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El señor No

Pablo Casado, en los cursos de verano de la Complutense

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La ley de eutanasia, mal. La ley de educación, mal. La ley trans, mal. Los fondos europeos para la reconstrucción, mal. La remodelación de Gobierno, mal. La ley de Memoria Democrática, mal…. Todo mal. 

Da igual cuando lean esto y el enunciado de la última norma que haya aprobado el Gobierno. Es la oposición de Pablo Casado. No hay una sola iniciativa que merezca su consideración, tampoco su transacción y mucho menos su beneplácito. Cuando todo está mal, todo es la destrucción de España y el nacimiento de un “nuevo régimen”, se pierde credibilidad. Y eso es lo que está a punto de pasarle a Pablo Casado. Que su hiperbólico discurso, sus vaivenes, su nadería y su endeblez  le han desposeído de la mínima fiabilidad y ya apenas se le escucha, salvo para que quede registro en la hemeroteca de sus “perlas”. Algún día, no se sabe si él o alguien del partido al que representa, gobernará este país y sus palabras tendrán, seguro, un efecto boomerang. 

Ya conocido como el “señor no”, ha dicho, por supuesto, no a la renovación del Consejo General del Poder Judicial. No a la del Constitucional. No a la del Tribunal de Cuentas. No a la concesión de los indultos a los líderes del procés. No al estado de alarma (y sí al de excepción). No a los cien días de gracia a los nuevos ministros. No a que las víctimas del franquismo tengan el reconocimiento que merecen. No a un nuevo modelo de financiación autonómica. No a la distensión política con Catalunya. No a más autogobierno. No a que el Estado extinga la fundación del Valle de los Caídos por apología del franquismo. No a que en las escuelas se actualicen los contenidos de la Guerra Civil y la dictadura. No a que se facilite el acceso a los archivos históricos para la investigación y divulgación entre 1936 y 1978. 

“El Señor No” ha anunciado que derogará la ley de Memoria Democrática que aprobará este martes el Consejo de Ministros y que hace tiempo que recomendaron distintos organismos internacionales de derechos humanos, especialmente los informes del Relator de la ONU Pablo de Greiff de 2014 y del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones forzadas e  involuntarias. Hace unos días dijo que haría lo mismo con todas las leyes sociales aprobadas por Sánchez. No dejará una en el BOE, lo que aventura un país, no sin ley, pero sin derechos sociales, sin dignidad y sin memoria que no rescate la verdad y que iguale a los verdugos con sus víctimas. ¿Se atreverá? 

De momentos, Casado prefiere olvidar, que los muertos sigan en las cunetas y que España no haga un ejercicio de memoria colectiva, como hizo Alemania con varias leyes que eliminaron los vestigios del nazismo o impulsó Italia tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y la muerte de Mussolini. Ya dijo -nada menos que desde la tribuna del Congreso de los Diputados- que lo de la Guerra Civil era un enfrentamiento en el que “unos querían una democracia sin ley y otros una ley sin democracia”. Que Cuba es una dictadura se lo debió contar su colega Carromero, culpable de homicidio involuntario por el accidente en el que murió el opositor Oswaldo Payá, pero lo del golpe de estado al gobierno legítimo de la II República española no debía estar entre sus contenidos académicos. 

En la política cabe todo. También que un ex ministro de Aznar y de Suárez, como fue Rafael Arias Salgado, llame “hijo de puta” al holandés Mark Rutte, en presencia de Casado durante una jornada titulada “Concordia, Constitución y Patriotismo”, y que el líder de la oposición le ría la gracia porque, total, es nuestro hijo de puta y vigilará “estrechamente” la concesión y aplicación de los fondos europeos a España. 

Lo dicho: la democracia, que tiene una resistencia extraordinaria, lo aguanta todo. También un líder de la oposición más afanado en el “siempre no”, las réplicas ingeniosas y los insultos zafios que en el juicio ponderado, la lealtad institucional y las obligaciones constitucionales. La pregunta es si lo aguantará el PP y hasta cuándo. Veremos...

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