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Volver a empezar

Euforia tras los resultados de la segunda vuelta de las elecciones en Francia, que ganó la alianza de izquierda.

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Hay que volver a empezar y cuesta creerlo. No desde cero, los retrocesos no llegan a borrar aún el inmenso trabajo hecho en muchos campos del progreso. Pero la involución alcanza ya a elementos fundamentales del progreso y hay que seguir insistiendo para recuperar, al menos, los avances logrados por el feminismo, el derecho incuestionable a la salud, a la educación, al trabajo y cuanto permite, a la libertad (la de verdad, no la prostituida) a la democracia.

Porque otra vez se están poniendo en cuestión principios básicos que parecían consolidados por fin. Las mujeres no somos propiedad sino de nosotras mismas. No se puede usar a la mujer, agredirla, violarla, ni mucho menos matarla, como vuelven a hacer con más intensidad –nunca se ha parado– hombres que se creen con ese derecho.  

Nos hemos quedado petrificados al saber que un novio mató –prendiéndole fuego– a la atleta olímpica ugandesa Rebecca Cheptegei, de 33 años y madre de dos hijos. El tipo, Dickson Ndiema Marangach, la roció con un bidón de gasolina y lo hizo arder, él también se quemó algo y está hospitalizado. Acuden a la mente todos los improperios del diccionario. Según el gobierno de Kampala, un tercio de las niñas y mujeres ugandesas entre 15 y 49 años han sufrido violencia sexual y el porcentaje se eleva al 41% en las mujeres casadas. Por lo menos ya hay estadísticas. En España, como en otros países, antes no las había. Cuando se computan aquí  1.278 mujeres asesinadas “desde que hay registros”, en 2003, es porque solo se anotaron desde esa fecha, no porque no las hubiera

En Francia, la sociedad asiste pasmada al juicio que encausa a un deleznable ser que drogó a su esposa durante 10 años ofertándola para que la violaran otros hombres, cosa a la que se apuntaron no menos de 80. Localizados 51, son los que se sientan en el banquillo. Ella, Gisèle Pelicot, ha plantado cara. Literalmente: sale con el rostro descubierto en el proceso por su propia voluntad. Porque quienes se han degradado son los hombres que la agredieron; el primero, su marido.

Y sí, como dice otro sujeto que se dedica al fútbol en España, Rafa Mir, en tiempos de Franco estas cosas no pasaban. Se podía violar a una mujer sin que se le ocurriera denunciar al agresor. Y más tarde. Terminar la velada en casa de un hombre, como fue el caso de las mujeres denunciantes en Valencia, lleva implícitas relaciones sexuales según cree este individuo. Y alguna tertuliana ultra como Isabel San Sebastián.

¿Ustedes imaginan lo que es llevar décadas dando pasos y viendo que el feminismo es como las olas que una y otra vez vuelven a borrar el trabajo hecho como si fuera arena? Desesperante. Y no ha sido arena, muchas mujeres se han esforzado dejando obras sólidas. El Gobierno del PSOE con Podemos y el equipo de Irene Montero en Igualdad avanzó tanto que algunos se asustaron y pensaron que era mejor ir poco a poco, lo que siempre implica pasos hacia atrás. La semana pasada una mujer “murió” –eso que escriben– en Vallecas, Madrid, por las heridas que le causó su pareja atropellándola tras una discusión. Asústense de ese machismo violento que crece, de eso sí. Y así van 32 asesinadas este año. Imaginen que fueran 32 futbolistas machistas, por poner un caso.

A lo largo de décadas, he aprendido que ni siquiera es útil denunciar el machismo todos los días porque la gente… se cansa. Así que hay que volver a empezar, seguir empezando, pero muchos a la vez, muchos también, no solo muchas.

¿Y lo de Francia? Enmanuel Macron, el presidente que más ha hecho crecer la ultraderecha y el descontento social, ha decidido nombrar primer ministro a un señor de derechas de 75 años, excomisario europeo: Michel Barnier. Pertenece al partido de Los Republicanos, el que menos escaños obtuvo en la derecha en las legislativas: 45 de 577 en las legislativas. Conservador a fondo: votó en contra de despenalizar la homosexualidad y se opone al aborto. Justo lo contrario de lo que votaron los franceses.

Tras perder estrepitosamente las elecciones europeas que ganó la ultraderecha, Macron convoca elecciones, las gana la izquierda por una fuerte reacción ciudadana que no quiere fascistas al mando del país y él, tras excesivas dilaciones, le da la llave de la gobernabilidad precisamente a Marine Le Pen. Alucinante. Los demócratas franceses preparan una macro manifestación contra Macron este mismo sábado. No es descartable que haya de dimitir como presidente de la República a no tardar, porque es eso, y no un emperador. Hay que volver a empezar a trabajarnos la democracia porque en cuanto nos descuidamos salen traidores y tiranos hasta de debajo de las piedras.

No acabamos aquí. Donald Trump promete nombrar a Elon Musk asesor para hacer “reformas drásticas” de gasto público si vuelve a la Casa Blanca. En este terreno toda reducción implica merma de servicios, eso ha de saberse. Es una amenaza de enorme envergadura. Un ultraliberal cuyo principal cliente en algunas de sus empresas es el Estado, decidiendo el gasto en su beneficio. Un empresario paradigma de explotación laboral, sobrecarga de trabajo –llegó a dormir en la empresa él mismo– y despidos arbitrarios. No le faltaba a EEUU eso. Solo hay que imaginar lo que ha hecho el multimillonario con Twitter para ver lo que sería su mano en la aún gran potencia mundial. Imprescindible recuperar la democracia, insistamos. Su espíritu, su necesidad.

La democracia y los derechos. Oigan a esta farmacéutica argentina. La salud también está en venta y cuando “no hay plata” los pobres enferman, sufren dolor y hasta se mueren. Milei, el presidente electo de este país en desastre, es medalla de oro de Madrid, concedida por la presidenta electa que se frota las manos pensando hasta dónde se puede llegar con el ultraliberalismo y el embaucamiento de los electores.

Hay que volver a establecer prioridades y ver que la salud y la vida, la educación, los servicios esenciales, son prioritarios y están por encima de las luchas de la política y sin duda de la falsa libertad ultra.

Y la justicia. Como no se enderece esto en España con los cambios en los órganos judiciales, vamos listos. Porque es ya repugnante ver la información de los escandalosos trapicheos de Ayuso y su entorno, Feijóo y su entorno y no pare de contar y que estén de rositas moviendo inventos sobre otros, y en hedor mediático.

Hay que tomarse en serio la democracia y las instituciones para mejorarlas. Y no hacer este patético show de frustración por no ser el gobierno de España en un salon de bodas alquilado que se asemeja a La Moncloa y que el Telediario de TVE, abriendo, ha llamado “coreografía institucional”. Esto no es una broma, sino, en efecto, un retrato de la esencia PP.

Volver a empezar. Cada vez cuesta más. Pero hay que rellenar los días y sobre todo los vacíos de lo que termina o se aleja. Retomar o empezar porque la vida plena lo exige. Es un estímulo para seguir haciendo palanca y poniendo los ladrillos que levantarán obras que recompongan cuanto otros destruyen. Hay que insistir. Hay que seguir levantándose cada mañana erguidos porque es, probablemente, la mejor forma de sentirse vivo. Que certera la frase de la escritora norteamericana del XIX Emily Dickinson cuando dijo: “Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos de pie”.  Y eso sirve casi para todo. 

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