Los dolores de regla en el trabajo dejan de ser tabú: “Lloraba porque no sabía cómo decirle a mi jefe que no podía ir”

Marta Borraz

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Algo que es mejor llevar en secreto, aunque la mitad de la población convive con ella durante unos 40 años. A pesar de los avances, es el mandato social que sigue pesando sobre la regla y todo lo que la rodea. La idea del Ministerio de Igualdad de regular específicamente una baja menstrual en la futura reforma de la ley del aborto ha empezado a romper el tabú de los fuertes dolores que sufren algunas mujeres cuando tienen el periodo. La medida aún se está debatiendo en el seno del Gobierno, pero la idea ya ha hecho aflorar testimonios que empiezan a hacer visible lo que supone para algunas ir a trabajar y rendir en estas condiciones.

Pinchazos, dolor intenso que se extiende por las piernas y la espalda, mareos, vómitos, sudores fríos... Es lo que Henar, una joven de 30 años que vive en Madrid, experimentaba casi todos los meses cuando tenía la regla. Hace unos años acudió al ginecólogo, que descartó que tuviera ovarios poliquísticos y le diagnosticó una dismenorrea, que se caracteriza por un dolor fuerte pélvico y abdominal antes y después de la menstruación. “Empiezas tomando un ibuprofeno, no te hace nada, pasas a otros tantos antiinflamatorios. Y nada... Lo último que me recetaron a mí fue un calmante muscular que directamente te deja grogui”, asegura.

Estas afecciones “absolutamente incapacitantes” condicionaron la vida cotidiana de Henar hasta que el médico le dio la opción de utilizar un anticonceptivo hormonal para reducirlos. “He estado en varios sitios trabajando y cuando llegaba avisaba a mis jefas de que me podía pasar esto”, señala. Pero también reconoce que llegó a normalizar el dolor: “No puedes rendir igual y te vendría mejor quedarte en casa, pero vas a trabajar porque te planteas ¿cómo voy a llamar yo ahora para decirles que me tengo que quedar por la regla?”, señala.

Es la pregunta y cuestionamiento que se han hecho muchas de estas mujeres. A las experiencias de afecciones físicas relacionadas con la menstruación les suele acompañar una sensación de vergüenza o minimización del daño que María, que prefiere no dar su nombre real, conoce muy bien. “Es una tortura, de hecho es un alivio que la regla me toque en fin de semana por el tema del trabajo”, asegura esta mujer de 32 años que trabaja en una oficina y la mayoría de los meses sufre varios días de “dolor muy fuerte que se extiende por la espalda, gran cansancio, mareos y una situación constante de estar muy nublada”.

Para la mayoría de quienes enfrentan este tipo de menstruaciones, al dolor se le suman sensaciones de culpa y excesiva autoexigencia cuando les toca en jornada laboral. “Piensas que no estás haciendo el trabajo como deberías, como si no fueras eficaz o productiva. Porque nos exigimos seguir haciéndolo como el resto de días”, cuenta María. Ella recuerda el día en que, hace algunos años –“Ahora ya hablo con más naturalidad de ello”, afirma– lloraba “porque no sabía cómo decirle a mi jefe que no podía ir a trabajar”. La vergüenza se unía al miedo “a que pensara que era floja porque hay mujeres que les duele y pueden continuar”. “Al final dije que me encontraba mal, en general, sin nombrarlo”, rememora.

Las de Henar o María son dos de las experiencias que viven algunas mujeres que sufren reglas dolorosas, pero “no son una inmensa mayoría”, alude Isabel Serrano, ginecóloga especializada en derechos sexuales y reproductivos. Algunas de estas menstruaciones proceden de condiciones como la endometriosis, pólipos, miomas o quistes de ovarios; otras no llegan a tener diagnóstico. “Aún así, las que sufren dolores insoportables que afectan gravemente a su vida esos días son una minoría”, remacha la experta, que reconoce la necesidad “de que estas mujeres tengan una protección que a día de hoy no tienen”.

La regla, invisibilizada “históricamente”

La psicóloga e investigadora Laura Medina Perucha es una de las coordinadoras del estudio Equidad y Salud Menstrual, puesto en marcha por el Instituto Universitario de Investigación en Atención Primaria Jordi Gol i Gurina (IDIAPJGol). Asegura que este tipo de efectos emocionales no son una excepción, porque existe “una normalización” del dolor menstrual que “va muy ligada a cuestiones de género y a cómo se validan las experiencias de dolor de las mujeres”, además de a la invisibilidad que “históricamente” ha enfrentado la menstruación. “Es algo que pasa en el contexto social y nosotras mismas interiorizamos y tiene además que ver con el desconocimiento del ciclo menstrual”, apunta.

Para la investigadora, la invisibilidad y el tabú se traducen en que “sea algo de lo que no se habla y finalmente se configure como algo que hay que esconder”. Algo que tiene “relación directa” con lo que ocurre en el ámbito laboral: “Acaba suponiendo que este dolor es mínimo, que hay que aguantar y que no se debe notar”. Este mismo ocultamiento social es lo que, cree Medina, conduce a “la escasa investigación científica que hay sobre la regla” y a una tendencia “a la medicalización” de las menstruaciones dolorosas. “En muchas ocasiones es el primer e inmediato recurso, pero hace falta explorar más de dónde viene ese dolor”, añade la psicóloga.

A Tatiana Romero le diagnosticaron endometriosis hace ya casi dos décadas, durante la adolescencia. A sus 38, sigue padeciendo intensos e incapacitantes dolores cada vez que tiene la menstruación que, literalmente, le impiden muchas veces salir de casa. Aun así, ha sufrido largas jornadas de trabajo, sobre todo durante sus más de diez años como empleada de hostelería, en estas condiciones. “Es muy difícil de explicar para quien no lo ha sentido. Como si te partieran en dos. Me provoca bajadas de tensión, migrañas, mareos... Cuando trabajaba en el bar, estaba un rato en la barra y bajaba cada poco al baño a vomitar”, asegura esta mujer mexicana.

Para Tatiana la única opción es un cóctel de fármacos que palíe, en lo posible, el malestar inhabilitante que le dura unos cuantos días. “Siempre he tenido que ir completamente drogada a currar, habiéndome tomado analgésicos para poder estar de pie”, cuenta de su paso por la hostelería. Entonces, su estrategia era intentar cambiar turnos con compañeras o librar los días que sabía que tendría la regla, algo que en parte sigue haciendo, aunque con más facilidad debido a que es autónoma y puede organizarse.

La medida, aún en el aire

Todas las voces consultadas para este reportaje coinciden en ver como una buena noticia que comience a hablarse de salud menstrual y celebran que pueda existir una baja laboral específica para mujeres que sufren fuertes dolores de regla. “No sé hasta qué punto va a cambiar lo que ya podemos pedir, pero ayuda a visibilizarlo y a sentirnos reconocidas y legitimadas”, considera María a la espera de ver cómo acaba redactada y configurada en la ley, si finalmente se incluye este punto. La joven pone el foco en las resistencias que aún existen y que ha observado estos días fundamentalmente en Twitter, con comentarios que “minimizan nuestras experiencias y el dolor que sufrimos”.

No obstante, de momento la medida, incluida en el borrador de la reforma de la ley del aborto que maneja el Ministerio de Igualdad, está en el aire y varios ministros socialistas han enfriado en las últimas horas la posibilidad de que acabe finalmente reflejada en el texto.

“Hay que tratarlo con bastante prudencia, pero es cierto que hasta ahora muchas mujeres se han callado y no han conseguido la protección laboral que necesitan”, señala Serrano, miembro de la Federación de Planificación Familiar Estatal (FPFE). Para la experta es clave que a este tipo de medidas en el ámbito laboral le acompañen otras como la formación a los profesionales sanitarios o la incorporación a las aulas de la educación menstrual. “Todavía hace falta mucha más normalización, más reconocimiento social y que el Estado ponga los mecanismos para garantizarlo”, concluye.

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