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Esta vez han perdido

El secretario general de la presidencia del Gobierno, Félix Bolaños; la ministra en funciones de Justicia, Dolores Delgado; y el subsecretario del Ministerio de Presidencia, Antonio Hidalgo López; presencian el traslado del féretro con los restos de Franco tras su exhumación.

Carlos Elordi

Ha habido que esperar décadas, ha habido incertidumbre casi hasta el ultimo minuto. Pero, al final, el franquismo y todo lo que lo rodea, lo comprende y lo justifica, ha perdido. De la manera más rotunda en más de cuarenta años. Sin paliativos. Se había opuesto con toda su fuerza a que se sacaran los restos de Franco del Valle de los Caídos y no lo ha conseguido. A pesar de haber movilizado sus aún hoy notables recursos. El cómo se ha llegado a un resultado tan tajante ayudará a comprender el porqué. Y el retraso, más achacable a las duras circunstancias que a la desidia de algunos, ilustra lo complicada y única que es la situación de un país, España, que todavía está muy condicionado por su pasado.

La mañana de ayer ha sido emocionante para muchos españoles. Como en los momentos cruciales de nuestro devenir democrático, la gente buscaba en la calle al amigo para poder transmitir sus sentimientos. Dos de las voces que quien escribe ha escuchado en esas horas decían “¡Ay si mi padre hubiera podido vivirlo! Y no digamos mi abuelo”. Baltasar Garzón, expulsado hace nueve años de la carrera judicial por haber osado investigar los crímenes del franquismo, confesaba en La Sexta que estaba emocionado. Él, que es siempre tan parco a la hora de expresar sus sentimientos.

Ninguno de los muchos millones de españoles que tienen recuerdos dolorosos de lo que Franco hizo a los suyos en la Guerra Civil y en la infinita posguerra vivió con indiferencia los hechos. Para no pocos supusieron una victoria, un “esta vez hemos ganado”. Y eso es motivo de alegría. Justo lo que, desde hace cuarenta años, la derecha quiere evitar. Que la España de izquierdas, en el sentido más amplio de la palabra, se regodee por haber golpeado, siquiera parcialmente, la memoria sagrada del franquismo, les duele en lo más hondo.

Vox ha expresado ese sentimiento con nitidez, incluso con rabia. Hasta el PP ha sido más prudente. Porque quiere huir del charco que para sus intereses supondría entrar en un debate que le llevaría a pronunciarse sobre el franquismo, algo que siempre ha rehuido, pero que de una u otra manera está en sus señas de identidad ideológica, mal que les pese a unos cuantos de sus dirigentes. Y que una y otra vez los ha llevado a oponerse a cualquier iniciativa tendente a la recuperación de la memoria histórica, entre ellas a la exhumación de Franco.

Veremos si esa actitud comedida se mantiene o si la presión de Vox y de algunos sectores de su base, no les obliga a modificarla. Pero no hay duda de que también el PP ha perdido algo con lo ocurrido ayer. Desde el optimismo más extremo se podría esperar que esa derrota sentimental y simbólica, más que política, llevara al primer partido de la derecha a revisar su cerrazón en esta cuestión, a dar algún paso adelante del que saldría beneficiada la democracia española. Pero hoy por hoy eso es seguramente demasiado pedir.

Guste o no guste en el variopinto mundo de la izquierda, el éxito de ayer es atribuible al empeño que el Gobierno de Pedro Sánchez ha puesto en conseguirlo. Dando los pasos adecuados en un terreno tan complejo y lleno de trampas como el que se extendía delante del horizonte de la hasta hace muy pocas semanas hipotética exhumación. Quien quiera negar ese mérito se equivoca. O peor, se colocará en contra de los sentimientos que en estos momentos, y puede que no por mucho tiempo más, tiene buena parte de los votantes potenciales de izquierda. Y posiblemente no pocos nacionalistas catalanes y vascos que desde siempre están en contra del franquismo. Por haberlo sufrido.

¿Beneficiará todo eso al PSOE el 10 de noviembre? Se podría decir que sí. Pero vaya usted a saber. Porque sus rivales van a contratacar en otros frentes. Y quedan aún más de dos semanas para las elecciones. En todo caso, si la exhumación da una ventaja electoral a los socialistas tampoco habría que indignarse. Porque la política también consiste en saber aprovechar las oportunidades. Y, además, esta no era una bicoca, podía perfectamente salir mal.

Con el éxito de ayer, Pedro Sánchez no ha tapado sus muchos fallos, contradicciones y limitaciones políticas. Pero ha rehecho en parte su figura. Es posible que haya mejorado la opinión sobre el líder socialista que hasta ayer tenían no pocos de los que se han alegrado de que Franco haya salido del Valle y de que la derecha se lo haya tenido que tragar. Pero eso no es pecado. Y veremos cuanto dura.

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