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Acontece entre lágrimas

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Escribo estas líneas en un día calimoso de color ocre donde “lágrimas de arena surcan el rostro del viento”, como expresara el poeta saharaui Mohamed Salem Abdelfatah, Ebnu.

Tras casi un siglo de ocupación, España renunció a la antigua colonia cuando Franco exhalaba sus últimas maldades. La Marcha Verde, una hipocresía coloreada de paz y primavera, escondía un interminable otoño hostil. Casi medio siglo después, continuamos con nuestra vil costumbre contra los saharauis. Pedro Sánchez renuncia a la tradicional postura socialista, reflejada en las resoluciones de congresos y programas electorales, de apoyar el derecho de autodeterminación del Sáhara Occidental y decide alinearse con la dictadura marroquí, no vaya a ser que Mohammed VI decida seguir lanzando niños como si fueran piedras al Tarajal ceutí. En estas mismas páginas, Ramón Jáuregui calificó la decisión de valiente y acertada. Otros, en cambio, consideramos un acto de cobardía ceder a las pretensiones del monarca alauí. Desde una visión democrática, es más que un grave error tomar cualquier decisión sin tener en cuenta los derechos del pueblo colonizado. Abandono, olvido y traición.

Los que escapan de violencias y miserias volverán a saltar vallas y olas. Huyen de la muerte para encontrar la muerte, agujereados por las concertinas y el odio, ninguneados por la indiferencia o ahogados frente a “las puertas del océano que tiemblan” (Neruda) o en un mar que “a fuerza de desventuras su alma es profunda y oscura” (Serrat). Podemos ignorar las causas y disimular las consecuencias migratorias, pero ello no hace que aquellas dejen de existir y estas se olviden de reaparecer.

La guerra desencadenada por la invasión de Ucrania merece todos los esfuerzos para que cese y para ayudar a los ucranianos que la sufren. Putin, ese ególatra asesino, ve nazis enfrente a cualquier hora y en cualquier lugar. Es lo que tiene situarse ante el espejo y generalizar lo que observa, una distorsión cognitiva. La masacre de Bucha es espeluznante. Zelenski la compara con aquel Gernika del 37. Como quiera que hay malandrines con botón nuclear a mano en demasiados sitios, no es descartable que el siguiente paso sea la Tercera, perdón, la Última Guerra Mundial.

Sin duda alguna, muchos trabajadores de la ganadería, agricultura, pesca, transporte y otros sectores lo están pasando mal. Miles de ellos han salido a la calle a vocear su situación con razones poderosas y con todo el derecho del mundo.

Sin embargo, algunos datos chirrían. Las federaciones de caza destinaron un millón y medio de euros a fletar autobuses con destino a Madrid para participar en la protesta en favor del mundo rural. Grupos de presión de la escopeta al hombro se sumaron para que los perros que usan en sangrientas batidas y monterías puedan seguir siendo maltratados (como escribe Ruth Toledano). En el batiburrillo aparecían el ganadero marqués Domecq y el torero El Juli para defender su mundo de terratenientes. Cada uno utilizaba la manifestación como coartada para lo suyo. Aunque es imposible encontrar intereses comunes entre Azarías, Paco el bajo y el señorito Iván (Los santos inocentes).

Entre los camioneros, uno de ellos, de la Plataforma que boicotea la vuelta al trabajo tras el acuerdo de los representantes del sector con el Gobierno, fue muy claro: “No soy de izquierdas ni de derechas, pero vivimos en una España golpista de izquierdas”. Apolítico; o sea, de derechas.

El Gobierno de coalición PSOE-UP que preside Pedro Sánchez ha desarrollado un plan de choque contra los efectos de la guerra. El PP amenaza con votar en contra si no se bajan impuestos, lo cual es un despropósito congruente con sus incongruencias y propósitos, incrementar las desigualdades sociales. Así hace Ayuso, aplica rebajas fiscales a los ricos y reclama dinero al gobierno central, en competencia desleal con el resto de CC. AA. Feijóo lanza el disparate de que el Gobierno se está forrando con los impuestos.

Vox, ese partido repleto de hijos de Putin, achaca a los demás el nazismo que ellos encarnan, ataca con todo para destruir la democracia. El PP, que no cambia con la coronación del moderado ma non tropo, los aúpa en Castilla y León; se afianza como cómplice del fascismo.

Quienes prefieren que no exista Estado reclaman la intervención de este en los precios de todo aquello que les convenga cuando les parezca mientras exigen reducir impuestos. Privatizar beneficios y socializar las pérdidas. Eso no es el mercado, amigos.

El Cartel (eufemísticamente Mercado) Eléctrico Europeo es un montaje tenebroso creado por una serie de normas de la UE más neoliberal. Para entendernos entre los profanos, es un entramado establecido para que las eléctricas funcionen como un monopolio y puedan manipular precios con el objetivo de maximizar sus beneficios. El catedrático Luis Ángel Hierro asegura que es imprescindible que Europa vuelva a un sistema de suministro eléctrico que se entienda como una cuestión de optimización y no como un negocio de mercado. En este sentido, es muy plausible el esfuerzo de Sánchez y Costa ante la UE para aplicar medidas que contengan el precio de la energía.

Las resoluciones nunca resueltas de Naciones Unidas, como las relativas al Sáhara, deberían denominarse irresoluciones. En esas estamos. Ucrania y el Sáhara lloran, los fascismos crecen cada vez más cerca.

Acudamos a la poesía para enternecer la cruda realidad. Miguel Hernández, muerto hace ochenta años, escribía: “Tristes guerras… Tristes armas / si no son las palabras”.

Leo Solo tiene quince años de Sehij Zhadán, poeta ucraniano: “En esta tierra han nacido todos los que ella conoce. / Mientras se adormece recuerda a todos los que se han marchado”.

La calima se ha cruzado con la nieve; son tiempos de despropósitos, también meteorológicos. Sin embargo, las miserias humanas insisten, atemporales; las resume la poeta saharaui Fatma Galia: “Lágrimas, lágrimas. / Lágrimas de un pueblo herido”.

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