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La suerte de Ayuso

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El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos

Isabel Díaz Ayuso es una mujer con suerte y no solo por los éxitos cosechados en su carrera política. Tiene la fortuna de poder decir que la única regla que le importa es la regla de tres. Como presuponemos que no miente y que su intención no es únicamente arremeter contra las bajas menstruales aprobadas por el Gobierno, somos muchas las que envidiamos su fortuna. 

Ayuso puede tomarse a broma la decisión del Gobierno porque debe de tener la suerte de no sufrir unas reglas que le impidan hacer vida normal. De lo contrario no se entendería su comentario. La suerte de no tener que alegrarse de que la siguiente menstruación toque en fin de semana para no haber de aguantar como sea en el trabajo. La suerte de no verse obligada a recurrir al Nolotil porque ni el Enantyum ni el Ibuprofeno sirven para calmar los dolores. La suerte de no tener que encerrarse en el baño a vomitar o la de no acostumbrarse a utilizar aparatosas bragas menstruales porque es la única manera de sentirse protegida.   

“Es muy difícil de explicar para quien no lo ha sentido. Como si te partieran en dos. Me provoca bajadas de tensión, migrañas, mareos... Cuando trabajaba en el bar, estaba un rato en la barra y bajaba cada poco al baño a vomitar”, relataba Tatiana hace unos días en un reportaje publicado en este diario.Tiene 38 años, sufre endometriosis y ha estado una década trabajando en la hostelería. Con el cóctel de fármacos e intentando cambiar turnos lograba superar cada regla como podía. Como tantas otras, era la única manera de mantenerse de pie y como tantas otras no tenía alternativa porque padecía uno de esos males invisibles.  

En España, dos millones de mujeres sufren endometriosis. Es el cálculo que hacen las asociaciones de pacientes aunque se da por hecho que son más. Primero, porque hay casos sin diagnosticar. Muchas mujeres daban por normal que la regla pueda doler tanto porque así nos lo explicaron y se asumía que debíamos aprender a malvivir con esos dolores invalidantes. Pero no es normal ni hay que normalizarlo. Como ha subrayado en más de una ocasión la doctora Carme Valls, referente en la medicina con perspectiva de género y autora entre otros libros de ‘Mujeres invisibles para la medicina’ (Capitán Swing), el ciclo menstrual y las dolencias asociadas es uno de los ámbitos en los que falta más investigación. ¿A cuántas jóvenes se han recetado anticonceptivos hormonales para calmar los trastornos provocados por la regla cuando existen muchas dudas de que sea el mejor tratamiento?  

Escuchar a algunos políticos y a un sindicato como UGT afirmar que las bajas menstruales nos perjudicarán laboralmente es tanto como asumir que nos tenemos que aguantar y dar por hecho que la mayoría de empresarios de este país son incapaces de atender a una necesidad como esta. Lo estigmatizante, por recurrir al concepto que han utilizado algunos de los detractores de la nueva norma, sería que empresas y trabajadores considerasen que hay que seguir como hasta ahora y que todos, incluidos los médicos, no entendiéramos que el error es esconder estas situaciones bajo otros diagnósticos. Por cierto, de los representantes sindicales que han rechazado la norma lo que se esperaría es que explicasen que en una entrevista de trabajo no se puede preguntar a la aspirante si sufre reglas dolorosas y que si se lo plantean no solo tiene derecho a no responder sino que incluso podría demandar a la empresa por hacerlo. Tampoco se la podría despedir por este motivo puesto que se trataría de un caso de discriminación.

A los y las que pronostican una avalancha de mujeres reclamando estas autorizaciones como si se tratase de un privilegio hay que recordarles que las bajas menstruales solo las podrán coger las mujeres con una enfermedad diagnosticada, sea la endometriosis, los miomas o la dismenorrea.   

Nos hubiese gustado un poco de solidaridad o comprensión por parte de algunos y sobre todo de algunas, aunque no se preocupen, hace años que estamos acostumbradas (que no resignadas) a pelear. Muchas de las que al final no tuvimos más alternativa que una histerectomía y acabaron vaciándonos (la expresión de nuestras abuelas era tan cruel como acertada), dejamos de tener reglas invalidantes pero seguiremos luchando por los derechos de todas.