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Las primeras víctimas de Trump

Peter Singer

Cuando Donald Trump fue elegido presidente de Estados Unidos, no me uní a los que salieron a las calles en protesta. Pensé que era importante respetar el proceso democrático, sin importar lo desalentador que pudiera ser su resultado, y esperar hasta que el gobierno de Trump nos hubiera dado alguna razón para protestar.

La espera no fue larga. Ocho días después de la investidura de Trump, las primeras víctimas identificables de su presidencia estaban en todos los principales medios de noticias. La orden ejecutiva de Trump que suspende el reasentamiento de refugiados sirios, prohíbe temporalmente el ingreso de nuevos refugiados, independientemente de dónde provengan, y prohíbe toda inmigración de Irán, Irak, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen causó perjuicio inmediato a las personas que ya estaban en camino a EE.UU. La orden también impidió que muchas más personas salgan con destino a Estados Unidos.

Al justificar su política, Trump dijo que “él nunca olvidaría las lecciones del 11 de septiembre”. Sin embargo, eso es exactamente lo que parece haber hecho. Los secuestradores del 11 de septiembre vinieron de Egipto, Líbano, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, todos estos países que no se ven afectados por las nuevas reglas. Por el contrario, un estudio de Alex Nowrasteh, un analista de políticas migratorias del Cato Institute, llega a la conclusión de que en los 40 años previos a finales del año 2015, nadie había muerto dentro de Estados Unidos a causa de ataques terroristas perpetrados por extranjeros provenientes de cualquiera de los siete países señalados en la orden ejecutiva de Trump.

Los iraníes, muchos de los cuales residen legalmente en los Estados Unidos, están especialmente ofendidos. Según Trita Parsi, presidente del Consejo Nacional Iraní-Estadounidense, EE.UU. por su propia cuenta ha producido más combatientes del Estado Islámico (ISIS) que Irán – esto no es sorprendente debido a que ISIS es una organización sunita, y considera a los chiitas, quienes constituyen al menos el 90% de la población de Irán, como apóstatas que pueden ser justificadamente asesinados.

La prohibición de ingreso a los inmigrantes de siete países hace que se muestre el drama por televisión, debido a que las personas que se han visto perjudicadas pueden hablar con los medios de comunicación al respecto. Ese no es el caso de quienes son parte del recorte de 110.000 a 50.000 del total de refugiados a recibirse en el año 2017, así como de aquellos afectados por la suspensión de todo el programa de reasentamiento de refugiados durante cuatro meses. En una crisis mundial de refugiados, el presidente Barack Obama argumentó que Estados Unidos debería, siendo fiel al espíritu de las palabras de Emma Lazarus que están grabadas en la Estatua de la Libertad, hacer la parte que equitativamente le corresponde para proporcionar un nuevo hogar a las “masas hacinadas anhelando respirar en libertad”. Trump le ha dado la espalda a esa visión.

La orden ejecutiva proporcionará una prueba temprana de la medida en la que los tribunales estadounidenses pueden refrenar a la administración presidencial de Trump. Los jueces han bloqueado temporalmente algunos aspectos de la orden ejecutiva –por ejemplo, aquellas personas quienes fueron detenidas a su llegada a Estados Unidos a consecuencia de la orden no pueden ser deportadas; pero, pasará algún tiempo antes de que los tribunales resuelvan todas las interrogantes que plantean las nuevas prohibiciones.

Entre esas interrogantes, la discriminación por motivos de religión será una prominente. La orden dice que cuando se reanude el programa de refugiados, el Secretario de Estado, deberá “en la medida permitida por la ley”, dar prioridad a las solicitudes de refugio que se basen en la pertenencia a una minoría religiosa perseguida. Si bien la orden no menciona ninguna religión específica, Trump dijo en una entrevista televisiva que quería dar prioridad a los cristianos. Teniendo en cuenta que la Constitución de Estados Unidos prohíbe al gobierno el establecimiento de cualquier religión, queda por dilucidar si esta disposición de la orden aguantará el escrutinio judicial.

Es igualmente preocupante la amenaza que representa para la libertad de expresión una disposición que estipula que Estados Unidos “no puede, ni debe, admitir a quienes no apoyan a la Constitución”. Al hablar de la orden, Trump dijo: “sólo queremos admitir en nuestro país a aquellos que apoyarán a nuestro país y amarán profundamente a nuestro pueblo”.

Soy titular de una tarjeta verde – es decir, soy residente permanente legal de EE.UU. sin ciudadanía. He escrito sobre los defectos en la Constitución de Estados Unidos, y, a pesar de que admiro a muchos estadounidenses, no podría llegar a decir que “amo profundamente” a los estadounidenses en su conjunto. ¿Significa esto que se me podría prohibir el ingreso a EE.UU.? ¿Sería esto consistente con la creencia relativa a la libertad de pensamiento?

Según Nowrasteh, la orden ejecutiva de Trump no tendrá virtualmente ningún efecto en mejorar la seguridad de EEUU. Trump ha dicho repetidas veces que él siempre pondrá los intereses de los estadounidenses en primer lugar. Sin embargo, ¿dará infinitamente más peso a los intereses de los estadounidenses frente a los intereses de los demás? Si se toma en cuenta el sufrimiento que está causando su orden ejecutiva, está comenzando a vislumbrarse que Trump realmente sí podría ser tan falto de ética– o, lo que en este caso equivale a lo mismo, tan loco.

Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

Peter Singer es profesor de bioética en la Universidad de Princeton y profesor laureado de la University of Melbourne. Sus libros incluyen Animal Liberation, The Life You Can Save, The Most Good You Can Do, y, más recientemente, Ethics in the Real World.

Copyright: Project Syndicate, 2017.

www.project-syndicate.org

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