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El terremoto político italiano va a cambiar Europa

Berlusconi bromea secando el sudor a su socio Matteo Salvini en una rueda de prensa

Carlos Elordi

Los electores italianos han propinado este domingo el más duro golpe que hasta ahora había sufrido el establishment europeo, el sistema de poder construido en torno a los partidos tradicionales, de derecha, de centro y de izquierda, y a la inmensa burocracia de Bruselas. Dos partidos dispuestos a acabar con ese sistema, en Italia y en Europa, han ganado sus particulares batallas con los herederos de los partidos que de una u otra manera mantienen el poder en Italia desde hace casi 75 años. El uno, el Movimento 5 Stelle, lo ha hecho también gracias a programa social orientado a la izquierda aunque desprecia a las formaciones de ese signo que sobreviven en el país. El otro, la Liga, es xenófobo y de derechas. Juntos tienen los escaños necesarios para gobernar, aunque lo más probable es que no lo hagan.

El terremoto político de este domingo ha dejado muy maltrechos, si no definitivamente tocados, a los dos principales rivales del M5S y de la Liga. El Partido Democrático, de centro-izquierda, que hace más de una década recogió a muchos de los cuadros políticos que procedían de la extinta Democracia Cristiana y del también extinto Partido Comunista, solo ha obtenido un 18,7%, casi 7 puntos menos que en las anteriores elecciones. Un veredicto terrible para sus cinco años de gobierno y para su política económica “ortodoxa” orientada por Bruselas, que ha hecho mucho daño a las clases populares italianas y sobre todo a sus jóvenes.

El otro gran perdedor ha sido Silvio Berlusconi y su partido Forza Italia, que ha sido batido claramente por la Liga (14,0% frente al 17,4% de ésta) que aunque se presentaban juntos, en una coalición de derechas, eran rivales encarnecidos por la victoria en ese sector del espectro político. Las clases trabajadoras y medias del rico norte de Italia han preferido el discurso radical de la Liga –menos impuestos, fuera inmigrantes, ninguna imposición por parte de Bruselas y ni el euro si ello fuera preciso- que las medias tintas de un Berlusconi que por mucho que se ha esforzado en entonar una música similar a la de sus rivales, sonaba a demasiado antiguo e implicado en el poder económico real.

Los dos partidos nuevos, o muy renovados en el caso de la Liga, han derrotado a los dos partidos tradicionales, aunque éstos, el PD y Forza Italia, nacieron hace menos de 30 años cuando los partidos que se habían repartido el poder desde el final de la II Guerra Mundial desaparecieron del mapa. Unos, la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, ahogados por la corrupción. El otro, el Comunista, por incapacidad de adaptarse al nuevo tiempo que marcó la caída del que entonces se llamaba el “socialismo realmente existente”, de la Unión Soviética y sus países satélites.

Los grandes medios de comunicación italianos, controlados por Berlusconi o por las grandes empresas, no pueden ocultar en estas últimas horas su perplejidad por el golpazo que los suyos y ellos mismos han recibido. Aunque llevaban meses viendo las orejas al lobo, confiaban en que al final los partidos que garantizaban el mantenimiento del statu quo de siempre, el poder del establishment italiano y europeo, sacarían los votos suficientes para propiciar un gobierno que respondiera a esos intereses. No esperaban una caída tan formidable del Partido Democrático ni una derrota tan clara de Berlusconi, que los círculos del poder y la prensa habían designado como pilares del futuro gabinete.

El pueblo, la gente, ha dicho que no a ese juego de siempre. Harta de un empeoramiento relativo de sus condiciones de vida, que sin embargo siguen figurando entre las mejores de Europa, del peso de la burocracia, de los impuestos y, sobre todo, obsesionada con los inmigrantes, la clase media y trabajadora del norte del país, o cuando menos una parte significativa de la misma, se ha subido sin complejos al tren de la ruptura y seguramente también de la intolerancia.

En el sur, de Roma para abajo, el M5S ha arrasado. Particularmente en Sicilia, en donde ha obtenido más del 48 % de los votos. Porque la mejora económica italiana que el PD y Matteo Renzi, su líder, no han dejado de invocar para que les votaran, muy al estilo de Mariano Rajoy, no ha beneficiado en nada a las regiones meridionales del país. Ni en términos macro –el PIB del sur ha seguido cayendo estos últimos años- ni, sobre todo, en términos microeconómicos. El paro casi dobla al del norte, sobre todo entre los jóvenes, los salarios son bajos, no hay inversiones y sí desahucios y crece la pobreza.

Nadie que hubiera estado alguna vez en el gobierno podía atraer a esa gente. Sí en cambio el M5S, con su propuesta de renta de ciudadanía, de inversiones públicas, de reformas, de vulneración de las limitaciones que Bruselas pueda imponer a esas iniciativas y, sobre todo, con sus caras nuevas, sin pasado político, jóvenes y muchos con buenos currículos profesionales. Sus resultados hablan de una victoria desbordante.

Ahora de lo que se ocupan los medios italianos –aunque probablemente la gente tiene la vista puesta en otras cosas- es de cómo será el nuevo gobierno. Descartada, aunque vaya usted a saber, una alianza entre el M5S y la Liga, cualquiera de las demás combinaciones posibles, incluido un eventual “gobierno del presidente de la República” formado por independientes, estará marcado desde el primer momento no sólo por un grave síndrome de inestabilidad, sino también por las contradicciones entre sus socios que le impedirán hacer una política mínimamente transformadora.

De ahí que quepa pronosticar que no tendrá mucho futuro, que la posibilidad de unas nuevas elecciones aparecerá pronto en el horizonte. Y hoy por hoy, para los rivales tanto del M5S como de la Liga, esa perspectiva no es muy halagüeña. Porque Berlusconi y su Forza Italia han dado todo de sí, porque Renzi ha dimitido y en el PD se va ahondar la crisis interna que empezó hace ya un año, cuando un sector de los antiguos cuadros comunistas abandonó el partido.

Hace un año los poderes fuertes de la UE temieron que una victoria de Marine Le Pen en Francia abriera definitivamente la crisis de la Unión. Hoy todo indica que va a ser Italia quien juegue ese papel. Porque los dos partidos que han ganado el domingo no tienen dudas de que ese es su camino. Y si no cometen graves errores y no sucumben a la terrible presión a la que sus rivales, políticos y fácticos, van a someterles, es muy probable que cada vez más gente les acompañe en el mismo.

Queda una incógnita no pequeña. La de saber si un día el M5S y la Liga se enfrentarán abiertamente el uno contra el otro. Pero a corto y medio plazo cabe descartar esa hipótesis. Cada uno va a lo suyo, que es crecer, y además en territorios separados, y no les conviene pelearse. Por ahora.

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