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Recuerda que tenemos una derecha letal

Moreno Bonilla, Díaz Ayuso y Núñez Feijóo, en un acto político.

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Es un saludable consejo disfrutar de las buenas noticias cuando llegan sin pensar en los nubarrones que suelen cernirse después. Y en España nos dan poca tregua. La derecha local, tan extrema, no puede formar gobierno; no suma, aunque el PP haya sido la lista más votada. El voto en el exterior ha dado en Madrid un voto al PP que pierde el PSOE, se complica la formación de gobierno (ya que ahora Sánchez depende de un sí de Juns, no le basta la abstención). Hemos batido el récord histórico de empleo, con 21 millones de personas trabajando y desmintiendo sus augurios sobre la Reforma Laboral. Hay más puestos de trabajo cualificados, además, científicos y técnicos. Pedro Sánchez se ha convertido en la estrella progresista del continente: “el político de centro–izquierda más exitoso de Europa en la última década”, dice el diario británico The Guardian, que recuerda con acierto el papel esencial de Unidas Podemos en las medidas más avanzadas que se han puesto en marcha en la legislatura que termina (algo que le cuesta verbalizar al presidente). Más aún, las elecciones en España han demostrado “cómo vencer a la derecha dura”. Y el suspiro de alivio que parte de nuestro país se ensancha de lado a lado de la UE más demócrata. Esperemos que no se corte con el desarrollo de los acontecimientos.

La derecha y sus terminales están noqueadas, pero empiezan a reaccionar con sus malas artes habituales: no es posible que España no haya votado según sus encuestas, no es posible que se hayan quedado en puertas del poder que acariciaban ya… sin fundamento. Las urnas son aún un trámite esencial para estas cosas. Braman asegurando, como Ángel Expósito, en la Cope, que “España o gran parte de España perdona absolutamente a Txapote”, engullendo el propio eslogan maldito que sacaron. Unos niveles de puerilidad añadida escandalosos. Los exabruptos vienen por doquier, constatando que aquí no tenemos una Némesis que nos recuerde que no somos mortales, sino una derecha letal; no como cura de humildad sino como advertencia de su peligrosidad.

La pelea se encuentra ya en los socios ultraconservadores, pero sus proyectiles nos afectan a todos. Y van de la agresividad a lo más peregrino, casi de lo jocoso a lo francamente irritante. El aliado imprescindible de Feijóo, en su caso Vox, saca los pies del tiesto: Abascal se niega a regalar a Feijóo el “voto patriótico” de sus 33 diputados para echar a Sánchez. Y atribuye al PNV un intento de golpe de Estado para descartar la posibilidad de sumar escaños e investir al candidato del PP, dice El País. ¿Golpe de Estado? Cómo adoran la expresión. ¿Es obligatorio que preste apoyo quien Vox elija, aunque haya pensado hasta en ilegalizarlos como partido? Demuestran su concepto de la democracia, y lo trágico es que detrás tienen el voto de tres millones de seres. Han perdido muchos escaños, sin embargo. García–Gallardo les ha dejado en el chasis en Castilla y León. Entretanto, Moreno Bonilla, el presidente andaluz, culpa a Vox de la pérdida de votos por su homofobia; varios escribientes aseguran que Vox es el mejor aliado del PSOE, con el mismo título incluso, y el inefable Francisco Marhuenda titula en La Razón: “Vox sigue al PSOE en su plan de derribar a Feijóo”. Este “periodismo” se atraganta y mucho.

El Partido Popular no necesita ayuda para dinamitar presidentes. La síntesis ultra de PP y Vox, Isabel Díaz Ayuso, se explaya marcando la pauta y jugando a ser y no ser la siguiente. Con unos discursos que tanto podrían ir a un programa de monólogos de humor –con papel y pinganillo– como directamente a la Fiscalía. Lástima que la Fiscalía parece tenerle tanto amor que ni la ve, ni siquiera con la sombra de más de siete mil ancianos muertos en las residencias sin asistencia médica.

La sarta de barbaridades arrojadas por Ayuso predice lúgubres futuros, cargadas de improperios al enemigo y con aseveraciones disparatadas. Sánchez “quiere hacerse con el poder a toda costa”. Se llaman votos y democracia. Y esta vez, además, pasando por encima de una campaña vil donde las haya habido que no ha hecho mella en multitud de votantes. Ayuso es la encargada de insultar y menospreciar a Sánchez cuando el resto del partido intenta ese patético recular de su insistencia en derogar el sanchismo a pedirle auxilio para gobernar. Le llegan mensajes, dice Ayuso, pidiéndole que sustituya a Feijóo, pero no los abre. Los lee con bola de cristal. Lo cierto es que el escenario en el PP recuerda al de las varias caídas en desgracia de otros líderes, eso que en el PP no hacen nunca, según ella, precisamente ella que se pulió a Pablo Casado. Lo evidente es que ya no saben a qué agarrarse para mantener la esperanza de ganar un gobierno para el que no les dan los números.

Un macroestudio de 208 millones de ciudadanos de EE UU confirma que el 97% de las noticias falsas de Facebook las consumen los conservadores, que la derecha es la gran comedora de bulos. Y eso puede explicar mucho de las falsas ilusiones y de los liderazgos increíbles. Lo pagamos todos, eso sí. Y nos queda mucho camino por transitar con el sembrado de trampas que no dejarán de extender. Pero están preocupados, saben su situación e idean cómo revertirla “a toda costa”, como dice para otros Ayuso.

Recuerda que tenemos esa derecha letal, nos diría en tiempos modernos la Némesis griega. O un sembrado de granos purulentos, cualquiera sabe. Hay otras derechas por el mundo. La alemana o la portuguesa, que se resisten a pactar con los fascismos. Respecto a los vecinos de al lado, allí dicen que es porque son una República. Pero eso es otra historia. ¿O no?  

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