Quiénes son los responsables
La mayoría de los estudios sobre la ignorancia citan entre sus características la de que induce a obrar en contra de los propios intereses y sin siquiera darse cuenta. Se puede ser conservador, naturalmente, es una respetable opción ideológica. Ahora bien, otra cosa es tener que pedir permiso a jueces y curas para meterse en la cama con quien uno quiera y consagrarlo en un documento si se tiene el capricho. O contemplar como mueren cuatro jóvenes en una fiesta plagada de irregularidades y añadirle una serie de insultos: que la alcaldesa de Madrid y su equipo borren las pruebas de que promocionaron el evento, como harían unos colegiales tramposos, o que todo un Fiscal General del Estado considere que quien se divierte tiene un problema de “estructura familiar”. O saber que Gallardón y “el gobierno” han decidido que tener hijos no deseados “no daña la salud de la mujer”. Es decir, a uno le puede gustar la Edad Media, visitar los monasterios y leer libros de sectas conspiradoras, tener una reproducción del Santo Grial sobre la cómoda, pero… no tiene porqué imponerlo a los demás.
El pack viene con añadidos sustanciales: 128.000 parados más, negros presagios sobre el aumento de la recesión, y más bromas de brotes verdes o promesas de que ahora ya sí, que en 2014 se arregla ¿Pues no iba a ser en Junio de 2013? La privatización de la sanidad con lo que implica para el ciudadano. El drama para nuestro futuro de cerrar el Hospital de La Princesa –que tan magistralmente explicó en este diario Ruth Toledano- es solo un ejemplo. Pagar por estar sano, o morir en el empeño. U oprimir a los ciudadanos hasta la médula de sus huesos, mientras se cambia la ley para que Eurovegas prácticamente no pague impuestos.
“No hay otro remedio, no hay dinero”, repiten incansables los responsables en buena medida de la situación que padecemos. Prestos a cortarse las venas o meterse debajo de una manta, al ver caer ya en el desempleo y la miseria a parientes, amigos y conocidos, han entendido -parece ser- que esto “no es cosa de un partido u otro”. Y hasta justifican la política de Rajoy y su troupe, convirtiéndose en sus cómplices. Vaya por dios, antes toda la culpa era de Zapatero. En todo caso ¿Qué futuro esperan para ellos y sus descendientes? ¿O no lo piensan? ¿Han mirado a Grecia y Portugal?
La corrupción endémica española tampoco importa. Cada día nuevas revelaciones de atracos a las arcas públicas, basadas en que se les ha dado la llave en un acto de confianza. “Siempre ha sido así”, comentan mientras se encogen de hombros. Jamás despegará este país en tanto no se solucione esta arraigada lacra.
O ver a nuestros empleados en el gobierno preparar todo un arsenal, con un estratosférico aumento del presupuesto antidisturbios. ¿Para qué? ¿Vienen las hordas de los Hunos? Igual es para reprimir las protestas por las medidas que imponen y nos perjudican. ¿Se consentiría eso en alguna empresa?
Es más fácil engañar a la gente que convencerles de que han sido engañados, decía Mark Twain pero ya está bien de tener que engrasar los circuitos neuronales y éticos de unos ciudadanos que hacen dejación de serlo. Porque la ciudadanía implica la búsqueda del bien común y saber que las decisiones propias repercuten en los demás. Que vivir en sociedad es pensar en sus miembros y no aprovechar sus sorportes únicamente en beneficio propio.
O la sumisión de las víctimas. Esos desahuciados de los que hablaba días atrás Ignacio Escolar, helando la sangre del más templado: “La mayoría de las familias que son desahuciadas en España por no poder pagar su hipoteca no lo cuentan. No se atrincheran para aguantar ante la policía que llega con la cruel orden de desalojo. No llaman al 15-M ni tampoco a las cámaras de televisión. No se resisten ni luchan. Les mienten a sus vecinos, les dicen que se mudan a otro barrio o a otra ciudad, que les ha salido un trabajo fuera, que ya escribirán”.
Vuelvo a traer una de las muchas ideas lúcidas de José Luis Sampedro: “¿Democracia? Es verdad que el pueblo vota y eso sirve para etiquetar el sistema, falsamente, como democrático, pero la mayoría acude a las urnas o se abstiene sin la previa información objetiva y la consiguiente reflexión crítica, propia de todo verdadero ciudadano movido por el interés común. Esos votos condicionados por la presión mediática y las campañas electorales, sirven al poder dominante para dar la impresión de que se somete al veredicto de la voluntad popular expresada libremente en las urnas. En ocasiones, como se ha visto, sirven incluso para avalar la corrupción. Se confunde a la gente ofreciéndole libertad de expresión al tiempo que se le escamotea la libertad de pensamiento”.
Estamos deteriorando la democracia a niveles tan inconmensurables como nuestra propia depresión. Ignorancia y sumisión, falta de ética, el cóctel maldito largamente labrado en décadas y aun siglos de educación en España. Ellos son nuestras (pesadas) piedras en los zapatos, los que mantienen esta situación insostenible.