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Un deseo para 2020

Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, durante la sesión de impeachment de Trump

María Ramírez

La mañana del 1 de junio de 1950 Margaret Chase Smith, senadora republicana por Maine, se encontró en el tren ligero del Capitolio con su colega de partido Joseph McCarthy. “Margaret, estás muy seria. ¿Vas a hacer un discurso?”, preguntó él. “Sí, y no te va a gustar”, contestó ella. 

Chase Smith hizo una “declaración de conciencia” para denunciar la persecución de empleados públicos que McCarthy consideraba subversivos. Ella era entonces la única mujer en el Senado, llevaba poco más de un año en su escaño y la abrumadora mayoría del partido apoyaba a McCarthy. “No quiero ver al partido republicano cabalgando hacia la victoria política con los cuatro jinetes de la calamidad: el miedo, la ignorancia, la intolerancia y la difamación”, dijo en su discurso. 

Ese día McCarthy salió en silencio de la sala y luego se rió de “Blancanieves y los seis enanitos” por los republicanos que la habían apoyado. La mayoría de su partido dio la espalda a la senadora rebelde y no aceptó reprobar a McCarthy hasta cuatro años después. 

Las voces críticas dentro de los partidos siempre han sido una parte esencial de la belleza de la democracia de Estados Unidos. Pocas, pero contundentes. En 1974, el congresista republicano Larry Hogan fue uno de los primeros que alzó la voz contra los abusos de Richard Nixon, que decidió dimitir cuando vio las primeras bajas de apoyo entre los suyos. En 1998, el demócrata Joe Lieberman reprobó a Bill Clinton por sus mentiras y empujó una pequeña rebelión dentro de su Gobierno. Cinco demócratas acabaron votando a favor del impeachment de Clinton en la Cámara de Representantes. 

Esta vez todos los republicanos de la Cámara de Representantes han votado en contra del impeachment de Donald Trump y ningún senador republicano ha dicho que vaya a hacer lo contrario cuando la votación llegue al Senado en unas semanas. El único caso especial ha sido Justin Amash, congresista conservador de Michigan que ha abandonado el partido republicano y se ha convertido en independiente después de anunciar que apoyaría el impeachment. Es significativo que el único Pepito Grillo ni siquiera se haya quedado dentro del partido. 

La falta de voces críticas es parte del círculo vicioso de la polarización de la sociedad y los partidos en un dilema sobre qué fue primero, pero también refleja la erosión de cualidades muy valiosas de la cultura estadounidense: la independencia, la valentía, el respeto a los principios. 

Es difícil argumentar que la falta de autocríticos dentro del partido se deba a que McCarthy, Nixon y Clinton eran peores que Trump, el político que tal vez mejor sintetiza y amplifica lo más oscuro de los tres. El hombre que ha emitido 15.413 mentiras desde que tomó posesión, según este recuento del Washington Post. El que ha utilizado el cargo en beneficio de sus negocios personales. El que ha perseguido en público y en privado a los funcionarios del FBI para que no le investiguen. El que se ha puesto del lado de Vladimir Putin o de Kim Jong Un frente a sus agencias de inteligencia. El que ha acosado, insultado y animado a la violencia

El caso concreto por el que ha sido procesado es la presión al presidente ucraniano para que investigue al hijo de su (posible) rival demócrata. Sobre ese caso existe la transcripción de la llamada y la confesión de varios empleados públicos, incluido un embajador que es también donante de Trump. La negativa del presidente a cooperar con la investigación del Congreso tampoco tiene precedentes. 

El uso de una herramienta poco habitual -Trump es sólo el tercer presidente procesado así- especialmente en año electoral y con un país tan dividido es discutible igual que las prioridades de los legisladores, y no es sorprendente que el partido republicano cierre filas. Pero en estas circunstancias, y dada la impopularidad del presidente entre sus propios colegas de partido -durante la mayoría de su campaña no le apoyó ningún legislador federal-, también es chocante no haber visto ya a la Margaret de 2019. 

Lo más parecido podría ser Mitt Romney, ex candidato presidencial y senador, que ya hizo un discurso detallado sobre los males de Trump antes de las elecciones presidenciales. Pero de momento ha dado pocas pistas y no tiene el arrojo del que tal vez habría cumplido esa función, el difunto John McCain. 

Los críticos de dentro suelen pagar la jugada y a menudo pierden el apoyo de los votantes y de los líderes que no quieren discordancias, como también hemos visto en España. 

Pero el tiempo les suele dar la razón y el impacto se nota después de su gesto. Y en un mundo tan obsesionado con las etiquetas, las voces críticas, inesperadas dentro de un partido son las que tienen más posibilidades de ser escuchadas, al menos por una minoría. Incluso aunque no sean escuchadas, los políticos que se atreven a disentir, sea en busca de gloria o de decencia, están habitualmente más cerca de cumplir con el objetivo esencial de su trabajo, que debería ser cuidar el bien común. Y eso tiene un valor en sí mismo. 

Para el año nuevo, mi deseo es que haya más Margarets. Los años 20 de este siglo irán mejor con más voces independientes como la suya. En Estados Unidos, en España y en muchos otros países donde los partidos deberían mirarse a sí mismos con menos indulgencia.

En enero de 1964, Margaret Chase Smith dio otro discurso célebre en el club de mujeres de la prensa nacional de Washington. Enumeró las razones por las que no debía ser candidata a presidenta de Estados Unidos (del tipo “es un mundo de hombres y debe permanecer así” o “las mujeres no tienen la energía física y la fuerza necesarias para la campaña”). Y concluyó: “Por estas razones tan estimulantes contra mi candidatura, he decidido que debo presentarme”.

Fue la primera mujer que consiguió presentarse a las primarias presidenciales de uno de los dos grandes partidos. Su mejor resultado fue en Illinois, donde sacó el 25%. Allí la vio una adolescente, entonces republicana, que un día seguiría sus pasos: una tal Hillary Rodham. 

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