Llueve en Madrid, pero puede acabar inundada toda España
Llueve en Madrid y abren los telediarios con la “noticia”. Nieva en Madrid y parece que no haya caído un copo en ninguna otra parte. Estrenan una obra de teatro allí y sale en la prensa cultural aunque ya se hubiera visto un mes antes en Sevilla o Bilbao. Se convocan manis en todo el país, pero la foto de portada es la Puerta del Sol. La sanidad pública madrileña tiene problemas, y parece que en Andalucía o Galicia no tuviéramos listas de espera y centros de primaria desbordados.
No me hablen de la fatiga periférica por el centralismo-madrileñismo, que la comparto totalmente. Fuera de Madrid cansa y cabrea mucho que la capital marque las agendas política, mediática, cultural, deportiva y meteorológica. Así que comprendo que estos días muchos españoles piensen que ya vale de Ayuso y la sanidad madrileña a todas horas, que cada territorio tiene lo suyo, y los médicos madrileños no son los únicos movilizados, ni Ayuso la única con planes privatizadores.
Es verdad, pero qué quieren que les diga, yo desde Sevilla miro con espanto lo de Madrid. Sin desentenderme de la sanidad pública andaluza, me importa mucho cómo acabe el choque entre Ayuso y los médicos, o qué pase en las próximas elecciones autonómicas allí. Porque aunque en efecto llueva en todas partes, el aguacero de Ayuso puede acabar mojándonos a todos.
Mientras otros presidentes van de moderados y hasta de negociadores, la madrileña está decidida a ganar el pulso a médicos y ciudadanos. Va con todo, sin miedo a estrellarse, que se aparten los demás porque ella no piensa frenar. Desprecia a los huelguistas y manifestantes, arrastra la protesta sanitaria al barro de la polarización, convierte un conflicto social en otra versión del “comunismo o libertad”. Le ha funcionado otras veces, y ahora está subiendo la apuesta, endureciendo su postura, convencida de que acabará por agotar y dividir a los médicos.
Imaginen por un momento que le sale bien la jugada. Que gana las elecciones y vuelve a gobernar tras meses de batalla sanitaria. Se sentiría legitimada, con las manos libres para acelerar en el desmantelamiento y privatización. Me echaron un pulso y lo gané. Las urnas avalan mi política sanitaria, como antes avalaron mi plan de pandemia.
Si eso ocurre, si las elecciones madrileñas se juegan al “Sanidad o Ayuso” que está planteando la oposición, y acaba saliendo “Ayuso”, el problema no lo tendrán solo los madrileños. Detrás iremos los demás, bien porque el ayusismo triunfal marque el rumbo de la derecha española -como ya lo hace en muchos ámbitos-, bien porque otras derechas regionales sigan sus pasos por la senda abierta. Madrid no deja de ser la avanzadilla y laboratorio de las políticas liquidadoras y privatizadoras, lo mismo en educación que en sanidad.
Ayuso va con todo en este pulso, y no está sola. De su lado tiene el enorme poder político, económico y mediático de quienes quieren hacer negocio con nuestra salud. Si los médicos están solos, perderán esa batalla, como mucho conseguirán una victoria pírrica en forma de subidas salariales o mejoras en sus condiciones. Y tendrán todo el derecho a conformarse, sus reivindicaciones laborales son legítimas, y no podemos esperar que ellos defiendan lo que es de todos.
Hasta ahora yo pensaba que la clave era que no fuese una lucha corporativa, sino de la ciudadanía madrileña. Ahora empiezo a pensar que tal vez los madrileños solos no puedan. Quizás haga falta que las movilizaciones en defensa de la sanidad pública superen el ámbito autonómico, porque está lloviendo en todas partes, y porque la tormenta Ayuso puede acabar por mojarnos a todos. En este año de tantas elecciones nos jugamos el futuro de la sanidad pública.
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