De vacunas en los Grandes Almacenes
Vacunarse en El Corte Inglés antes de hacer las compras. En el Banco de Santander, al lado de un inspirador cajero automático o en Acciona, una industria de infraestructuras. Isabel Díaz Ayuso ha contratado a estas grandes empresas para este fin mientras desmantela la Atención Primaria de Madrid, cerrando 41 de los 49 centros, en verano de entrada. La imagen de inocularse el antivirus al lado de puestos de venta de ordenadores, bolsos, pantalones, perfumes o tomates, debía ser el sueño húmedo de los más radicales neoliberales desde que esa doctrina económica –y nunca mejor dicho doctrina- comenzó a imponerse y no digamos ya a desviarse. Y de la presidenta de Madrid, decidida como una auténtica kamikaze a culminar la obra de Aguirre y Rajoy, los dirigentes más dañinos para el Estado del Bienestar y la Sanidad pública en particular. No olvidemos que la Sanidad, desde el punto de vista económico, es una de las más potentes empresas de España: representa el 9,1% del PIB con miles de empleos directos e indirectos.
Esperanza Aguirre se dedicó con fruición a privatizar la sanidad bajo el eufemismo de que solo lo hacía con la gestión. Los pacientes pasaron a ser llamados clientes, en un giro semántico nada inocente. “Estos centros cuestan a los madrileños entre 7 y 8 veces más que los de gestión tradicional”, decían las Asociaciones de Defensa de la Sanidad Pública. Las Mareas Blancas se alzaron en protestas. A alguno de los colaboradores de Aguirre les costó pasar por los juzgados, pero no se revirtió el daño. Fernández-Lasquetty -que se vio obligado a dimitir- hoy vuelve a ser Consejero de Madrid, ahora de Hacienda, Economía y Empleo.
Se diría que han aprendido mucho. Ya ni siquiera necesitan eufemismos. Ayuso, canonizada por la prensa del clan, construye almacenes de ladrillos -a los que llama hospitales- previos jugosos contratos con lo más granado del sector, triplicando sin problemas el presupuesto inicial. Todavía dedica a almacén propiamente dicho alguna de las UCI de las que dispone y no dota de medios donde hay carencias. Pero le basta salir en todas las pantallas y todas las portadas para vender su producto. Es asombroso que un millón seiscientos mil seres se lo hayan comprado. Al punto de justificar la creación de una oficina chiringuito para Toni Cantó, el político mutante, al que no se le cae la cara de vergüenza al cotejar sus realidades sucesivas.
Rajoy no se quedó atrás. Produjo el mayor recorte de la historia al Estado del Bienestar. Él no necesitaba otra cosa que dar imagen de prudente y despistado para cambiar del revés con su tijera lo que con tanto esfuerzo fue logrando España, que siempre quedaba a años luz de la Europa de nuestro nivel. Y lo hizo sin que la prensa habitual hiciera siquiera el paripé de sorprenderse. Los tajos mayores se los llevaron sanidad precisamente (10.000 millones en un decreto extraordinario), educación (3.000 en el mismo paquete comunicado por medio de una nota de prensa), ciencia e investigación, ayuda a la dependencia o cultura. Subió el tramo superior del IVA hasta el 21%, redujo el subsidio de paro y la calidad del trabajo con su Reforma Laboral. Rompió el pacto social de las pensiones. Y eso solo en un recordatorio somero. No dejó títere con cabeza. En las libertades, los hachazos se cebaron en la libertad de expresión con la Ley Mordaza o la reforma del código penal. Y también metió mano, a favor de presente y futuro del PP, en el sistema de elección del CGPJ y hasta del Tribunal de Cuentas.
Salida del caldo que cuece desde hace un cuarto de siglo en el PP de Madrid y su escisión formal en Vox, Ayuso promete superar a todos sus antecesores. Ninguno de los principales hooligans del PP –Cayetana Álvarez de Toledo o el propio Pablo Casado- cae tan bien a los votantes que odian a la izquierda. Y ella aborda, libre, su misión de enajenar lo público. Era la libertad que compraba, no la que vendía. Según el análisis postelectoral del CIS que acaba de hacerse público, los votantes de Ayuso la eligen por ella misma, como su propia marca. Por lo que dice, más que por lo que hace. Se comió a Ciudadanos, captó numerosos votos de Vox y alguno del PSOE. Y casi gana por mayoría absoluta.
Es interesante comprobar la influencia de los medios. Los electores se informaron prioritariamente por televisión, así lo hizo el 73%, frente al 49% en la prensa digital, el 34% en la radio y el 28% en las redes, que a menudo amplifican los contenidos audiovisuales sobre todo.
Y aquí el ranking de los favoritos entre los favoritos:
Vacunarse en los grandes almacenes, o en el banco, cerrando la mayoría de los centros de Atención Primaria, infrautilizando y exprimiendo recursos hospitalarios y contratando para lo mismo a la sanidad privada. Recordemos que en plena pandemia Ayuso pagó con dinero público 734 euros diarios por cada enfermo en planta y 2.084 en UCI, precios muy por encima de los establecidos por la Alianza de la Sanidad Privada Española (ASPE), que representa más del 80% de los centros hospitalarios privados.
Y si pensamos – y así hemos de hacerlo- en las revelaciones judiciales del amplísimo capítulo de las corrupciones del PP, el asunto se pone más crudo. Esa cadena de altos cargos, sobres, trama de policías corruptos para trabajitos sucios, periodistas en ejercicio de otra cosa, jueces que piden tratar bien a pringadas que no terminan ni de entrar en la sala de juicios. Y más papeles con asignaciones bajo mano en B que anotaba uno de los tesoreros. Y espionaje. Y asaltos. Y empresas y empresarios. Y siempre los mismos nombres.
Los beneficiarios reales aplauden la fortuna de haberse encontrado una Ayuso. Quienes adoran a Ayuso -ese reclamo promocional-, por su descaro, la virulencia con todo lo que suene a progresismo, por saltarse las normas que cuidan del bien común, tienen lo que buscan. Divertirse, emborracharse de gusto sin pensar en el mañana, ni en nadie que no sean ellos. El resto hemos de sufrirlo con enorme preocupación. Casado está ya en tiempo de prórroga y la actual gerente de PP Madrid.S.A aspira a dirigir esa gran y rentable empresa a la que tanto jugo le sacan: su España. Y no le faltan cómplices. En Madrid -que no es la España toda- les ha funcionado.
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