Temporal electoral, sin elecciones
En principio, y salvo sorpresas, las elecciones generales no son hasta 2020. Y aún falta un año para las municipales y autonómicas. Y, sin embargo, estamos viviendo un ambiente electoral. ¿A qué se debe? La razón principal es que estamos inmersos, finalmente, en un cambio, en una profunda transformación en el sistema de partidos que ya se apuntó en las europeas de 2015, en las dos generales de 2016, y, sobre todo, en las catalanas de 2018, con el ascenso de Ciudadanos y el hundimiento del PP. Las posteriores encuestas nacionales están provocando un electroshock en la política española.
Las encuestas, que ya son parte activa del paisaje, no solo recogen esta transformación a escala nacional (y a veces regional), sino que la proyectan y alimentan el movimiento. No son aún las elecciones y muchas cosas pueden cambiar hasta ellas, pero los sondeos coinciden bastante en que hay una transformación: un marcado adelantamiento del PP por C’s. No solo eso, sino que, a diferencia de la foto de hace tan solo unos meses, C’s podría formar mayoría bien con el PP, bien con el PSOE. No hay a la vista mayoría de izquierdas.
Los partidos “nuevos” se han asentado, por varias razones, pero sobre todo por los casos de corrupción, los efectos de la crisis que aún se hacen sentir, el desigual reparto de la recuperación económica, y, de otra forma, por las distintas actitudes y acciones ante el independentismo catalán. Es decir que en esta nueva “fase de la reordenación del sistema de partidos”, como la describe el sociólogo José-Antonio Gómez Yáñez que habla de “vendaval”, todo está abierto. Incluida la cuestión de si será Rajoy quien se presente al frente del PP o no. El caso de Cristina Cifuentes ha tenido a la vez causas y está teniendo repercusiones a escala nacional. Pero es un pequeño (a este nivel estatal) partido, el PNV, el que ha conseguido, gracias a la aritmética parlamentaria, forzar al PP a aumentar las pensiones ante la perplejidad de la izquierda y otros. Han pesado las movilizaciones de pensionistas (muy importantes en Bilbao, por cierto).
Algo claro -bueno, en principio- es que tendremos que cambiar de cultura de coaliciones, pues coaliciones, de gobierno o parlamentarias, se van a necesitar. Se ha aprendido a nivel municipal o autonómico, pero no central. La actual ha sido una legislatura perdida no solo por la concentración en la cuestión catalana -que lo ha emponzoñado todo y catapultado a C’s a escala nacional- sino por la falta de coaliciones sólidas. En Países Bajos, por citar un ejemplo, más que para elegir gobierno, las elecciones sirven para medir la situación de la opinión pública. La coalición de gobierno se negocia después y es responsabilidad de los políticos, no de los ciudadanos, alcanzarla. En España, los tiempos de las mayorías absolutas parecen haber pasado -al menos de cara al futuro previsible- e incluso resultados de más de un 30-35% parecen inalcanzables para partido alguno. Lejos queda ya la dimisión de Joaquín Almunia al frente del PSOE en 2000 porque éste había sacado menos de un 35% (y el PP mayoría absoluta).
A diferencia de unos meses atrás, en que había una amplia bolsa de abstención entre sus votantes potenciales, la derecha y el centro derecha están ahora movilizados. La gran bolsa de abstención está en la izquierda, y no está garantizado que acabe movilizándose. Del modo y el grado en que lo haga pueden depender las generales de 2020. El PSOE con Pedro Sánchez se ha recuperado algo pero lejos de sus tiempos históricos. Sigue dividido (también sobre el tema catalán) y a la espera de propuestas más concretas. C’s le está robando votantes, y él se los está quitando a un Podemos que persiste en sus luchas internas, conceptuales y personales.
Elecciones puede haber en julio en Catalunya si de aquí al 22 de mayo el Parlament no ha elegido a un presidente viable de la Generalitat. Pero casi ninguno de los partidos -quizás el propio Puigdemont sí- quiere nuevos comicios, pues no se sabe cómo podrían resultar (sobre todo si baja la participación). Pero a todos les importan, y mucho, las elecciones municipales, pues el poder territorial en Catalunya pesa. También en el resto de España, donde además está en juego el importante control de las Comunidades Autónomas en las que se celebrarán elecciones (todas salvo Catalunya, País Vasco, Galicia y Andalucía).
En 2019 hay también elecciones al Parlamento Europeo Es una institución que la gente ve distante pero que, dadas sus competencias, influye sobre la regulación de nuestras vidas tanto o más que las Cortes. De momento, solo Macron en Francia se ha puesto en marcha de cara a esa cita. Para un personaje bi-nacional como el ex primer ministro francés, Manuel Valls ¿no tendría más sentido encabezar la lista de C’s a la Eurocámara que concurrir a la Alcaldía de Barcelona?