Page acelera por la autovía
Como el kamikaze del chiste, García-Page va por la autovía cuando de pronto oye por la radio que, cuidado, atención, peligro, hay un socialista que circula en dirección contraria a toda velocidad. “¿Uno?”, se pregunta él, “¡pero si van todos en dirección contraria, no hago más que cruzarme con compañeros!”
Hace mucho tiempo que el presidente castellanomanchego circula en dirección contraria a la mayoría de su partido, pero sigue creyendo que los kamikazes son los otros. Mientras el partido cierra filas con Pedro Sánchez y su apuesta por entenderse con el independentismo para evitar que gobierne la derecha con la extrema derecha, García-Page sigue por su carril con el piloto automático, seguro de ir en la buena dirección. Es verdad que el PSOE ha dado más de un volantazo, pero son tiempos de curvas locas y hay que manejar con audacia para no acabar en la cuneta. No así García-Page, que cogió la raya del suelo y no la suelta.
Ya la legislatura anterior se la pasó echando pestes del gobierno de coalición, repitiendo que Podemos no era fiable, que era radical, que solo traía inestabilidad. Olvidando de paso que él llegó a la presidencia autonómica con los votos de Podemos, y tuvo varios consejeros del partido morado.
Ahora en vez de Podemos toca independentismo, y García-Page lleva meses repitiendo el argumentario de la derecha. Si repasan la hemeroteca, verán que coincide palabra por palabra en cada ocasión: la amnistía es un error y un engaño, el gobierno baila al son del capricho de Puigdemont, el mediador internacional es una parodia, estamos en manos de la derecha independentista, Junts es un partido supremacista equiparable a Vox, lo del ayuntamiento de Pamplona es una mentira a los ciudadanos, y lo último esta misma semana: “no hay terrorismo bueno ni terrorismo malo”. Exactamente las mismas palabras que dijo este jueves Núñez Feijóo. Como si hubieran recibido al correo el mismo argumentario.
En su mensaje de fin de año a sus paisanos ya lo advirtió, con toda humildad: “Me va a tocar defender la igualdad y la unidad de España”. Defenderla contra su propio partido, por lo visto. Durante un tiempo podía parecer que el PSOE jugaba a dos manos, las dos almas del partido, el doble discurso: favorable a negociar con el independentismo en unos territorios, mientras los barones al sur del Ebro sostenían el discurso más españolista. Y le funcionaba. Pero García-Page ha acelerado tanto por la autovía que se ha quedado solo.
Bueno, solo tampoco está: mientras se cruza con todos sus compañeros de partido en dirección contraria, por su carril va bien acompañado por toda la derecha política y mediática que le jalea. Tras el teatrillo de Fitur –intencionado, pues era evidente que les estaban grabando–, se ha encontrado con la crítica de todo el gobierno, mientras los únicos que le han defendido públicamente han sido Feijóo, Ayuso, Mazón y toda la alegre tertulianada de derecha. Debería darle de pensar que los únicos que le aplaudan una y otra vez sean de la derecha. Bueno, y González y Guerra, con los que Page se deja ver en público cuando más críticos son con el partido.
Esto ya pasaba en tiempos de su predecesor autonómico, José Bono, que gustaba de ser el verso suelto del partido en la época de Zapatero. Y hay que reconocerles a Bono y Page que ese situarse a la derecha del partido, especialmente en el debate territorial, les da buenos resultados electorales en su región. Pero lo de Bono ya sabemos cómo terminó: de ministro con Zapatero y luego presidente del Congreso. No descarten que García-Page acabe igual de mal cualquier día.
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