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Ahora la luna, no el dedo
Los humanos siempre hemos tenido la costumbre de mirar el dedo que señala la luna, de quedarnos discutiendo sobre sus características, su dirección y hasta de por qué lo hace en un determinado momento.
En política parece que también nos afanamos en sacar punta a todo lo accesorio y a quien nos muestra una posible mirada, pero no nos atrevemos a observar con detenimiento aquello que nos muestra.
Valga esto para pensar que lo que ha sucedido en la política española tiene una dimensión de características históricas: poner de acuerdo en una coalición a tantos partidos políticos de izquierda no solo es novedoso, sería increíble si no fuera cierto. Pero este hito no ha de llevarnos a seguir dándole vueltas a las dificultades y entresijos de su formación, eso ya no es lo importante. No hablamos de tecnología o de cirugía para ver cómo se han desarrollado instrumentos o intervenciones, sino para celebrar los beneficios que la humanidad puede conseguir con ellos. Los logros de la política deberíamos analizarlos de la misma manera.
Agradezcamos al dedo o al telescopio lo que nos muestran, así tengan heridas o les falte algún espejo importante. Pero fijémonos en la luna y su superficie: ¿Qué podemos esperar del logro alcanzado por esta “tecnología” política?
Desde mi punto de vista, la posibilidad de que sigan disfrutándose los derechos alcanzados. Solo le pido a los gobernantes que respeten y desarrollen los derechos humanos en su esencia fundamental: son para todas las personas, no solo para las afines al poder. Decidir quién gobierna es una elección ciudadana que debería estar basada en esta premisa democrática fundamental.
Ante un mundo que parece estar olvidando esto y que pretende ser gobernado por ineptos creadores de bulos, es seguramente una garantía de claridad que una visión política pueda elegirse con una sola papeleta, a condición de que nos ofrezca un programa ilusionante en cuanto al respeto a los derechos humanos, ya sean civiles, políticos, económicos, sociales, culturales o ambientales, y puedan acoger todas las demandas de un país plural y diverso como es España. Quienes lo vayan a dirigir es cuestión del juego político, a la ciudadanía lo que nos incumbe es favorecer que lo consigan y agradecérselo o demandárselo. Hagámoslo.
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