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El mural

Una mujer pasa con un patín por el mural feminista en el polideportivo municipal de la Concepción, en Madrid

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Empecemos por el principio. Hace algo más de tres años, el Ayuntamiento de Madrid, encabezado entonces por Manuela Carmena, puso en marcha un programa denominado Compartiendo Muros para fomentar la participación ciudadana en la transformación del paisaje urbano. En el marco de dicho programa, las juntas distritales debían convocar concursos para pintar murales dentro de sus respectivas jurisdicciones. A mediados de 2018, la junta de Ciudad Lineal declaró ganador al colectivo Unlogic Crew y sometió sus dos proyectos alternativos a votación entre los empadronados en el distrito.

He leído los comentarios que dejaron entonces los vecinos de Ciudad Lineal en el portal Decide Madrid. Salvo contadas excepciones, todos eran respetuosos y de un civismo inimaginable en las redes sociales. Unos respaldaban la iniciativa; otros consideraban que había asuntos más urgentes, como la limpieza de las calles y la mejora de infraestructuras. Había críticas al procedimiento de votación, constreñido a dos propuestas de un artista previamente seleccionado. Alguien recordó al respecto el chiste del restaurante que ofrece “menú a elegir” y solo tiene acelgas; cuando el cliente pregunta dónde está la posibilidad de elección, el camarero responde: “Usted elige si come o no”. Algunos comentarios elogiaban los proyectos; otros afirmaban que carecían de calidad artística. Y había también notables discrepancias sobre el contenido de la propuesta finalmente ganadora, que algunos tachaban de “político”, a diferencia de los proyectos neutrales seleccionados en los demás distritos.

La obra se titula 'La unión hace la fuerza'. Junto a la leyenda 'Tus capacidades no dependen de tu género', exhibe los rostros de 15 mujeres, entre ellas la activista afroamericana Rosa Parks, que en los tiempos de segregación racial en EEUU rehusó ceder su asiento en un bus a un blanco; la cantante Nina Simone, luchadora por los derechos civiles de las mujeres y primera pianista negra que actuó en el Carnegie Hall; la líder indígena Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz; la dirigente zapatista Comandanta Ramona, promotora de una Ley de Mujeres en los territorios controlados por el movimiento indigenista; la francotiradora soviética Liudmila Pavlichenko, célebre por su actuación implacable contra los nazis, y la escritora y líder anarquista española Federica Montseny, primera mujer en ocupar un ministerio en un gobierno europeo. Sí: no cabe duda de que es una obra política, tanto por su reivindicación feminista, que desafortunadamente sigue siendo en nuestros días un acto revolucionario, como por la selección de los personajes, que, más allá de la discusión de si en todos los casos fue o no acertada, revela un innegable sesgo ideológico. Probablemente un artista conservador habría incluido a Margaret Thatcher, primera mujer que presidió un gobierno en Europa y que, desde la perspectiva de la derecha, ocupa un lugar capital en el camino hacia la igualdad de género.

El hecho es que, tras el debate civilizado entre los vecinos de Ciudad Lineal, la obra se pintó en una de las paredes que rodean el polideportivo municipal Concepción, y ahí seguía, sin que las legítimas discrepancias se tradujeran en intentos de estropearlo o campañas para eliminarlo. Hasta que entró en escena Vox. Al grito de “el marxismo pseudocultural tiene los días contados”, el partido de ultraderecha promovió el jueves de la semana pasada una moción en el Ayuntamiento madrileño para borrar el mural y logró sacar adelante la iniciativa con los votos del Partido Popular y Ciudadanos. Ante la avalancha de críticas desde sectores progresistas y la movilización de vecinos en defensa del mural, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, alegó que “tan democrático es decidir ponerlo como es decidir quitarlo” y, en un burdo intento por llevar la polémica a terrenos emocionales, dijo que el objetivo es pintar en ese espacio un homenaje a deportistas paralímpicos. La plataforma vecinal de defensa del mural le respondió que tal propuesta era bienvenida, pero que había más paredes disponibles para desarrollarla.

Así estaban las cosas hasta este martes, cuando Ciudadanos se descolgó de la 'guerra cultural' de Vox y apoyó por sorpresa una moción de urgencia presentada por Más Madrid para salvar el mural. Sin abandonar las críticas a la obra, la vicealcaldesa de Madrid y portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento, Begoña Villacís, decidió rectificar con el argumento pretendidamente equidistante de que “el sectarismo no se combate con sectarismo”. Vox se quedó con los crespos hechos, pero no perdió la partida: Santiago Abascal sabe que su jugada ha acrecentado su protagonismo político en un distrito donde, en los siete meses transcurridos entre las dos últimas elecciones generales, pasó de ser el quinto al tercer partido más votado. Y seguramente su pretensión es seguir creciendo… a costa del PP.

En este episodio el único perdedor es la formación de Pablo Casado, que, una vez más, salió chamuscada por arrimarse demasiado al fuego. O, dicho en términos pugilísticos, se metió en una pelea de Vox y terminó noqueada. Parece mentira que, en un momento tan difícil para España por las dimensiones aterradoras de la pandemia y la crisis económica, un partido con experiencia de gobierno, que se jacta de resolver como ningún otro los problemas de los ciudadanos, se haya dejado arrastrar a una pugna por un mural que solo beneficia a la formación que le roba votantes. Pierde especialmente Martínez-Almeida, por haberse quedado solo como patética comparsa de Abascal en su obsesión contra el feminismo y el progresismo.

No espero que el alcalde de Madrid reconozca que el tiró le salió por la culata y diga ahora con la cabeza gacha que es tan democrático decidir quitar un mural como lo es decidir dejarlo en su sitio. La democracia significa algo mucho más profundo que la capacidad aritmética para quitar o poner murales. Es por encima de todo un sistema cultural de convivencia, muy frágil como para andar jugando temerariamente con él, que concede por norma general un valor distinto a la creación que a la destrucción. Y esto parecen desconocerlo Casado y Martínez-Almeida. O lo han perdido de vista por atar su estrategia política a los apoyos de Vox.

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