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Una de tinta de calamar

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. EFE/Luca Piergiovanni/Archivo

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“No existe felicidad más grande que la de no saber distinguir un tópico de una genialidad”

Randall Jarret

 

Tinta en sobre. En aquella lejana infancia, en la que aun visitábamos la pescadería con nuestras madres –los padres sólo pasaban a recoger el paquete, como mucho– resultaba toda una revelación el descubrimiento de ese mágico depósito próximo al ano de los calamares que había que tratar con exquisita delicadeza para que no se rompiera ni se perdiera, ya que era imprescindible para la receta. Había que mezclarla con la miga de pan mojada para hacer la salsa, después de rellenar uno a uno los txipironcitos. Pero no llegaba, no era suficiente. Normalmente había que comprar refuerzos, unas bolsitas de plástico con más tinta que la pescadera introducía en el mismo paquete de los cefalópodos, para que la salsa no sufriera de escaseces. Hace mucho que no relleno txipirones con huevo duro, aceituna picada y sus propias patitas. Hace mucho que no puedo hacerlos con mi ama.

Sin embargo recuerdo que la tinta se puede comprar aparte y, por eso, me doy cuenta de cuándo lo hacen ante mis narices. La pandemia ha colocado a los creadores de nubes en una posición incómoda. El virus es tan real y el conocimiento de lo que funciona contra él y lo que no tan racional y científico, que apenas les da juego para seguir con su prestidigitación, por eso han recurrido a la tinta.

Tinta de sobre es la que ha intentado echar Ayuso sobre su hasta ahora enloquecida e ineficiente gestión de la desescalada y la nueva normalidad. Como quiera que es obvio que consiguió desconfinar sin haber previsto el número suficiente de rastreadores, como tiene a los MIR en huelga, como ahora que quiere duplicar los efectivos no los encuentra porque no lo tenía preparado, como quiera que no se atreve a cerrar las discotecas y los bares de copas porque la patronal del sector en Madrid es muy poderosa, pues nos ha echado desde sus glándulas secretoras de distracción una carné vírico que nunca va a poder implantar. Andan mal, porque las paridas que se les ocurren son tan flojas que ni siquiera montan una discusión lo suficientemente enconada para alejar el foco de lo importante. Lo que proponen es tan obviamente irrealizable que no va a valer ni como serpiente de verano. Entre otras cosa porque no dispone de ninguna autoridad para implantar y exigir un atropello de ese tipo. No lo harán. Ahora ya están reculando y en cuanto vean que no forma la conveniente cortina de oscuridad, acabarán dejando de hablar de ello.

Ya les han dado todas las razones, que son evidentísimas. Ni se puede exigir información sobre la salud a nadie ni se pueden mermar derechos por estar sano como una manzana ni es buena idea obligar a los jóvenes y a los autónomos a que se contagien para poder comer. Un absurdo sin más recorrido que intentar ocultar las miserias de las lumbreras que hemos alumbrado como gobernantes en Madrid. Pero el bicho no perdona, y tampoco enseña el carné para pasar a parte alguna.

Otros maestros de expulsar melanina y aminoácidos para confundir la detección del enemigo son los de Abascal. Andan bien necesitados, por lo que parece, pues en los últimos días han intentado ya dos veces ensuciar el entorno, esperando volver a convertirse en el ‘avecrem’ del caldo pero sin éxito.

El primer intento por volver a marcar agenda, y por conseguir agrupar a sus adeptos bajo una misión común y ver de pescar como en potera alguno más, fue el chorro destinado a convencer a la población en general de que su propiedad puede ser usurpada en cuanto se den la vuelta. En esta campaña, y por motivos obvios, les han seguido los que intentan forrarse a base de la desocupación coactiva y los genios de las alarmas, a los que les están haciendo la campaña. Lo cierto es que los datos hablan de unas 12.000 viviendas ocupadas en lo que va de año, de un parque de más de 25 millones de viviendas. Cuando uno los oye hablar pareciera que ni Rajoy hizo una reforma para agilizar los trámites jurídicos ni queda casi vivienda alguna que no esté bajo amenaza.

Necesitan marcar agenda, es evidente, y necesitan pescar votos en los caladeros de la gente humilde que es, probablemente, la que más sufre los problemas derivados de la usurpación de viviendas en sus propios barrios. Por eso, aunque no sea cierto que tenemos un problema crucial con estos ataques a la propiedad privada, bueno sería que la izquierda no dejara pasar también de largo un problema que sí que trae de cabeza a mucha gente humilde que ve cómo se les instalan grupos de indeseables al lado de ese hogar que han construido con tanto sacrificio. Como verán no he puesto ni una ka en todo el párrafo, es hora ya de que algunos abandonen el misticismo rebelde de un movimiento concreto para darse de cuenta de lo que le está pasando a la gente de a pie, esa a la que luego le van a pedir el voto.

Eso no iba muy bien, así que le han montado una moción de censura a Casado. Puro show para la vuelta al cole. No se han percatado de que las aguas que navegan son distintas, que la tinta no va a funcionar en una sociedad que tiene problemas reales y acuciantes, que todos vemos, y que ninguna maniobra de distracción va a lograr tapar. ¡No saben cómo nos gustaría tener tiempo para el circo de nuevo! Mas no lo hay.

Torra nos va a echar también unos chorritos negros, con eso de no acudir a la conferencia de presidentes porque estará presidida por el Rey, pero la vergüenza de su gestión independiente es tan grande, que ni con la fábrica de Pelikan la lograría tapar.

Es todo tinta, tinta de calamar.

Pero podemos ver a través de ella y lo que se trasluce no es bonito ni es decente ni es responsable ni oportuno.

Se les acaba el tiempo, si es que no se ha terminado ya.

Esta vez no aleguen que les ningunean o que la sorpresa les ha invadido.

Esta vez el borrón será visible.

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