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El PP quiere gobernar a costa de aterrorizar a los abuelos

Rajoy, en un paseo callejero por Zaragoza el 19 de mayo.

Ana R. Cañil

Los de Rajoy lo tienen claro. Quieren ganar las elecciones a costa de aterrorizar a los abuelos. El presidente en funciones apuesta por jugar a la petanca con los jubilados y dejarse ganar con tal de convencerles de que los jóvenes locos, radicales y rojos, incluyendo a los socialistas, van a quitarles la pensión. Qué él mienta, enviando cartas a Bruselas a escondidas no importa ante el tamaño de los desmanes que cometerán los radicales.

De nada sirve que la añagaza de utilizar las pensiones sea más antigua que las campañas electorales. El PP sabe que los 9,3 millones de pensionistas son su baza más segura, los que mejor transigen con la corrupción –cosas de la vida dicen los peperos que piensan los viejos– porque han visto las orejas al lobo con la crisis. Sus hijos y sus nietos van a vivir peor que ellos, nunca antes habían dependido de su pensión tantos miembros de su familia, así que hundir más el puñal en la herida que más sangra, el sistema de pensiones que ha sujetado lo que queda del Estado del bienestar, puede darles resultado.

Da igual que los populares hayan profundizado ya en esa herida, que al fomentar las pensiones mínimas se perdiera recaudación para la Seguridad Social. O que con la no cotización de los primeros 500 euros de salario en los contratos indefinidos, la Seguridad haya dejado de recaudar 1.500 millones de euros. 

El Partido Popular sabe que su voto joven y urbano está perdido –el grueso se lo reparten Ciudadanos, PSOE e incluso Podemos- de forma que hay que convertir al presidente del Gobierno más que talludito (61 años), en un activo cuya principal baza será lo viejo conocido frente a los jóvenes loquitos que, como Podemos o los socialistas, son lo malo por conocer. Por estas y otras razones, sin la menor sutileza y mientras abraza al triunfador de la petanca al que ha dejado ganar, Rajoy deja caer su preocupación “por el futuro de las pensiones y esas ocurrencias como lo de financiarlas con más impuestos”. Ya está, sin más detalles. 

¿Les funcionará? Depende de la falta de vergüenza con que la derecha utilice el espantajo ante los jubilados, así que seguramente les funcionará, a no ser que la izquierda se aplique rápido y bien a detallar sus propuestas y no deje tirados a los abuelos con su miedo, centrándose solo en los sectores jóvenes y de mediana edad. Ser anciano no significa ser idiota ni necesariamente conservador.        

El problema no debería ser reducir la cuantía de las pensiones sino como financiar el déficit de la Seguridad Social, cuya caja el Gobierno de Rajoy ha ido vaciando. Antes de las elecciones del pasado 20D, Luz Rodríguez, entonces secretaria de Empleo del PSOE y ahora sin puesto en las listas socialistas, ya anunció la creación de un impuesto específico para financiar las pensiones. Un reto cada vez más difícil de resolver. España es el país de la Unión Europea con mayor esperanza de vida y menor tasa de fertilidad y como tantas veces recordara Rodríguez, en ningún sitio está escrito que las pensiones se tengan que pagar sólo con las cotizaciones sociales.

“En el Pacto de Toledo ya está prevista la búsqueda de fuentes alternativas, con impuestos, para la Seguridad Social, un impuesto específico, finalista, para financiar las pensiones, que grave las rentas y el patrimonio, con un plus para los ingresos más altos”, reflexionaba la socialista justo antes de las elecciones generales.

Tanto el PSOE como Podemos han incorporado fórmulas alternativas para financiar el déficit de la Seguridad Social, algo que ya se hace en otros países de la Unión Europea como Francia, donde es conocido como “impuesto de solidaridad”.  

Lo que es absurdo es no abordar el problema. A partir del año 2035 empiezan a jubilarse las generaciones del baby boom, los nacidos entre los años 60 y 70. Cada vez hay más jubilados y menos activos para pagar las pensiones. A ello se añade la peor calidad de los empleos basura, la temporalidad y las menores cotizaciones. Es una obviedad que el sistema es difícil de sostener. 

Salvo que alguien se crea de verdad que mucho antes del 2035, las mujeres españolas tendrán una vida que les permita conciliar maternidad y vida profesional al estilo de las nórdicas. Un milagro casi tan grande como que las fronteras se abran para esos millones de refugiados –la mayoría niños, jóvenes y parejas de mediana edad– que vagan por Europa buscando una tierra que les acoja, en la que trabajar y crear nuevas vidas. 

Los datos que llegan desde “el puñado” de nazis que gritan por la Gran Vía –cada día menos puñado y más cientos– y de allende los Pirineos y el Atlántico, con la extrema derecha cabalgando y un tipo pirado de nombre Trump azuzando, no parece que vaya a facilitar ese par de milagros para refugiados y mujeres. Como mucho, a medida que la serpiente avanza lo que terminará por hacer Rajoy es jugar a la petanca con los jubilados, pero sin dejarse ganar porque no necesitará explicar por qué les va a volver a fastidiar. 

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