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Una propuesta para avanzar en igualdad

Belén Milán Pérez

Representante de la Plataforma por los Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción —

Desde hace ya algunos años marzo se ha instaurado como el mes de la igualdad: a la ya tradicional 'celebración' del Día Internacional de la Mujer Trabajadora se ha añadido la confluencia de muchas organizaciones en torno al día 19 como Día del Padre Igualitario. Sin embargo, es desesperante que la lucha de mujeres y hombres por ser iguales ante el desarrollo de sus vidas quede reducida, en el ámbito político, a un solo mes al año y a dos fechas concretas.

Desde la Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (PPIINA) consideramos que la igualdad es un derecho individual de ejercicio diario. Por eso consideramos que la mejor manera de hacer frente a las desigualdades de facto existentes en nuestra sociedad es evitarlas desde el mismo momento del nacimiento.

En España ser mujer trabajadora está 'penado' con tener que lidiar con una lucha implícita que lleva aparejada la etiqueta de 'menos disponible para el empleo'; solo hace falta cotejar las cifras sobre evolución profesional de hombres y mujeres para evidenciar que, independientemente de la preparación o el itinerario profesional elegido, es en ellas sobre quienes se carga el cuidado. Ser padre también está 'penado' con innumerables obstáculos para cuidar de hijas e hijos. El desarrollo de nuevas formas de paternidad alejadas del imaginario colectivo tradicional son inviables puesto que los roles tradicionales se ven avalados y reforzados por una legislación tan anacrónica y retrógrada como disfuncional.

La primera señal ante un nacimiento o adopción está clara: a los padres solo se les concede un permiso propio de dos semanas. Las mujeres, en cambio, se ausentan de sus puestos de trabajo y cuidan a tiempo completo a sus criaturas al menos durante 16 semanas de su permiso de maternidad, seguidas de las 2, 3 ó 4 semanas de permiso de lactancia. Terminado este periodo, y ante la falta de alternativas, muchas lo prolongan con excedencias, reducciones de jornadas o incluso renunciando por completo a su empleo y potencial empleabilidad.

La única manera de salvar estos obstáculos es reconocer a ambos progenitores los mismos derechos individuales para poder ser madre o ser padre. La idea es simple: para que los hombres puedan disfrutar por igual de su paternidad necesitan un permiso con la misma duración que las madres (merecido y ganado con sus cotizaciones); que ese permiso sea intransferible y que esté pagado exactamente igual que el permiso de maternidad (100% del salario). Habrá quien alegue que los padres podrían tomarse hasta 10 semanas de carácter transferible del permiso de maternidad, pero este argumento es discriminatorio y absurdo más aun cuando sabemos que más del 94% de las madres de toman su permiso de 16 semanas al completo.

Una proposición de ley, promovida desde la PPIINA, se encuentra registrada en el Congreso de los Diputados desde el pasado mes de junio; su aprobación supondría una verdadera equiparación entre mujeres y hombres en el acceso al mercado de trabajo, rompiendo los prejuicios establecidos en el tejido empresarial de nuestro país que ven a las mujeres como trabajadoras que se ausentarán de su puesto de trabajo ante una posible maternidad.

El Congreso reconoce el problema pero sigue posponiendo una y otra vez la ampliación del permiso de paternidad que ya había sido aprobada por ley en 2009. A la vez, el mismo Congreso de los Diputados reconoció en octubre de 2012, por unanimidad, que ya no se trata solo de ampliarlo a 4 semanas sino de igualarlo al de maternidad, para evitar la “disfuncionalidad de la actual regulación”. Pero, ¡ay!, en una proposición no de ley que además deja esta equiparación para “cuando la situación económica lo permita”.

Sin embargo, la implantación de esta reforma es simple, barata, de efectos inmediatos y ante todo factible. Frente a ese discurso simplista y torticero imperante en nuestra clase política hoy en día, que solo parece hacer progresar los recortes sociales, afirmamos y demostramos con cifras que se trata de una reforma barata: cada semana de permiso para los padres cuesta lo mismo que un kilómetro de AVE o seis veces menos de la deuda que algunos equipos de fútbol tienen con Hacienda. Es un gasto perfectamente asumible que se iría imponiendo de forma progresiva, cuyos réditos van más allá de simples números: hablamos del cuidado de nuestro futuro.

¿Cómo podemos hablar de corresponsabilidad si no se facilitan herramientas para llevarla a cabo? ¿Cómo podemos hablar de igualdad si en el mercado de trabajo las mujeres siguen sacrificando su carrera y promoción hacia puestos de mayor responsabilidad (y en consecuencia mayor salario y mayor ingreso para las familias) por la probabilidad (y el 'problema') de que se queden embarazadas? Ya no es tiempo de campañas de sensibilización, ni de discutir más sobre un tema en el que la generalidad de la población española está de acuerdo; sólo hace falta recordar las estadísticas del CIS donde un 80% de las personas encuestadas afirmaba que su modelo de familia ideal era el que estaba provisto de dos sustentadores y dos cuidadores. Es el momento de aprobar medidas que respondan a necesidades reales de la población.

¿Cuánto tiempo debe pasar aún hasta que el Pleno del Congreso se digne a abordar este tema seriamente?

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