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No te rindas, Esperanza

La jugada había sido maestra. Habías elegido con tino y con habilidad el momento, el tono, las palabras, los gestos. Los medios a quienes tan generosamente ayudaste cuando eras la presidenta de la Comunidad de Madrid elogiaban enardecidos una vez más tu coraje, tu visión, tu carisma y el amor incondicional de tu público al ofrecerte en la prensa como candidata para la alcaldía.

La historia se repetía. Esperanza Aguirre, la lideresa firme e inquebrantable que realmente necesita la derecha española, había arrinconado otra vez a Mariano Rajoy, ese presidente aburrido, indeciso y sin carácter que tantos tertulianos no se explican cómo o por qué sigue ahí.

Esperanza volvía a marcarle los tiempos a Rajoy, proclamaban unos. Aguirre obliga a Rajoy a adelantar la elección de candidatos, especulaban otros. Aguirre humilla a Rajoy, titulaban los “esperancistas” más entusiastas.

Hay que reconocer que, de nuevo, habías logrado lo más difícil. Tu pasado como “yayotoyota” indignada haciendo un remake de Fast and Furious con la Policía Local de Madrid era ya una divertida anécdota para contar en las cenas de Navidad del partido. La corrupción que asoló Madrid durante tu mandato parece que ha sucedido en Marte y tú ni habías nacido. Ana Botella y Alberto Ruiz-Gallardón van camino del purgatorio de los políticos que no saben quedarse quietos. Todo pintaba a tu favor. La victoria y la alcaldía parecían tuyas.

Pero los tiempos han cambiado, Esperanza. Todos se han vuelto marianistas. El PP ya no es país para lideresas. La cosa ya pintó mal cuando hasta Carlos Floriano se atrevió a replicarte en público que el Partido Popular no se deja presionar. Todo se derrumbó cuando Mariano Rajoy despachó tu temible órdago en una frase y te puso en lista de espera, sin que nadie entre la prensa se preocupara siquiera de repreguntar. Que te esperes, ha dicho. Tú, que nunca has esperado ni para que te pusieran una multa.

No te derrumbes, Esperanza. No es el momento. Es duro que te pongan en standby como si estuvieras telefoneando al servicio técnico de una multinacional, cuando tú llamabas para ser candidata. Pero alguien debe plantarle cara al marianismo de vez en cuando o vamos a perecer de inanición y puro aburrimiento. Aprende de Rajoy. La paciencia es, efectivamente, una virtud revolucionaria. Espera y verás pasar por delante de tu puerta el cadáver de tu enemigo. Además, no hay mucho más que hacer para entretener la espera.