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El peligro de confundir política con elecciones

El presidente de PP, Pablo Casado, y el candidato a la presidencia de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco.
8 de febrero de 2022 22:34 h

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Un profuso ruido tapa aspectos esenciales de las elecciones –adelantadas- en Castilla y León y, a menudo, en muchas otras. De entrada, no es política todo lo que parece y se mueve en torno a una convocatoria a las urnas, en ocasiones parecen conceptos antónimos. Ruido, ataques, trampas, cómplices y detractores, desigual tratamiento mediático. La realidad escueta comienza por el marco vital y lo que condiciona. Castilla y León es la comunidad más extensa de España. Ocupa el 18% del territorio nacional. Sexta en población, con casi 2.400.000 habitantes, en densidad está la última, con apenas 25 habitantes por km², en ese bloque parejo que incluye, cerca, a Castilla-La Mancha, Extremadura y Aragón. La mayor ciudad, Valladolid, no llega a los 300.000 vecinos.

El Partido Popular gobierna en la comunidad desde hace 35 años y habla impertérrito de frenar la despoblación o de crear un futuro que parece no haber sembrado aún a su gusto en décadas. Pablo Casado llega a enfrentar a Alfonso Fernández Mañueco, su candidato y actual presidente, con Pedro Sánchez, que tenía 15 años cuando el PP comenzó a gobernar Castilla y León. Se ningunea al candidato del PSOE Luis Tudanca, el aspirante más votado en 2019 que sería desbancado entonces por el pacto PP-Ciudadanos.

Mañueco, acosado por tres potentes casos de corrupción -como hemos venido contando reiteradamente-, adelantó elecciones para librarse también de Ciudadanos y ver de repetir el éxito de Ayuso en Madrid. Por cierto, la comunidad atesora su sólido y milenario pasado histórico, incluso en su estatuto de autonomía. Parte del Reino de León y no al revés. Pero allí se fue Ayuso con una de sus habituales ocurrencias para refrescar la molestia de una unión que desde sectores leoneses se ve forzada. Y su insulto de dos años atrás cuando les llamó “paletos”.

Unas elecciones que de lo local pasan –o así lo quieren- a dilucidarse sobre España y que Pablo Casado extiende a Europa con sus continuos infundios y viajes a Bruselas a cuestionar la gestión de los Fondos UE en los que parece le vaya la vida. Y no decae ni ante las evidencias. Por tres veces le han desautorizado en Bruselas, al punto de haber reconocido ante la presidenta del Europarlamento este lunes que pide lo que ya se hace, que la UE  fiscaliza las ayudas y las reformas. Justifica sin embargo su campaña contra el Gobierno de España porque es un “partido de la oposición”. 

Al PP se le ha complicado en gran medida la jugada. Los sondeos registran un fuerte descenso de sus expectativas de voto y el CIS llega a decir que no consigue la mayoría absoluta ni con Vox –que sería tercera fuerza política-. Resulta enternecedor ver las críticas al CIS y considerar fiables las que elaboran los medios. Pero el soporte mediático del PP también “avisa” a Casado.

 

Y acaba de darle un toque de gracia su antiguo mentor, José María Aznar, a quien le gusta mucho más Isabel Díaz Ayuso. La FAES reclama más dureza a Casado tras las elecciones en Portugal: “La oposición amable ha sido castigada sin misericordia”. ¡Más dureza todavía! Le falta salir con un lanzallamas.

La campaña de Pablo Casado está siendo delirante. Con una profusa gesticulación y en escenarios precisos ha llorado por las remolachas supuestamente atacadas, es experto en nutrición y salud, le ha dado a Drácula un papel protagonista en la creación de zombis para insultar al Gobierno. O ha calumniado gravemente a José Luis Rodríguez Zapatero con el odio furibundo de los más abyectos hijos del franquismo. La verborrea de Casado provoca hilaridad, pero hay quienes no ven el encono y carencia de escrúpulos mamados desde la cuna. El escándalo en el Congreso de esta semana ha sido otro tropezón de entidad.

“Casado es una bicoca como oposición para la izquierda” dicen desde estrategias partidistas, pero no se trata de saber quién gana sino para qué, quién se ocupa de lo que necesitan los ciudadanos.

Mítines de Casado entre aplausos, procesos de gruesa corrupción del candidato del PP, Mañueco, Igea (Cs) equiparando fascismo y antifascismo, despoblación persistente, precariedad sanitaria, ¿sabe todo el mundo qué vota cuando vota? Pues tiene un problema, según la información o desinformación que consuma. Además de la prensa nacional está la local en manos de dos grupos privados, inmersos –también- en procesos de corrupción. Uno condenado y el otro confeso como defraudador y prevaricador. Grupos con gran peso en la televisión autonómica. Y con apuestas inequívocas.

La España vacía emerge con muy probable capacidad de decisión. Ha pasado de cosechar el 6% de los votos en 2019 a un posible 15% y hasta seis escaños en la encuestas del grupo Prisa y el CIS. Estas formaciones parecen apostar más por los problemas a pie de territorio, y no está claro por quién inclinarían la balanza en caso de empate entre los bloques de izquierda y derecha. Unión del Pueblo Leonés, Por Ávila y Soria Ya son los que mejores expectativas tienen.

A Ciudadanos le siguen dando las encuestas entre 2 y 5 escaños, ya saben que nadie quiere más a este partido que la demoscopia. Y a Unidas Podemos, una horquilla similar. El candidato es Pablo Fernández, portavoz nacional de Podemos y uno de los más activos miembros de la formación. Y no puede decirse que aparezca mucho como tal en los medios generalistas.

De los bulos del PP, el que más apoyos mediáticos recibe es el de las malintencionadas sospechas sobre la distribución de los fondos UE. Lo difunden desde tertulias sesgadas, prensa, radio y televisión. El Telediario de TVE de las 21.00 del lunes recogió el viaje de Casado a Bruselas insistiendo en “la crítica” que hace el presidente del PP al uso “partidista” de los Fondos UE, poniendo previamente a Pedro Sánchez anunciado inversiones. Y ni palabra del tercer rapapolvo que Bruselas le había echado por sus insidias.

La desinformación y ciertas encuestas “de autor” influyen en cualquier convocatoria electoral en España. Y el dopaje obtenido por la corrupción. Y las zancadillas de una justicia decantada a menudo en favor de las tesis políticas de la derecha, con una osadía que deja perplejos. Así vamos tirando. Malamente. Y son trazos muy torcidos de enderezar. De hoy mismo: la Audiencia de Madrid archiva la venta de 1.860 viviendas sociales a un fondo buitre: dice que la transacción fue legal, pero resoluciones similares son frecuentes. Aún colea el fiasco de Aznar con las autopistas que según el Tribunal Supremo han de recibir un rescate mayor todavía del previsto.

Alertan los analistas sobre el efecto Portugal en las recientes elecciones. Como Aznar. Cada uno lo mira desde un ángulo distinto: dieron la vuelta a las encuestas y otorgaron mayoría absoluta a António Costa del partido socialista, sí. Las izquierdas -que no le apoyaron en los Presupuestos- se han hundido y ha subido mucho la ultraderecha.  

“Las posiciones de estos partidos pasan a ocuparlas fuerzas ultraderechistas, una de inspiración fascista (Chega), ahora tercera fuerza política, de la familia de Vox y de la extrema derecha europea y mundial; y una de corte hiperneoliberal, darwinismo social puro y duro, es decir, supervivencia del más fuerte (Iniciativa Liberal), ahora cuarta fuerza política”, analizaba el prestigioso sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos. Todo un “éxito”.    

No es el caso de las elecciones en Castilla y León, no directamente, pero sí del conjunto, de las que vienen en cadena. Los colapsos proceden de varios flancos. Y quizás todo parta de no tener como prioridad política mejorar la vida de la gente sino obtener el poder. No hacer política, sino juegos electorales a veces dopados. Nunca Pablo Casado puede ser considerado una bicoca, ni para la izquierda, ni para nadie. Nunca quien engaña e insulta los valores y hasta la inteligencia. Y no estaría de más que los ciudadanos pensaran cuando eligen algo o a alguien, en cualquier circunstancia, qué es lo que eligen, por qué y para qué.

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