alegría de seguir a Cristo”. Nutrido inicialmente por estudiantes del Icade y de la Escuela de Ingenieros, uno de los mayores éxitos del grupo se titula 'Un segundo', un tema con una letra cursi y vacía: “Reviento de amor y estoy temblando de gozo / Hay tanta locura en este amor que no controlo / Pierde tu vida, recibirás la eternidad / La alegría de ser esclavo, esclavo de mi libertad / Si por un segundo vieras cómo te miro / No querrías ver nada más”.
El integrismo religioso elude las cuestiones más incómodas, como la pobreza, la injusticia, la guerra, la desigualdad, la explotación del hombre por el hombre. Prefiere hablar de “gozo”, “alegría” y “eternidad”. El integrismo católico reduce el cristianismo a una serie de ritos vacíos y suscribe el paquete ideológico del movimiento provida: oposición al aborto, la eutanasia, el preservativo y el matrimonio homosexual. Un feroz anticomunismo y la teoría del gran remplazo (la inmigración es el caballo de Troya de la islamización de Occidente) completa esta grotesca interpretación del mensaje cristiano.
Hakuna y todo lo que orbita alrededor, incluidos satélites inesperados como la conversa Díaz Ayuso, que hizo el camino de Damasco durante la pandemia, pasan por alto las reflexiones del papa Francisco en su encíclica 'Fratelli tutti'. El papa argentino describe la pobreza como la consecuencia del egoísmo de una minoría acaparadora y, al igual que Óscar Romero e Ignacio Ellacuría, asesinados por la ultraderecha salvadoreña, cuestiona la propiedad privada: “La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada”. El integrismo católico, muy arraigado en el obispado español, jamás disimuló su antipatía hacia Francisco y algunos sacerdotes, como los energúmenos de La Sacristía de La Vendée, una “tertulia sacerdotal contrarrevolucionaria”, llegaron a manifestar su deseo de que el papa argentino subiera pronto a los cielos.
La mayor desgracia del cristianismo fue la conversión del sanguinario Constantino I. El emperador romano transformó las comunidades horizontales de los primitivos seguidores de Jesús en una estructura vertical, con una organización jerárquica similar a la del imperio y una idea de Dios copiada del despotismo de los césares. Constantino pensó que el cristianismo le ayudaría a consolidar su poder y aglutinar a sus súbditos bajo un credo que invitaba a la obediencia. Jesús de Nazaret es una de las figuras más deformadas y tergiversadas de la historia. El evangelio de Marcos, el más primitivo, se redactó alrededor del año 70 d.C. Es decir, en las mismas fechas en que las legiones romanas llevaron a cabo la segunda destrucción del templo de Jerusalén. Las comunidades que redactaron el evangelio de Marcos y los otros tres evangelios canónicos intentaron congraciarse con Roma, domesticando la figura de Jesús, al que se presentó como un pacifista y un colaborador con la ocupación y no como lo que fue realmente: un líder político que luchó contra el imperialismo y sus sicarios. Cuando le entregaron un denario y le preguntaron si había que pagar impuestos, Jesús examinó la moneda y contestó “dadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. No suele mencionarse que en el denario aparecía la siguiente inscripción: “Tiberio, hijo del divino Augusto”, una frase que constituía una blasfemia para un judío. Jesús respondió irónicamente, sugiriendo que el César, un falso dios, no merecía nada y que había que dar a Dios lo que realmente nos pedía: solidaridad con los pobres, los extranjeros, las viudas y los huérfanos. Ese mensaje es el “hilo rojo” que según el filósofo marxista Ernst Bloch recorre toda la Biblia.
El hijo de una humilde familia de trabajadores no podía pedir que se pagaran los tributos impuestos por el invasor romano para sostener a las elites. Jesús desafió al poder político y religioso de su época, hablando de la inminencia de un Reino donde ya no habría pobres ni hambrientos. De ahí que sufriera una muerte política, pues la cruz, una forma de ejecución particularmente atroz, se reservaba para los sediciosos y los esclavos rebeldes. Los supuestos ladrones que le acompañaron en el Gólgota probablemente eran insurgentes, miembros de la resistencia judía. Muchos historiadores apuntan que movimientos nacionalistas judíos radicales, como los zelotes y los sicarios, se gestaron probablemente alrededor de Jesús. Los evangelios conservan hechos que muestran el carácter beligerante del galileo y sus discípulos, como la expulsión de los mercaderes del templo a latigazos o la resistencia de los apóstoles en el huerto de Getsemaní, que sacaron espadas para defender a su maestro, pese a que las autoridades romanas habían establecido la pena de muerte para los judíos que portaran armas.
Los evangelistas acusan al pueblo judío de la muerte de Jesús y exoneran al prefecto Poncio Pilato, algo inverosímil, pues –según Filón de Alejandría– su mandato se caracterizó por su “corruptibilidad, robos, violencias, ofensas, brutalidades, condenas continuas sin proceso previo, y una crueldad sin límites”. Sus abusos fueron tan escandalosos que Tiberio le convocó en Roma para investigarlo y juzgarlo. Los evangelistas culminaron su ejercicio de contorsión histórica y teológica ocultando que Jesús tenía hermanos -como Jacobo, también conocido como Santiago el Justo- e introduciendo viejos mitos para divinizar su figura. Al igual que Horus y Mitra, Jesús nace de una virgen y como Osiris, Dionisio e Inanna muere y resucita. Y ya en el siglo IV, la iglesia fija el 25 de diciembre como fecha de su nacimiento, el día en que los romanos celebraban el solsticio de invierno. De este modo, Cristo se convierte en luz del mundo y símbolo del renacimiento de la vida.
Hakuna es uno de los frutos de la brutal represión política y religiosa orquestada por Wojtyla y Ratzinger contra la Teología de la Liberación. Gustavo Gutiérrez, el padre de esta escuela teológica, afirmó que Jesús abogó por una radical opción por los pobres y se opuso frontalmente a los ricos y poderosos. El mensaje cristiano es una utopía porque “es una denuncia del orden existente”, una voz “movilizadora y subversiva”. Por el contrario, Hakuna representa el deseo de conservar el orden establecido, con sus grandes dosis de injusticia y desigualdad. Si no fuera así, Núñez Feijoo y Díaz Ayuso no bailarían sonrientes al son de sus canciones. Es desolador comprobar que el “cristofascismo” ha regresado y que figuras como Pere Casaldàliga, Ernesto Cardenal o Diamantino García Acosta, firmemente comprometidos con la liberación del ser humano de cualquier forma de opresión o explotación, ya solo son un entrañable recuerdo en la memoria de unos pocos nostálgicos.