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Syriza, PSOE, PP: ¿Lo mismo es?

José Saturnino Martínez García

En política es muy difícil hacer experimentos. No podemos saber cómo le habría ido a España y al PSOE si en mayo de 2010, Zapatero, en vez de aceptar los recortes impuestos por la Troika, hubiese convocado un referéndum sobre las condiciones impuestas, o hubiese presentado la dimisión y convocado elecciones. Pero hemos visto lo que sucede en otro país que sí ha disuelto parlamentos y convocado un referéndum. Al final, todos los gobiernos griegos han aceptado las condiciones impuestas, y por el camino ha habido un corralito. Con Zapatero no hubo corralito, los recortes no fueron tan dramáticos como en Grecia (debido a que la situación de España no ha llegado a ser tan mala). Pero a mí me queda la duda de que si el PSOE es igual que el PP por aceptar las condiciones de la Troika, ¿por qué no se le aplica el mismo rasero a Syriza?

Zapatero y Tsipras se han enfrentado a una situación, que, más allá de las magnitudes de los indicadores económicos, en términos lógicos es la misma. No hay dinero en la caja para hacer frente a todos los pagos, que son las deudas pendientes, pero también los salarios del profesorado, de profesionales de la salud, inversiones, etc. En tanto que el déficit público es mayor que el servicio de la deuda, aunque no se pague a los acreedores, sigue sin haber dinero para el gasto social.

En España se difundió la proclama de que el déficit se podría resolver simplemente recortando en el gasto de los políticos. Es obvio que la austeridad en la representación pública debe ser ejemplar, pero de ahí a creer que con este ahorro acabamos con el déficit… Para escalar el problema, tengamos en cuenta que cuando se fusionaron los ministerios de Educación y Cultura se ahorró un millón de euros, pero la congelación de las pensiones fue de 1.500 millones. O el denostado Senado, que nos cuesta unos 50 millones de euros, o el conjunto de los parlamentos autonómicos, que no llega a los 400 millones. Es una barbaridad de dinero que podría mejorar la vida de mucha gente, si damos por supuesto que es cierto que el trabajo que allí se hace es irrelevante. Pero el déficit público ha llegado a ser de más de 110.000 millones, y el año pasado estuvo en algo más de 60.000 millones. Decir que, tacita a tacita, recortando en gastos superfluos, es posible resolver el problema del déficit público es como decirle a alguien que debe cada mes 1.500€ al banco que podría pagar su deuda si deja de tomarse un cortado al día. Ahorrar, ahorrará, pero ni de lejos habrá resuelto el problema.

Como vemos, ni Zapatero ni Tsipras pudieron resolver el déficit ahorrando en lo superfluo. Al estar en la moneda única, tampoco es una solución imprimir todo el dinero que haga falta para pagar sus deudas. Esto supone un incremento de la inflación que penaliza a los ahorradores y a los pensionistas, y supondría un empobrecimiento más disimulado de la población. Ya señaló Keynes que no produce el mismo efecto sicológico tener dinero que cada vez vale menos a perder el mismo poder adquisitivo pero con un salario menguante, como ha pasado en los últimos años en España.

Queda otra posibilidad para hacer frente al déficit: negociar con los acreedores. Aquí Tsipras ha estado mucho más atrevido y valiente que Zapatero. Zapatero ahorró a los españoles el show de “No pasarán” que tanto hubiese gustado a la izquierda, pues era conscientes de su limitado poder negociador. Pudo haber estado más atrevido. Como se ha señalado insistentemente, la estrategia negociadora entre lo que fue la Troika y Grecia, era el equivalente al juego del gallina, esa carrera de coches hacia el precipicio en la que gana el último en frenar. Si la pericia y el atrevimiento de los conductores son similares, todo dependerá de la calidad de los frenos del coche. Zapatero podía haber corrido con un coche mucho mejor. Podría haber liderado un frente común entre todos los países con problemas de déficit: Italia, Irlanda, Grecia, Portugal y España, todos negociando a una. En este caso el poder de negociación hubiese sido mucho más efectivo, y el riesgo para los países acreedores podría haber sido muy serio, no como en el caso de Grecia, que sólo supone un 2% del PIB europeo.

La cuestión es que ante las presiones de los acreedores, Zapatero y Tsipras han cedido a puntos básicos de su ideario. Pero muchos de los que clamaban que Zapatero había traicionada sus valores de izquierdas, son comprensivos con lo que ha pasado en Grecia. Es cierto que Zapatero tiene la responsabilidad de haber gobernado en la época de vacas gordas, a diferencia de Tsipras, pero también que muy pocos supieron ver la magnitud de la catástrofe económica que se avecinaba. Ni los españoles, encuestados por el CIS, ni los principales centros de investigación de coyuntura económica barruntaron la gravedad de lo que se acercaba.

Por último, me gustaría resaltar las pocas ganas del PSOE en defender el legado de Zapatero. Podían haber aprovechado lo sucedido en Grecia para reivindicar las decisiones de Zapatero como adecuadas. Pero parece que prefieren que haya amnesia sobre el Presidente del matrimonio igualitario, de la igualdad de género, de la ley de dependencia, de las becas como derecho y no como premio, del fin de ETA sin el apoyo del PP, el que gobernó sin ningún cargo corrupto, el del aumento de las pensiones y salarios mínimos… y el que tomó decisiones que Tsipras ha hecho buenas. Todas ellas políticas mejorables, pero en la buena dirección, y distintas a las del PP. Si no ¿por qué el PSOE no ha apoyado al PP en ningún sitio tras las últimas elecciones?

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