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Zulos, caravanas y alquileres récord: el nuevo 'porno inmobiliario'

Un residente en una caravana en Palma.

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Cuando estoy aburrido me pongo a ver porno, como la mayoría. A veces busco en internet. Otras me vale la tele, o una revista. El porno de toda la vida, con el que nos excitamos fantaseando. Todos lo hacemos, confiesa. Pero he notado que de un tiempo a esta parte el mismo porno de siempre ya no me pone, me deja frío. Necesito emociones más fuertes. Un poco de realismo. Realismo sucio, incluso muy sucio. Morbo. Violencia. Dolor. Guarradas. Solo así me quedo a gusto.

Uy, me da que me han malinterpretado en el primer párrafo, tal vez he sido demasiado escueto. Voy a desarrollarlo más, perdonen:

Cuando estoy aburrido me pongo a ver porno inmobiliario, como la mayoría. A veces busco en internet, webs de compra-venta de viviendas donde empiezo por mirar los pisos de mi barrio, los caros, los muy caros, los carísimos, y luego sigo buscando en otras zonas, pisos de 300 metros, áticos de ensueño, casoplones prohibitivos, antiguas mansiones en el campo, caprichos arquitectónicos sobre un acantilado. Otras me vale la tele: cualquier reality de reformas de casas o viviendas de lujo en Estados Unidos, que las plataformas y canales están llenos. O una revista: el suplemento dominical con cabañas de diseño y talleres reconvertidos en coquetos dúplex; la revista del corazón donde una famosa nos abre las puertas de su ostentosa casa. El porno inmobiliario de toda la vida: ver casas donde nunca podremos vivir, con las que nos excitamos fantaseando. Todos lo hacemos, confiesa lo mucho que te gusta asomarte a ellas, ver esas cocinas más grandes que tu piso, esos salones acristalados y con vistas al mar.

Pero he notado que de un tiempo a esta parte el mismo porno inmobiliario de siempre ya no me pone, me deja frío ver cómo viven los ricos. Necesito emociones más fuertes con las que alimentar mi malestar y mi rencor. Un poco de realismo inmobiliario. Realismo inmobiliario sucio, incluso muy sucio. Morbo: ver las burradas que piden por alquilar cuchitriles en mi ciudad. Violencia: comprobar cómo siguen aumentando los precios, cómo el alquiler bate récords en 2022, un 25% más alto en Málaga, 24% en Alicante, 18% en Baleares… Dolor: el de esa gente que tiene que vivir en caravanas, o incluso en coches, por no poder pagar ya ni un piso compartido, no cumplir los requisitos abusivos para alquilar aun trabajando. Y guarradas, muchas guarradas: redes sociales y programas de televisión que se recrean en los zulos más infames del mercado, pisos minúsculos, techos tan bajos que no puedes ponerte de pie, la ducha junto a la cama, el váter en la cocina, la cama en lo alto para llamarlo dúplex, sin ventanas, en sótanos con cucarachas y humedad.

¿Les pasa a ustedes también? ¿Se han dado cuenta de cómo lo que llamábamos hace unos años “porno inmobiliario” (ver webs y programas de tele con viviendas de lujo, un vicio muy extendido) ha derivado ahora hacia ese realismo sucio de zulos, caravanas y alquileres récord que protagoniza las noticias a diario? Pero como pasa con el porno, cada vez necesitaremos más para sentir algo, y veremos pisitos más caros, infraviviendas más miserables, gente viviendo en trasteros, garajes y balcones. No tardaremos en ver cómo regresa el váter turco de toda la vida, el agujero en el suelo para poder cagar y ducharte en el mismo sitio, en mitad del salón-cocina-dormitorio-baño.

Me preocupa especialmente por los más jóvenes, que están siendo educados inmobiliariamente con todo ese porno, de modo que naturalizan esa violencia, dolor y guarradas, y asumen que lo normal es no poder tener vivienda aunque trabajes, pagar disparates por agujeros infames, compartir piso de por vida o vivir en un camping. Esas serán sus expectativas malsanas cuando intenten tener relaciones inmobiliarias, y no se resistirán a ello si alguien se lo propone.

Ya sé que me repito con este tema, y más que pienso repetirme en este año electoral: la vivienda es el gran agujero negro de España. Lo era hace años, cuando la burbuja y la crisis, y desde entonces no ha hecho más que empeorar. El incumplido derecho a la vivienda es la piedra de toque del Gobierno de coalición. Ahí se juega su continuidad, mucho más que con las rebajas de penas que tanto le preocupa. Y como no se espabile, ya habrá quien capitalice todo el malestar y resentimiento que estamos acumulando, porque no vamos a aguantar mucho más tiempo consumiendo porno inmobiliario y fantaseando con el derecho a la vivienda.

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